jueves, 28 de diciembre de 2023
“DESAPARECIO UNA NOCHE”
Hay actores que no pueden resistir la tentación de pasarse al otro lado de la cámara y terminar dirigiendo, aunque esto no les impide actuar en sus propias realizaciones o combinar trabajos en que ejercen solo alguno de los dos roles.
“Desapareció una Noche” (2007) es la ópera prima como director y guionista del estadounidense Ben Affleck, quien ya tenía una importante carrera como actor; y como tal tiene importantes aciertos, pero también algunos ripios que fue mejorando y superando con sus trabajos posteriores como director.
Affleck, de 51 años, ha dirigido posteriormente cuatro largometrajes: “The Town: Ciudad de Ladrones” (2010), “Argo” (2012), “Vivir de Noche” (2016) y “Air” (2023), en los que ha demostrado un buen manejo de actores y preocupación por temáticas relacionadas con el delito y el dilema moral que existe detrás, tanto para los delincuentes como para los policías.
En “Desapareció una Noche”, una pareja de investigadores privados, formada por Patrick (Casey Affleck) y Angie (Michelle Monaghan) tiene la difícil misión de colaborar en el trabajo policial para encontrar a la pequeña Amanda (Madeline O’Brien), que ha sido secuestrada por desconocidos.
Lo más interesante del filme es la galería de personajes cercanos a la niña. Primero sus familiares: su madre prostituta y adicta, Helene (Amy Ryan); su tío redimido, Lionel (Titus Welliver); y su tía neurótica, Bea (Amy Radigan). Luego, los policías: el capitán Jack Joyle (Morgan Freeman) y los detectives Remy Bressant (Ed Harris) y Nick (John Ashton); todos ellos con un papel particular en esta investigación, que se adentra bastante en los submundos de la ciudad de Boston, bares de mala muerte y la venta de drogas.
Mientras la película se plantea como un policial serio, con personajes bien delineados, transcurre de buena forma; pero en la parte final el guion se enreda innecesariamente, planteando disquisiciones morales artificiosas y soluciones argumentales poco creíbles, con un desenlace que peca de inconsistencia. Esto se manifiesta principalmente en la relación entre Patrick y Angie, que se ve sólida la mayor parte del filme, pero que al final, por un falso dilema, se termina abrupta e irremediablemente.
“DEJAR EL MUNDO ATRÁS”
Estados Unidos se ha hecho tantos enemigos que perfectamente algunos de estos países se podrían aliar y atacar coordinadamente al país del norte, afectando sus comunicaciones, satélites y redes.
Esto lo dice uno de los personajes en “Dejar el Mundo Atrás” (2023), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Sam Esmail; y que en forma muy perturbadora; y con señales paulatinas y apoyadas en muy bien elaborado suspenso, hace participar al espectador en forma indirecta del comienzo de un ataque global a Estados Unidos.
Esmail, de 46 años, había dirigido anteriormente solo un largometraje: “Comet” (2014), que también tiene una temática de ciencia ficción o distopía; al parecer las grandes preocupaciones de este realizador.
En “Dejar el Mundo Atrás” la historia y el guion están planteados inteligentemente. La consultora en ventas Amanda Sandford (Julia Roberts) decide que su familia, que vive en Nueva York, necesita en forma urgente unas vacaciones y arrienda una hermosa y tremenda casa en el campo, en Long Island; hacia donde se dirigen junto a su esposo, el profesor universitario Clay (Ethan Hawke); su hijo adolescente Archie (Charlie Evans) y su hija Rose (Farrah Mackenzie), para gozar de la playa y la piscina temperada, aislados del mundo.
Todo transcurre de acuerdo a lo planeado hasta que, estando la familia en la playa, un gigantesco buque petrolero encalla en la arena, en una imagen apocalíptica y surrealista; a partir de la cual las señales inusuales van en aumento, logrando crear un clima de misterio progresivo y atemorizante. Los signos más inquietantes los provocan los animales: grandes grupos de silenciosos venados se acercan a la casa de los Sandford y hermosos flamencos se dejan caer en las tibias aguas de la piscina.
La situación se hace más extraña con la aparición del propietario de la casa, George (Mahershala Ali) y su joven hija, Ruth (Myha’la); que piden hospitalidad, causando la sospecha y la desconfianza especialmente de Amanda; hasta que las circunstancias los obligan a sincerarse y unirse.
“LOS TRES MOSQUETEROS: D’ARTAGNAN”
El cine serial fue muy exitoso en Hollywood entre 1935 y 1950 aproximadamente, generalmente con películas de aventuras y personajes entrañables. Con el nuevo milenio este formato fue reactivado con acierto con sagas como “Harry Potter” y “Las Crónicas de Narnia”. Ahora el cine francés se suma a esta tendencia con una serie sobre “Los Tres Mosqueteros”, que se inició este año.
Así, “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” (2023), cinta dirigida por el cineasta francés Martin Bourboulon y basada en la novela clásica de Alexandre Dumas, es la primera de una serie que ya lleva dos filmes y que no se sabe cuántas alcanzará.
Bourboulon, de 44 años, ha dirigido además cuatro largometrajes: “Papá o Mamá” (2015), “Papá o Mamá 2” (2016), “Eiffel” (2021) y “Los Tres Mosqueteros: Milady” (2023), en los que demuestra un buen manejo de los recursos del lenguaje cinematográfico.
En “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” expone y desarrolla de buena forma a los personajes protagónicos y secundarios. El principal es D’Artagnan (Francois Civil), llegado de Gasconia a Paris, con la intención de incorporarse a los Mosqueteros del Rey Luis XIII (Louis Garrel) y en el primer día se reta a duelo con Los Tres Mosqueteros en situaciones distintas: con el sabio Athos (Vincent Cassel), el fuerte Porthos (Pio Marmai) y el elegante Aramis (Romain Duris); con los cuales también rápidamente se transformará en amigo y socio.
Como corresponde, además, D’Artagnan se involucra en una conspiración en contra del rey, en la cual está involucrada Milady (Eva Green) y el cardenal Richelieu (Eric Ruf); y se enamora de una doncella de la reina, Constance (Lyna Khoudi), con la cual los Mosqueteros deben compartir el secreto del amorío de la monarca (Vicky Krieps) con el Duque de Buckingham (Jacob Fortune-Lloyd). Todas estas peripecias, con cabalgatas y peleas a espada incluidas, son el meollo de esta cinta, que cumple con las características de un buen filme de aventuras: personajes bien delineados y acción con un ritmo que no da respiro al espectador.
“NAPOLEON”
Siempre es interesante cuando un personaje histórico es develado y analizado desde un punto de vista específico de su personalidad y que, además, no ha sido tratado habitualmente en sus biografías.
Esto ocurre en “Napoleón” (2023), cinta dirigida y producida por el cineasta británico Ridley Scott; que relata parte de la vida del emperador francés, pero desde la perspectiva de su relación con Josefina Bonaparte (Vanessa Kirby), su esposa, amiga y confidente, que se mantuvo hasta la muerte de ella; a pesar de que estaban divorciados, porque nunca pudo darle un heredero.
Scott, de 86 años, es uno de los directores vivos más respetados del planeta, con cintas inolvidables como “Los Duelistas” (1977), “Alien” (1979), “Blade Runner” (1982), “Thelma y Louise” (1991), “Gladiador” (2000), “Hannibal” (2001), “Los Impostores” (2003), “Gangster Americano” (2007), “Prometeo” (2012), “El Marciano” (2015), “Todo el Dinero del Mundo” (2017) y “La Casa Gucci” (2021), entre otras.
“Napoleón” (Joaquín Phoenix) logra por momentos las alturas de su mejor cine, sobre todo cuando escarba en la humanidad del personaje, en su romanticismo frente a Josefina, desde que la conoció; pero también en otros aspectos, como su seguridad para gobernar y codearse con otros monarcas y con la nobleza; pero también su gusto por participar directamente en las batallas y su proximidad con los soldados, que no por nada lo aclamaron luego que volvió de su primer exilio en la isla de Elba.
Otro punto alto de la cinta es la reconstrucción de la Batalla de Waterloo, que marcó su definitiva declinación, que perdió contra los ingleses, al mando del Duque de Wellington (Rupert Everett); por no haber querido atacar bajo la lluvia. También su relación con otros monarcas, como el Zar Alejandro (Edouard Philipporat) y Francisco I (Miles Jupp), del imperio austro-húngaro, con quienes se mostró cercano y condescendiente. En la trastienda de la política francesa, el filme muestra magistralmente el auge y la caída de Robespierre (Sam Troughton) durante la Revolución Francesa; y la sagacidad y resiliencia de Talleyrand (Paul Rhys), Canciller y Primer Ministro, que se mantuvo vigente durante más de cuarenta años, sobreviviendo todo tipo de gobiernos.
"SEDUCIENDO A UN EXTRAÑO"
Hay películas en que la debilidad del guión echa por tierra las mejores intenciones e incluso desperdicia un buen reparto, con personajes insustanciales y situaciones insostenibles por su obviedad.
"Seduciendo a un Extraño" (2007), cinta dirigida por el cineasta estadounidense James Foley, tiene ese problema; ya que el guión mezcla elementos de la investigación periodística con el thriller psicológico y además plantea demasiadas casualidades para poder hacer encajar los diversos giros argumentales.
Este es el mayor problema del filme: las salidas y variaciones de la historia no se justifican, por falta de densidad y desarrollo de los personajes; y porque las soluciones argumentales a los conflictos no resultan del todo creíbles y justificadas.
Foley, de 69 años, tiene una larga trayectoria, que comienza en los años '80; pero la verdad es que no tiene títulos de importancia, siendo un director de la medianía y sin mayor originalidad ni vuelo creativo. Sus cintas más conocidas son “Pasión Obsesiva” (1996), “Cámara Sellada” (1996), “50 Sombras Más Oscuras” (2017) y “50 Sombras Liberadas” (2018), que lo convierten en un buen artesano del oficio cinematográfico.
En “Seduciendo a un Extraño” la protagonista es una periodista, Rowena Price (Halle Berry), que lleva meses investigando a un senador republicano de doble standard, ya que por un lado defiende la familia tradicional y por otro, esconde su homosexualidad; reportaje que finalmente no podrá publicar por el soborno que realiza el afectado al diario y al testigo principal. Su colega y coinvestigador es Miles Haley (Giovanni Ribisi), quien está enamorado secretamente de Rowena y tiene extraños comportamientos que a ella no le sorprenden.
Luego de esta frustrada publicación deciden investigar a Harrison Hill (Bruce Willis), un exitoso publicista aparentemente implicado en el asesinato de una amiga de la infancia de Rowena, que había sido amante de Hill; momento desde el cual el argumento se torna cada vez más previsible, a pesar de los intentos de Foley de salvar el filme, con unos bruscos cambios argumentales, que resultan artificiales y poco sustentados. Esta inconsistencia se refleja también en pequeños flashbacks que tiene Rowena, donde se da a entender que en su infancia fue abusada por su padre o padrastro, el cual fue muerto por su madre, ante sus ojos; y que no se entiende qué consecuencias tienen en su vida actual. En resumen, una cinta decepcionante, que desperdicia una reparto de primera y una historia con mucho potencial.
“EL ASESINO”
El mundo del cómic siempre ha sido una fuente de inspiración fértil y generosa para los cineastas actuales; con dispar resultado, dependiendo del talento del realizador para adaptar la lógica de la historieta al lenguaje cinematográfico.
“El Asesino” (2023), cinta dirigida por el cineasta estadounidense David Fincher, y basada en la novela gráfica del mismo nombre, de Alexis Nolent y Luc Jacamon; logra de buena manera dicho traspaso, apelando a un buen montaje y a la narración, paralela a los acontecimientos, en primero persona del protagonista, el Asesino (Michael Fassbender), un sicario profesional, que por un accidente imprevisible no logra matar a su último Objetivo (Eudore Hules); lo cual lo hará rebobinar e intentar salvar su vida, ya que el procedimiento en estos casos es eliminar al asesino que se equivoca.
Fincher, de 61 años, es uno de los directores actuales más interesantes, con cintas muy destacadas, como “Los 7 Pecados Capitales” (1995), “El Club de la Pelea” (1999), “Zodiac” (2007), “El Curioso Caso de Benjamin Button” (2008) y “Mank” (2020), entre otras; en las cuales su impronta radica en notables puestas en escena, a partir de originales guiones y el desarrollo en profundidad de interesantes personajes.
En este caso, el foco está puesto casi absolutamente en el Asesino, como un “tour de force”; riesgo que Fincher asume con una edición a gran ritmo y con la responsabilidad de Fassbender de interpretar un rol difícil, ya que casi no habla, salvo el relato en off que nos permite conocer sus motivaciones y pensamientos, con frases obsesivas que se repiten una y otra vez; no para enmendar el error, porque eso es imposible, sino para mantenerse con vida.
En este notable periplo en reversa, se va encontrando con el Abogado (Charles Parrell) y su secretaria Dolores (Kerry O’Malley), con el Bruto (Sala Baker), con la Jefa (Tilda Swinton) y con el Cliente (Arliss Howard), para saber si tiene algún problema personal con él; y poder continuar con su nueva existencia, ya que la otra quedó absolutamente atrás. “El Asesino” no es una cinta fácil, pero resulta entretenida para quienes aprecian un filme inteligente y bien construido.
“NYAD”
No basta con una emotiva historia de superación para conseguir una buena película. Se necesitan un bien guion y, sobre todo, personajes bien desarrollados y un reparto que los haga creíbles y con toda la densidad necesaria, para sostener la estructura dramática de la cinta.
Estos requisitos se cumplen a cabalidad en “Nyad” (2023), cinta dirigida por el matrimonio de cineastas estadounidenses Jimmy Chin y Elizabeth Chai; y que está basada en el libro “Buscar un Camino”, escrito por Diana Nyad, nadadora de aguas abiertas que, en su quinto intento, en 2013, y a los 64 años de edad, logró nadar desde La Habana hasta los cayos de Florida, en total 164 kilómetros, una hazaña descomunal.
Chin, de 50 años, y Chai, de 46 años, habían dirigido en conjunto cinco largometrajes documentales: “Meru” (2015), “Free Solo” (2018), “Rescate de las Profundidades” (2021), “Regreso al Espacio” (2022) y “Vida Salvaje” (2023); todas historias que rescatan aspectos positivos de la especie humana, ya sean proyectos, expediciones o salvamentos; pero siempre con un buen nivel en el uso del lenguaje cinematográfico.
En “Nyad” se reitera esta cualidad. El guion dosifica bien la progresión narrativa de los cinco intentos de Diana (Annette Bening), con flash backs, ya que su primera tentativa la realizó a los 28 años. Además, hay traumas cuyas imágenes la visitan una y otra vez, mientras nada; como el abuso que sufrió de su entrenador Jack Nelson (Eric Miller), durante su adolescencia.
Un personaje fundamental es el de su amiga y entrenadora actual, Bonnie (Jodie Foster); quien es clave no solo en el logro deportivo, sino también en su estabilidad emocional. Esta relación la hace tomar conciencia de la importancia del equipo, ya que un objetivo como el que se ha trazado, prácticamente imposible de lograr, tiene muchos aspectos que se deben profesionalizar. El que fija la ruta es John Bartlett (Rhys Ifans); la capitana, Dee Brady (Karly Rotherberg), una experta en medusas, Naomi (Erica Cho), un médico (Garland Scott) y dos expertos en distracción de tiburones, Luke (Luke Cosgrove) y Diver (Marcus Young); un equipo que transformó el desafío de Nyad en una misión que también hizo trascender sus existencias a un nivel extraordinario.
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