tag:blogger.com,1999:blog-8454163170059493902024-03-28T09:01:15.832-07:00Critica de Cine por Alvaro Inostroza BidartPeriodista, titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Además Master en Economía Urbana de la Universidad Mayor. También Poeta con cuatro libros publicados: "Patio de Luz" (1985), "Tendido (en) Público" (1996), "Señales de Vida" (1998) y "Días de Fiesta" (2004).
Ejerce la Crítica de Cine desde 1979.Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.comBlogger879125tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-33485834877117485572024-03-28T09:00:00.000-07:002024-03-28T09:00:34.352-07:00“SHIRLEY”Hay un cine independiente que recoge cada vez más historias que tienen que ver con los territorios y con las luchas sociales y políticas, por temas de género y de etnias, y que vienen ganando espacio lentamente en las audiencias masivas.
“Shirley” (2024), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense John Ridley; pertenece a esta tendencia; ya que cuenta la historia de Shirley Chisholm (Regina King), una de las primeras diputadas negras del país del norte y que fue precandidata a la presidencia de la república en 1972 por el Partido Demócrata, con todas las dificultades que eso pudo implicar, en un país tan racista y machista.
Ridley, de 59 años, había dirigido cuatro largometrajes: “Sangre Fría” (1997), “Jimi: Todo es por mi Lado” (2013), el documental “Déjalo Caer: Los Angeles 1982-1992” (2017) y “Needle in a Timestack” (2021); en los cuales demuestra un interesante manejo del lenguaje cinematográfico y una preocupación por temas culturales y socio-políticos de la etnia afroamericana.
En “Shirley” nos muestra precisamente la red de colaboración que construye primero para llegar a ser diputada y luego su crecimiento para ser la primera precandidata de color a la Presidencia. Aquí destacan el apoyo de su esposo, Conrad (Richard Cherrie); de Arthur Hardwick Jr. (Terrence Howard), de Wesley Holder (Lance Reddick); del abogado blanco Robert Gottlieb (Lucas Hedges) y de Bárbara Lee (Christina Jackson); los cuales, gracias a ella, lograron con los años importantes carreras políticas y profesionales.
Porque, aunque finalmente no logró ser candidata, marcó una huella y un modo de hacer política, transparente y comprometida con el pueblo, que fue una verdadera escuela para sus colaboradores y un hito en la historia de Estados Unidos. En este sentido, es un ejemplo de valores, la visita que realizó al Gobernador George Wallace (W. Earl Brown), luego de que éste sufriera un atentado, a pesar de ser su contrincante político. También la cinta es un crudo retrato del modo que se negocian los acuerdos al interior de un mismo partido, por intereses cortoplacistas, como lo hicieron los diputados Walter Fauntroy (André Holland) y Ron Dellums (Dorian Missick), a pesar de haberle prometido sus votos a Shirley en la carrera presidencial.
Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-50542574083393807312024-03-28T08:59:00.000-07:002024-03-28T08:59:38.278-07:00“DAMSEL”Son pocas las películas, cuyo objetivo principal es la entretención, que alcanzan un nivel estético interesante; lo cual no tiene por qué ser una regla, ya que una cinta bien construida y con buen uso del lenguaje cinematográfico, más allá del tema que trate y la historia, siempre resulta agradable al espectador atento y sensible.
Lamentablemente “Damsel” (2004), cinta dirigida por el cineasta español Juan Carlos Fresnadillo, cae dentro del primer grupo, es decir cintas meramente de entretención, lo que antiguamente se conocía como filmes de matiné, a la que se acostumbraba llevar a los niños y preadolescentes para que salieran a tomar un poco de aire y no molestaran tanto en la casa.
Fresnadillo, de 56 años, en todo caso, no es ningún principiante. Ya había dirigido tres largometrajes; “Intacto” (2001), “28 Semanas Después” (2007) e “Intrusos” (2011); por lo cual, al parecer, para volver a la dirección tuvo que aceptar este proyecto bastante comercial, de cine de fantástico.
El personaje central es Elodie (Millie Bobby Brown), hija mayor de Lord Bayford (Roy Winstone), señor feudal cuyo pueblo está sumido en la pobreza y pasando hambre; por lo que recibe con alegría la oferta de casarla con el príncipe Henry (Nick Robinson), heredero de un poderoso y rico reino vecino, que es conducido por la reina Isabel (Robin Wright) y el Rey Roderick (Milo Twomey). La familia de Elodie; que completan su madrastra, Lady Bayford (Angela Bassett) y su hermana menor, Floria (Brooke Carter) viajan encantadas a la boda, sin saber que a Elodie la espera un terrible destino, asociado a un temible y vengativo dragón.
Hasta ahí, todo más o menos bien para una cinta liviana, de aventuras y con mucho colorido; pero con el correr de los minutos, con el enfrentamiento entre Elodie y el dragón, la primera se va convirtiendo en una verdadera guerrera amazona; hasta llegar al punto de asociarla más con un personaje de historieta, una súper heroína; que con una persona de carne y hueso, como se pretendía en la introducción de la película, cuando aparecía preocupada por los pobres sin alimento del feudo de su padre, cortando ella misma la leña para poder calentarlos y cocinar.
Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-51618786451234884122024-03-28T08:58:00.000-07:002024-03-28T08:58:38.601-07:00“OPERACIÓN MONUMENTO”El guion es uno de los elementos claves en el lenguaje cinematográfico, a pesar de que los puristas indican que el montaje y el uso de la cámara son factores más específicos de la lingüística audiovisual. Efectivamente, el guion tiene un origen literario; pero la estructura narrativa de una cinta y la historia que la justifica son fundamentales en el interés de la misma; como factores iniciales para una buena filmación y una posterior y determinante edición de la película.
Esto queda clarísimo en “Operación Monumento” (2014), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta y actor estadounidense George Clooney y que está basada en el libro “The Monuments Men” de Robert M. Edsel y Bret Witter; y que relata el trabajo que realizó la Comisión de Monumentos, Bellas Artes y Archivos de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial y cuyo principal trabajo fue recuperar la mayor cantidad posible de obras de arte que se robaron los alemanes, durante las invasiones que realizaron en Europa, para devolverlas a sus legítimos dueños.
Clooney, de 62 años, ha desarrollado una interesante carrera como director, con cintas como ”Confesiones de una Mente Peligrosa” (2002), “Buenas Noches y Buena Suerte” (2005), “Los Idus de marzo” (2008), “Suburbicon” (2017), “El Bar de las Grandes Esperanzas” (2021) y “Los Chicos en el Bote” (2023), entre otras; donde claramente su intención es rescatar pequeños relatos épicos o historias alternativas a los grandes hitos militares y políticos del siglo XX y del acontecer reciente.
“Operación Monumento” responde a esta misma lógica. Un grupo de profesionales del arte y la arquitectura vuelve a vestir de militar, pero esta vez para intentar recuperar valiosas obras de arte, como la “Madona de Brujas” de Miguel Angel o el políptico de Gante de los hermanos Van Eyck. A cargo del teniente Frank Stokes (George Clooney), el equipo lo integran los estadounidenses James Granger (Matt Damon), Richard Campbell (Bill Murray), Walter Garfield (John Goodman) y Preston Savitz (Bob Balaban); el inglés Donald Jeffries (Hug Bonneville) y el francés Jean Claude Dermont (Jean Dujardin), en una combinación de pasión y compromiso, que emociona al espectador; y que tuvo la ayuda clave de la conservadora del Museo Jeu de Paume, Claire Simone (Cate Blanchett).
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Esto ocurre con “Reptiles” (2023), cinta dirigida y escrita por el cineasta estadounidense Grant Singer, de 38 años; el cual entre 2012 y 2022 desarrolló una interesante carrera como director de videoclips; lo que sin duda lo capacitó en materia de montaje cinematográfico, en lo que se refiere a capacidad de síntesis y en la utilización de la elipsis como recurso narrativo del lenguaje audiovisual. Además, en 2020, dirigió un largometraje documental sobre la vida del músico popular canadiense Shawn Mendes, lo que le dio aún más experiencia previa.
En “Reptiles”, un thriller policial muy bien construido y cargado de sutilezas, la historia se centra en el asesinato de una agente inmobiliaria, Camille Grady (Frances Fisher), la cual muere con más de treinta puñaladas; donde los sospechosos son varios: su esposo y colega, Will (Justin Timberlake) y la tía de éste, Deena (Catherine Dyer); su exmarido, Sam Gifford (Karl Glusman) y un vecino con cuentas pendientes con la familia, Eli Phillips (Michael Pitt).
Por otro lado, la investigación está a cargo de los detectives Tom Nichols (Benicio del Toro) y Dan Cleary (Ato Essandoh); cuyo entorno está conformado por la esposa del primero, Judy (Alicia Silverstone); el policía Wally (Domenick Lombardozzi), el capitán Allen (Eric Bogosian) y el Jefe Grieber (Mike Priewski). En esta galería de personajes, cada cual está involucrado, en mayor o menor medida, en una red que considera el asesinato, corrupción, narcotráfico y encubrimiento; con elementos del pasado y del presente que afloran en las pesadillas de Tom y en la pesquisa actual. Con retazos, el director va armando en forma paralela, y como una sola unidad, un complejo rompecabezas, cuyas principales piezas son el misterio del asesinato de Camille y su relación con una historia de corrupción que involucra a un grupo de la policía y a la familia Grady.
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Esta podría ser una de las conclusiones de “Fractura” (2019), cinta dirigida por el cineasta estadounidense Brad Anderson; y que a través de la historia de Maxi Monroe (Sam Worthington), un padre de familia, que sufre un accidente junto a su hija pequeña Peri (Lucy Capri) y su esposa, Joanne (Lily Rabe), nos demuestra que la realidad no es algo tan claro, sino que depende de la interpretación de cada personaje; y por supuesto del espectador, con el cual el director puede jugar a su antojo, dependiendo del talento del mismo en el uso del lenguaje cinematográfico.
Anderson, de 59 años, tiene una vasta filmografía, en la cual destacan filmes como “Accidentes Felices” (2000), “Sesión 9” (2001), “El Maquinista” (2004), “Transiberiano” (2008), “Vanishing 7h Street” (2010), “La última Llamada” (2013), “Asylum” (2014), “El Rehén” (2018) y “Sangre” (2022); en las que ha demostrado un gran manejo del suspenso y de las escenas de acción; con personajes que luchan por cambiar el destino aparente.
En “Fractura”, Maxi, luego del accidente, llega a un hospital perdido en mitad de una carretera, junto a su esposa; para internar a su hija, para que le examinen un brazo que tiene aparentemente fracturado. Aparte de la burocracia normal, el espectador siente que algo extraño está en progreso; lo cual se verifica con la desaparición de madre e hija, luego de horas después de haber ingresado para una resonancia magnética a la menor.
De ahí en más, la cinta toma un aire definitivamente extraño y viciado; y Maxi debe luchar contra todos para intentar recuperar a su familia, con la negación de los médicos, de los administrativos y los guardias; aunque, como señalamos, comenzamos a percibir que la realidad no es lo que parece, sino lo que percibimos dependiendo de quien la cuente o interprete.
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Esta podría ser una de las conclusiones de “Los Descendientes” (2011), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Alexander Payne; y que está basada en la novela homónima de la escritora hawaiiana contemporánea Kaui Hart Hemmings y que está ambientada en ese archipiélago, uno de los cincuenta Estados del país del Norte.
Payne, de 63 años, ha dirigido además ocho largometrajes; entre los que destacan “Elección” (1999), “Acerca de Schmidt” (2002), “Entre Copas” (2004), “Nebraska” (2013) y “Los que se Quedan” (2023), que se caracterizan por una aguda mirada a las relaciones interpersonales y a la sociedad de su país; muchas veces con un humor bastante negro y sarcástico.
En “Los Descendientes” esta marca de estilo se repite, aunque quizás algo más suavizada, por la tragedia que está en el origen de la cinta: la madre de la familia, Elizabeth (Patricia Hastle) sufre un grave accidente en una moto de agua, quedando en estado de coma. La noticia de que morirá pronto, que le entrega el médico al marido, Matt King (George Clooney); hará que éste se acerque a sus hijas, la adolescente Alexandra (Shailene Woodley) y la pequeña Scottie (Amara Miller), tratando de tener una relación que nunca ha tenido con ellas.
Por otro lado, el abogado Matt es el fideicomisario de un gran terreno de la sucesión King, que perteneció a los monarcas de las etnias polinésicas originarias de Hawaii, con quienes se emparentaron hace muchas generaciones,
y que están a punto de vender, para hacer un gran resort; decisión que revisará a partir de esta crisis familiar; y que lo hará enfrentarse con sus nueve primos, que encabeza Hugh (Beau Bridges).
El remate de esta espiral trágica será enterarse de que su esposa le era infiel, obsesionándose con conocer al amante, Brian Speer (Matthew Lillard); escena final que solo se entiende a través de los impulsos masoquistas, que tenemos a veces cuando estamos sumidos en la peor de las desgracias.
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“Rustin” (2023), cinta dirigida y producida por el cineasta estadounidense George C. Wolfe, destaca la vida de Rustin Bayard (1912-1987), activista norteamericano, que luchó toda su existencia en el Movimiento de los Derechos Civiles de los habitantes del país del Norte y que incluso asesoró a Marthin Luther King (Aml Ameen); en la opción de No Violencia Activa, como gran admirador de Mahatma Ghandi que era Bayard.
Wolfe, de 69 años, había dirigido anteriormente tres largometrajes: “Noches de Tormenta” (2008), “Siempre Estaré Contigo” (2014) y “La Madre del Blues” (2020); cintas en las cuales maneja de buena manera las emociones humanas, especialmente los lazos sentimentales.
En “Rustin” agrega a esta característica, una preocupación por los aspectos sociales de la vida en su país. Y Bayard (Colman Domingo) es un excelente ejemplo para la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. No sólo antirracista, también luchó toda su vida por los derechos de los homosexuales, comunidad a la cual pertenecía; lo cual le significó estar preso en diversas ocasiones y mayores dificultades para realizar su trabajo de activista; condición que le fue enrostrada incluso por compañeros de bando, como el diputado Adam Clayton (Jeffrey Wright) y por Roy Wilkins (Chris Rock); aunque siempre fue defendido por otros como A. Philip Randolph (Glynn Turman) y Cleve Robinson (Michael Potts); y el propio Luther King, sobre todo después de organizar la gran Marcha a Washington de 1963, a la cual asistieron 250 mil personas y que fue todo un éxito.
Uno de los méritos de la cinta es lo bien construido que está el personaje central; siempre polémico, pero también acertado en sus análisis políticos y respecto de las consecuencias de las acciones públicas del movimiento por los derechos de las personas de raza negra y de gays y lesbianas; lucha que mantuvo hasta el final de sus días; y que lo llevaron a recibir póstumamente, en 2013, la Medalla Presidencial de la Libertad.
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Esto ocurre con “El Después” (2023), cinta dirigida y escrita por el cineasta nigeriano-británico Misan Harriman, en lo que es su ópera prima, un cortometraje de 18 minutos de duración y que se encuentra entre los 15 cortos nominados al Oscar 2024.
Harriman, de 46 años, había desarrollado anteriormente una importante carrera como fotógrafo; que lo llevó a la dirección de cine, a través de esta interesante historia, muy bien llevada al lenguaje audiovisual.
El protagonista es Dayo (David Oyelowo), un conductor de una aplicación de transporte privado; que decide cambiar su agenda de compromisos, para poder ver la actuación de danza de su hija pequeña, Laura (Amelie Dokubo); junto a su esposa Amanda (Jessica Plummer). En forma totalmente aleatoria su hija sufre una muerte accidental, al igual que su esposa; con lo cual Dayo queda totalmente devastado y obligado a seguir viviendo, a pesar del inconmensurable dolor que siente.
La gran actuación de Oyelowo permite al espectador saber lo que está sintiendo el personaje, a pesar de que no dice una sola palabra, mientras continúa trabajando y transportando todo tipo de pasajeros, que incluso en algún momento le sacan una sonrisa o le hacen valorar la vida.
El desenlace se produce luego de que una pareja y su hija pequeña se suben al vehículo, conformada por Stewart (Sule Rimi), Rebecca (Ellen Francis) y la hija, Amy (Tara-Binta Collins). La pareja discute sin tregua y las miradas por el espejo, entre Dayo y Amy, provocan una complicidad que se desbordará cuando toda la familia descienda del auto; y finalmente el protagonista dé rienda suelta a su profunda tristeza, gatillada por un gesto de una niña como la suya. Con maestría, Harriman, en un breve tiempo, nos expone el desastre y sus soterradas consecuenccias.
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Esto nos señala “Pobres Criaturas” (2023), cinta dirigida y producida por el cineasta griego Yorgos Lánthimos; y que está basada en la novela homónima de 1992, del escritor escocés Alastair Gray (1934-2019), que cuenta la historia de Bella (Emma Stone), una especie de engendro hermosa, libre e inteligente, cualidades que le permitirán evolucionar y madurar en forma rápida, conociendo las debilidades y fortalezas del cuerpo y de la mente, con una mezcla inusitada de absurdo y surrealismo; una de las opciones estéticas más interesantes del filme.
Lánthimos, de 50 años, había dirigido siete largometrajes, todos con esta marca de estilo, que lo ha llevado a ser considerado uno de los directores más originales de la actualidad: “Mi Mejor Amigo” (2001), “Kinetta” (2005), “Canino” (2009), “Alps” (2011), “Langosta” (2015), “El Sacrificio de un Ciervo Sagrado” (2017) y “La Favorita” (2018).
En “Pobres Criaturas” el médico que crea a Bella es el doctor Godwin Baxter (Willem Dafoe), el que a su vez tiene el rostro desfigurado y que permite que Bella actúa con absoluta libertad, sin ningún tipo de restricciones, ni sexuales ni morales ni mentales; lo que la hace profundamente atractiva para los espíritus distintos, como Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), que la invita a viajar por el mundo y que se enamora perdidamente de ella, perdiendo toda su dignidad de galán. Esto a pesar de que Bella estaba comprometida con el ayudante de Godwin, Max (Ramy Youssef), quien la esperará y entenderá mejor que nadie.
En esta travesía en un crucero, Bella conocerá a interesantes personajes: Martha (Hanna Schygulla), que la estimulará a vivir su libertad; al cínico Harry (Jerrod Carmichael), y a la encargada de un prostíbulo, Swiney (Kathryn Hunter), que demuestra una rara combinación entre libido y astucia. El regreso de Bella a su casa de Londres, por la agonía de Godwin, es la parte más delirante del filme, con la relación con su exesposo, el machista Alfie (Christopher Abbott).
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Esto ocurre en “Los que se Quedan” (2023), cinta dirigida por el cineasta estadounidense Alexander Payne; que cuenta la historia de Paul Hunham (Paul Giamatti), un excelente profesor de historia antigua de una prestigiosa secundaria; pero que no es muy querido por sus alumnos ni por sus colegas, por su sarcasmo y su menosprecio por los demás.
Payne, de 62 años, se destaca precisamente por esto: por su espíritu crítico con la sociedad norteamericana, con cintas en que conjuga un fuerte humor negro, con personajes que no terminan de adaptarse a las normas sociales. Su filmografía lo confirma: “La Pasión de Martin” (1991), “Ruth, Una Chica Sorprendente” (1996), “Elección” (1999), “Acerca de Schmidt” (2002), “Entre Copas” (2004), “Los Descendientes” (2011), “Nebraska” (2013) y “Una Vida a lo Grande” (2017).
En “Los que Quedan” a Hunham le toca quedarse, a fines de 1970, cuidando a los alumnos que no se podrán ir de vacaciones con sus padres, que en principio son cuatro, pero que finalmente será solo uno, el autoflagelante Angus Tully (Dominic Sessa). A ellos se suman la cocinera, Mary (Da’Vine Joy Randolph), y el auxiliar, Danny (Naheem García).
Los tres primeros, sobre todo, vivirán momentos inolvidables, en que irán madurando lentamente y mostrando lo mejor de sí mismos; para llegar a desarrollar una amistad a toda prueba, especialmente entre profesor y alumno; en los días de Navidad, Año Nuevo y en una excursión final a Boston, que no solo terminará por comprometerlos, sino que marcará el destino del maestro Hunham y del ya maduro Tully. A pesar de todos los problemas de los protagonistas, son capaces de encontrarse y sacar afuera fuertes dosis de humanidad; con lo cual Payne, a pesar de su escepticismo, no pierde completamente las esperanzas en la alicaída condición humana.
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Esto ocurre con “La Sociedad de la Nieve” (2023), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta español Juan Antonio Bayona; y que está basada en el libro homónimo de Pablo Vierci; que relata el accidente del 13 de octubre de 1972, y los hechos posteriores, en que cayó el avión de la Fuerza Aérea uruguaya en la Cordillera de Los Andes, con 45 personas a bordo, principalmente jóvenes rugbistas de esa nacionalidad; y de los cuales solo sobrevivieron 16 pasajeros, después de 72 días del accidente.
Bayona, de 48 años, había dirigido anteriormente cuatro largometrajes: “El Orfanato” (2007), “Lo Imposible” (2012), “Un Monstruo Vine a Verme” (2016) y “Jurassic World: El Reino Caído” (2018), en los cuales demuestra un buen manejo del oficio cinematográfico, principalmente en lo que se refiere al tratamiento de los personajes y la estructura narrativa, para que no decaiga la atención del espectador.
En esta cinta, la tercera que se realiza sobre el mismo tema, Bayona ocupa el punto de vista de Numa (Enzo Vogrincic), joven que no era rugbista y que viajó invitado por dos amigos, para narrar esta sobrecogedora historia de sobrevivencia, que tuvo que superar fuertes disquisiciones morales entre sus protagonistas; la principal, que debieron alimentarse de los cuerpos de los fallecidos, para no morir de inanición.
Otros dos pasajeros fundamentales fueron Nando Parrado (Agustín Pardella) y Roberto Canessa (Matías Recalt), que caminaron diez días por la cordillera hacia Chile, para finalmente encontrarse con un arriero; y posibilitar que rescataran a los otros 14 sobrevivientes, que esperaban en el lugar del accidente.
La cinta, en todo caso, transmite el fuerte lazo que creo el grupo para salvarse; destacando algunos liderazgos naturales, como el del capitán del equipo, Marcelo (Diego Vegezzi) y otros que se dieron por las circunstancias, como el de los primos Strauch, que tuvieron una misión delicada y fundamental.
Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-24936669223927337612024-03-28T08:48:00.000-07:002024-03-28T08:48:50.506-07:00“RITA MORENO: UNA CHICA QUE DECIDIO IR POR TODAS”Si existe un cine latinoamericano perfectamente una de sus temáticas y sentidos podría ser rescatar figuras e historias de personajes de la cultura de este subcontinente, que han superado todas las dificultades de ser latinos en los países llamados del Primer Mundo.
El documental “Rita Moreno: Una Chica que Decidió ir por Todas” (2021), cinta dirigida, producida y editada por la cineasta portorriqueña Mariem Pérez Riera, es una excelente prueba de esta hipótesis; ya que retrata de gran manera la vida de la actriz, bailarina y cantante borinqueña Rita Moreno y de las muchas vallas que tuvo que superar para triunfar en Estados Unidos, luego de llegar pequeña, junto a su madre, desde su país de origen.
Pérez Riera, ha dirigido además otras tres películas: “Mal de Amores” (2007), codirigida con Carlos Ruiz; “Croatto, la huella de un Emigrante” (2016) y “San Juan, Más Allá de las Fronteras” (2022), en las que claramente existe una preocupación por la identidad cultural de su país, la que se puede extrapolar a los demás miembros de América Central y Sudamérica, tan marcados por la migración europea y por la inmigración a Europa y Estados Unidos y Canadá.
“Rita Moreno…” es una cinta que combina acertadamente el material de archivo y las entrevistas para construir un perfil fantástico de esta gran artista, que aún está viva y que tiene 92 años. De hecho, la principal serie de entrevistas que da sustento y credibilidad al filme es la que protagoniza la propia Moreno, transformándose en un registro de gran valor, que ya se encuentra en la historia del cine, por los involucrados y por los hechos que le tocó protagonizar como artista completa, como mujer y como latina, en un mundo machista y racista.
Así por ejemplo, su papel de Anita en la cinta “West Side Story” (1961) de Robert Wise, que tuvo un remake en 2021 dirigido por Steven Spielberg y en que también actúa Rita Moreno. Otra historia fundamental fue su larga y tormentosa relación con Marlon Brando, que curiosamente culminó cuando actuaron juntos en “La Noche del Día Siguiente” (1969). O el hecho de que pertenece al selecto grupo que ha ganado el Emmy, el Grammy, el Oscar y el Tony, los principales premios del cine y la música.; a pesar de que nunca dejó de luchar por los derechos de la mujer en una industria tan conservadora.
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Esto ocurre con “Maestro” (2023), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Bradley Cooper; y que narra parte de la existencia del músico contemporáneo del país del norte, Leonard Bernstein (1918-1990); desde que asumió a los 25 años la dirección de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, por enfermedad de su titular, Bruno Walter.
Cooper, de 48 años y muy conocido como actor, había dirigido anteriormente solo un largometraje, “Ha Nacido una Estrella” (2018), con Lady Gaga; con lo cual queda claro su afinidad con personajes de la música, ya que él mismo también es músico.
En “Maestro”, a través de un largo racconto, a propósito de una entrevista que le están haciendo en su casa, instalado en el piano y tocando; la cinta se centra en su relación de noviazgo y matrimonio con la actriz chileno-costarricense Felicia Montealegre (Carey Mulligan); luego de una relación con el músico David Oppenheim (Matt Bomer), con lo cual queda clara la bisexualidad de Bernstein (Bradley Cooper), desde el comienzo de la película.
En esta primera etapa de su vida, en blanco y negro, serán claves algunos interesantes personajes, como el compositor Aaron Copland (Brian Klugman); su hermana Shirley (Sarah Silverman); y su profesor, Serge Koussevitzky (Yasen Peyankov); los cuales, a través de sus diálogos y comentarios, aportarán a crear el rompecabezas de la personalidad del complejo Bernstein.
La segunda parte tiene como centro el intenso matrimonio con Felicia, con la cual tendrá tres hijos: Jamie (Maya Hawke), Alexander (Sam Nivola) y Nina (Alexa Swinton); que terminarán aceptando las “excentricidades” del músico; y que se unirán fuertemente con la enfermedad mortal de Felicia, a pesar de un corto paréntesis, que no influyó en la fortaleza de esta singular familia.
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“Desapareció una Noche” (2007) es la ópera prima como director y guionista del estadounidense Ben Affleck, quien ya tenía una importante carrera como actor; y como tal tiene importantes aciertos, pero también algunos ripios que fue mejorando y superando con sus trabajos posteriores como director.
Affleck, de 51 años, ha dirigido posteriormente cuatro largometrajes: “The Town: Ciudad de Ladrones” (2010), “Argo” (2012), “Vivir de Noche” (2016) y “Air” (2023), en los que ha demostrado un buen manejo de actores y preocupación por temáticas relacionadas con el delito y el dilema moral que existe detrás, tanto para los delincuentes como para los policías.
En “Desapareció una Noche”, una pareja de investigadores privados, formada por Patrick (Casey Affleck) y Angie (Michelle Monaghan) tiene la difícil misión de colaborar en el trabajo policial para encontrar a la pequeña Amanda (Madeline O’Brien), que ha sido secuestrada por desconocidos.
Lo más interesante del filme es la galería de personajes cercanos a la niña. Primero sus familiares: su madre prostituta y adicta, Helene (Amy Ryan); su tío redimido, Lionel (Titus Welliver); y su tía neurótica, Bea (Amy Radigan). Luego, los policías: el capitán Jack Joyle (Morgan Freeman) y los detectives Remy Bressant (Ed Harris) y Nick (John Ashton); todos ellos con un papel particular en esta investigación, que se adentra bastante en los submundos de la ciudad de Boston, bares de mala muerte y la venta de drogas.
Mientras la película se plantea como un policial serio, con personajes bien delineados, transcurre de buena forma; pero en la parte final el guion se enreda innecesariamente, planteando disquisiciones morales artificiosas y soluciones argumentales poco creíbles, con un desenlace que peca de inconsistencia. Esto se manifiesta principalmente en la relación entre Patrick y Angie, que se ve sólida la mayor parte del filme, pero que al final, por un falso dilema, se termina abrupta e irremediablemente.
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Esto lo dice uno de los personajes en “Dejar el Mundo Atrás” (2023), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Sam Esmail; y que en forma muy perturbadora; y con señales paulatinas y apoyadas en muy bien elaborado suspenso, hace participar al espectador en forma indirecta del comienzo de un ataque global a Estados Unidos.
Esmail, de 46 años, había dirigido anteriormente solo un largometraje: “Comet” (2014), que también tiene una temática de ciencia ficción o distopía; al parecer las grandes preocupaciones de este realizador.
En “Dejar el Mundo Atrás” la historia y el guion están planteados inteligentemente. La consultora en ventas Amanda Sandford (Julia Roberts) decide que su familia, que vive en Nueva York, necesita en forma urgente unas vacaciones y arrienda una hermosa y tremenda casa en el campo, en Long Island; hacia donde se dirigen junto a su esposo, el profesor universitario Clay (Ethan Hawke); su hijo adolescente Archie (Charlie Evans) y su hija Rose (Farrah Mackenzie), para gozar de la playa y la piscina temperada, aislados del mundo.
Todo transcurre de acuerdo a lo planeado hasta que, estando la familia en la playa, un gigantesco buque petrolero encalla en la arena, en una imagen apocalíptica y surrealista; a partir de la cual las señales inusuales van en aumento, logrando crear un clima de misterio progresivo y atemorizante. Los signos más inquietantes los provocan los animales: grandes grupos de silenciosos venados se acercan a la casa de los Sandford y hermosos flamencos se dejan caer en las tibias aguas de la piscina.
La situación se hace más extraña con la aparición del propietario de la casa, George (Mahershala Ali) y su joven hija, Ruth (Myha’la); que piden hospitalidad, causando la sospecha y la desconfianza especialmente de Amanda; hasta que las circunstancias los obligan a sincerarse y unirse.
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Así, “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” (2023), cinta dirigida por el cineasta francés Martin Bourboulon y basada en la novela clásica de Alexandre Dumas, es la primera de una serie que ya lleva dos filmes y que no se sabe cuántas alcanzará.
Bourboulon, de 44 años, ha dirigido además cuatro largometrajes: “Papá o Mamá” (2015), “Papá o Mamá 2” (2016), “Eiffel” (2021) y “Los Tres Mosqueteros: Milady” (2023), en los que demuestra un buen manejo de los recursos del lenguaje cinematográfico.
En “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” expone y desarrolla de buena forma a los personajes protagónicos y secundarios. El principal es D’Artagnan (Francois Civil), llegado de Gasconia a Paris, con la intención de incorporarse a los Mosqueteros del Rey Luis XIII (Louis Garrel) y en el primer día se reta a duelo con Los Tres Mosqueteros en situaciones distintas: con el sabio Athos (Vincent Cassel), el fuerte Porthos (Pio Marmai) y el elegante Aramis (Romain Duris); con los cuales también rápidamente se transformará en amigo y socio.
Como corresponde, además, D’Artagnan se involucra en una conspiración en contra del rey, en la cual está involucrada Milady (Eva Green) y el cardenal Richelieu (Eric Ruf); y se enamora de una doncella de la reina, Constance (Lyna Khoudi), con la cual los Mosqueteros deben compartir el secreto del amorío de la monarca (Vicky Krieps) con el Duque de Buckingham (Jacob Fortune-Lloyd). Todas estas peripecias, con cabalgatas y peleas a espada incluidas, son el meollo de esta cinta, que cumple con las características de un buen filme de aventuras: personajes bien delineados y acción con un ritmo que no da respiro al espectador.
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Esto ocurre en “Napoleón” (2023), cinta dirigida y producida por el cineasta británico Ridley Scott; que relata parte de la vida del emperador francés, pero desde la perspectiva de su relación con Josefina Bonaparte (Vanessa Kirby), su esposa, amiga y confidente, que se mantuvo hasta la muerte de ella; a pesar de que estaban divorciados, porque nunca pudo darle un heredero.
Scott, de 86 años, es uno de los directores vivos más respetados del planeta, con cintas inolvidables como “Los Duelistas” (1977), “Alien” (1979), “Blade Runner” (1982), “Thelma y Louise” (1991), “Gladiador” (2000), “Hannibal” (2001), “Los Impostores” (2003), “Gangster Americano” (2007), “Prometeo” (2012), “El Marciano” (2015), “Todo el Dinero del Mundo” (2017) y “La Casa Gucci” (2021), entre otras.
“Napoleón” (Joaquín Phoenix) logra por momentos las alturas de su mejor cine, sobre todo cuando escarba en la humanidad del personaje, en su romanticismo frente a Josefina, desde que la conoció; pero también en otros aspectos, como su seguridad para gobernar y codearse con otros monarcas y con la nobleza; pero también su gusto por participar directamente en las batallas y su proximidad con los soldados, que no por nada lo aclamaron luego que volvió de su primer exilio en la isla de Elba.
Otro punto alto de la cinta es la reconstrucción de la Batalla de Waterloo, que marcó su definitiva declinación, que perdió contra los ingleses, al mando del Duque de Wellington (Rupert Everett); por no haber querido atacar bajo la lluvia. También su relación con otros monarcas, como el Zar Alejandro (Edouard Philipporat) y Francisco I (Miles Jupp), del imperio austro-húngaro, con quienes se mostró cercano y condescendiente. En la trastienda de la política francesa, el filme muestra magistralmente el auge y la caída de Robespierre (Sam Troughton) durante la Revolución Francesa; y la sagacidad y resiliencia de Talleyrand (Paul Rhys), Canciller y Primer Ministro, que se mantuvo vigente durante más de cuarenta años, sobreviviendo todo tipo de gobiernos.
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"Seduciendo a un Extraño" (2007), cinta dirigida por el cineasta estadounidense James Foley, tiene ese problema; ya que el guión mezcla elementos de la investigación periodística con el thriller psicológico y además plantea demasiadas casualidades para poder hacer encajar los diversos giros argumentales.
Este es el mayor problema del filme: las salidas y variaciones de la historia no se justifican, por falta de densidad y desarrollo de los personajes; y porque las soluciones argumentales a los conflictos no resultan del todo creíbles y justificadas.
Foley, de 69 años, tiene una larga trayectoria, que comienza en los años '80; pero la verdad es que no tiene títulos de importancia, siendo un director de la medianía y sin mayor originalidad ni vuelo creativo. Sus cintas más conocidas son “Pasión Obsesiva” (1996), “Cámara Sellada” (1996), “50 Sombras Más Oscuras” (2017) y “50 Sombras Liberadas” (2018), que lo convierten en un buen artesano del oficio cinematográfico.
En “Seduciendo a un Extraño” la protagonista es una periodista, Rowena Price (Halle Berry), que lleva meses investigando a un senador republicano de doble standard, ya que por un lado defiende la familia tradicional y por otro, esconde su homosexualidad; reportaje que finalmente no podrá publicar por el soborno que realiza el afectado al diario y al testigo principal. Su colega y coinvestigador es Miles Haley (Giovanni Ribisi), quien está enamorado secretamente de Rowena y tiene extraños comportamientos que a ella no le sorprenden.
Luego de esta frustrada publicación deciden investigar a Harrison Hill (Bruce Willis), un exitoso publicista aparentemente implicado en el asesinato de una amiga de la infancia de Rowena, que había sido amante de Hill; momento desde el cual el argumento se torna cada vez más previsible, a pesar de los intentos de Foley de salvar el filme, con unos bruscos cambios argumentales, que resultan artificiales y poco sustentados. Esta inconsistencia se refleja también en pequeños flashbacks que tiene Rowena, donde se da a entender que en su infancia fue abusada por su padre o padrastro, el cual fue muerto por su madre, ante sus ojos; y que no se entiende qué consecuencias tienen en su vida actual. En resumen, una cinta decepcionante, que desperdicia una reparto de primera y una historia con mucho potencial.
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“El Asesino” (2023), cinta dirigida por el cineasta estadounidense David Fincher, y basada en la novela gráfica del mismo nombre, de Alexis Nolent y Luc Jacamon; logra de buena manera dicho traspaso, apelando a un buen montaje y a la narración, paralela a los acontecimientos, en primero persona del protagonista, el Asesino (Michael Fassbender), un sicario profesional, que por un accidente imprevisible no logra matar a su último Objetivo (Eudore Hules); lo cual lo hará rebobinar e intentar salvar su vida, ya que el procedimiento en estos casos es eliminar al asesino que se equivoca.
Fincher, de 61 años, es uno de los directores actuales más interesantes, con cintas muy destacadas, como “Los 7 Pecados Capitales” (1995), “El Club de la Pelea” (1999), “Zodiac” (2007), “El Curioso Caso de Benjamin Button” (2008) y “Mank” (2020), entre otras; en las cuales su impronta radica en notables puestas en escena, a partir de originales guiones y el desarrollo en profundidad de interesantes personajes.
En este caso, el foco está puesto casi absolutamente en el Asesino, como un “tour de force”; riesgo que Fincher asume con una edición a gran ritmo y con la responsabilidad de Fassbender de interpretar un rol difícil, ya que casi no habla, salvo el relato en off que nos permite conocer sus motivaciones y pensamientos, con frases obsesivas que se repiten una y otra vez; no para enmendar el error, porque eso es imposible, sino para mantenerse con vida.
En este notable periplo en reversa, se va encontrando con el Abogado (Charles Parrell) y su secretaria Dolores (Kerry O’Malley), con el Bruto (Sala Baker), con la Jefa (Tilda Swinton) y con el Cliente (Arliss Howard), para saber si tiene algún problema personal con él; y poder continuar con su nueva existencia, ya que la otra quedó absolutamente atrás. “El Asesino” no es una cinta fácil, pero resulta entretenida para quienes aprecian un filme inteligente y bien construido.
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Estos requisitos se cumplen a cabalidad en “Nyad” (2023), cinta dirigida por el matrimonio de cineastas estadounidenses Jimmy Chin y Elizabeth Chai; y que está basada en el libro “Buscar un Camino”, escrito por Diana Nyad, nadadora de aguas abiertas que, en su quinto intento, en 2013, y a los 64 años de edad, logró nadar desde La Habana hasta los cayos de Florida, en total 164 kilómetros, una hazaña descomunal.
Chin, de 50 años, y Chai, de 46 años, habían dirigido en conjunto cinco largometrajes documentales: “Meru” (2015), “Free Solo” (2018), “Rescate de las Profundidades” (2021), “Regreso al Espacio” (2022) y “Vida Salvaje” (2023); todas historias que rescatan aspectos positivos de la especie humana, ya sean proyectos, expediciones o salvamentos; pero siempre con un buen nivel en el uso del lenguaje cinematográfico.
En “Nyad” se reitera esta cualidad. El guion dosifica bien la progresión narrativa de los cinco intentos de Diana (Annette Bening), con flash backs, ya que su primera tentativa la realizó a los 28 años. Además, hay traumas cuyas imágenes la visitan una y otra vez, mientras nada; como el abuso que sufrió de su entrenador Jack Nelson (Eric Miller), durante su adolescencia.
Un personaje fundamental es el de su amiga y entrenadora actual, Bonnie (Jodie Foster); quien es clave no solo en el logro deportivo, sino también en su estabilidad emocional. Esta relación la hace tomar conciencia de la importancia del equipo, ya que un objetivo como el que se ha trazado, prácticamente imposible de lograr, tiene muchos aspectos que se deben profesionalizar. El que fija la ruta es John Bartlett (Rhys Ifans); la capitana, Dee Brady (Karly Rotherberg), una experta en medusas, Naomi (Erica Cho), un médico (Garland Scott) y dos expertos en distracción de tiburones, Luke (Luke Cosgrove) y Diver (Marcus Young); un equipo que transformó el desafío de Nyad en una misión que también hizo trascender sus existencias a un nivel extraordinario.
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“El Negocio del Dolor” (2023), cinta dirigida y producida por el cineasta británico David Yates, está basada en la novela de Evan Hughes, que está inspirada libremente en el caso del médico y millonario John Kapoor, que comercializó un remedio para combatir el dolor en el tratamiento del cáncer, a base de fentanilo, el cual era altamente adictivo; y por lo cual estuvo preso, luego de una investigación del FBI.
Yates, de 60 años, es conocido principalmente por la dirección de dos sagas, la de Harry Potter: “La Orden del Fénix” (2007), “El Misterio del Príncipe” (2009), “Las Reliquias de la Muerte, parte I” (2010 )y la parte II (2011); y la de “Animales Fantásticos” (2016), que incluyó además “Los Crímenes de Grindewald” (2018) y “Los Secretos de Dumbledore” (2022). También, ha dirigido “The Tichborne Claimant” (1998) y “La Leyenda de Tarzán” (2016), que demuestran su buen manejo de la acción y del rimo narrativo; y de la dirección de actores y construcción de personajes.
En “El Negocio del Dolor” ratifica estas cualidades. Con buen ritmo y una entretenida narración, nos expone la situación de los protagonistas. Primero, Liza Drake (Emily Blunt), con su hija adolescente Phoebe (Chloe Coleman), que viven en el garaje de la casa de su hermana, donde además reside su madre, Jackie (Catherine O’Hara), con una situación económica paupérrima que la obliga a trabajar de striper. En ese lugar conoce al gerente de ventas de un laboratorio, Pete Brenner (Chris Evans), que la invita a trabajar con él sin mucha convicción; a pesar de lo cual, en unos días, recogerá el guante, desesperada, iniciando una carrera meteórica con la venta del fármaco, utilizando atractivas vendedoras, sobornando médicos y organizando para ellos “programas de oradores”, que en realidad consistían en salidas a bares y clubes nocturnos.
Por último, el inescrupuloso y ambicioso creador del fármaco, el Dr. Neel (Andy García), que lideró esta desquiciada aventura comercial, que afortunadamente tenía los días contados.
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Se trata de “Los Asesinos de la Luna” (2023), cinta dirigida, producida y escrita por Scorsese; y basada en el libro de investigación del periodista David Grann, que narra la historia del millonario William Hale (Robert de Niro), quien convence a su sobrino, Ernest Burkhart (Leonardo di Caprio) para casarse con Mollie (Lily Gladstone), de la tribu Osage, heredera, junto a sus tres hermanas, de tierras ricas en “oro negro”. El plan es primero matar a sus hermanas, Ana (Cara Jade Myers), Reta (Janae Collins) y Minnie (Jillian Dion), y luego a su propia esposa, acicateado por su tío y con la complicidad de sicarios y de la clase alta de la zona, racista y clasista; hasta que llega el FBI, a cargo de Tom White (Jesse Plemons).
Scorsese tiene cintas inolvidables, algunas con más de 50 años, como “Calles Peligrosas” (1970) y “Berta, Ladrona y Amante” (1972); y otras que ya son clásicas: “Alicia Ya no Vive Aquí” (1974), “Taxi Driver” (1976), “New York, New York (1977), “Toro Salvaje” (1980), “El Rey de la Comedia” (1982), “El Color del Dinero” (1986), “La Última Tentación de Cristo” (1988) y “Buenos Muchachos” (1990). Luego de eso, por lo menos 7 que lo serán con el tiempo: “Cabo de Miedo” (1991), “La Edad de la Inocencia” (1993), “Casino” (1995), “Gangster de Nueva York” (2002), “Isla Siniestra” (2010), “El Lobo de Wall Street” (2013) y “El Irlandés” (2019).
Desde siempre, Scorsese ha fijado su mirada en tópicos que definen su natal Nueva York y el desarrollo de su país, especialmente ligados al mundo de la mafia, de las finanzas y del mundo del espectáculo; elementos que están en la base de la riqueza de Estados Unidos, siempre con el predominio de los poderosos sobre los demás, sin ningún tipo de escrúpulos ni miramientos. Así nos los dice Scorsese, una y otra vez, con sus geniales películas.
Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-68044272689885068422023-12-28T13:09:00.000-08:002023-12-28T13:09:38.715-08:00“JUEGO LIMPIO”El mundo de las finanzas es despiadado, más aún en Wall Street, Nueva York; el centro neurálgico de las grandes transacciones comerciales a nivel planetario. Ahora, si en el medio de ese ambiente se intenta una relación amorosa, es posible que termine siendo condenada al fracaso por la competitividad y el machismo imperante.
Ese parece ser el sentido de “Juego Limpio” (2023), cinta dirigida, escrita y producida por la cineasta estadounidense Chloé Domont; y que podría ser definida como un thriller psicológico; centrándose con fuerza y profundidad en la relación sentimental de Emily (Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich), dos analistas de una compañía de inversiones, que viven juntos a escondidas hace dos años, porque va en contra de las políticas de la empresa.
Domont, de 36 años, había dirigido anteriormente varios cortometrajes y series de televisión; lo que justifica el buen nivel de “Juego Limpio”, a pesar de ser su primer largometraje. Lo que más impresiona es el crudo retrato de las relaciones al interior de esta compañía de inversiones, donde se mueven millones de dólares, con un alto nivel de riesgo.
En un principio, a pesar de su clandestinidad como pareja, Emily y Luke son felices y apasionados, y piensan casarse y oficializar su relación frente al mundo; pero el ascenso de Emily como gerente complica y resquebraja el entendimiento entre ambos; sobre todo porque se suponía que el que ascendería primero sería Luke; el cual, aunque no lo reconozca, termina siendo tragado por la frustración y el resentimiento.
El jefe directo de Luke, Rory (Sebastian de Souza); otro gerente, Paul (Rich Sommer) y el gerente general, Campbell (Eddie Marsan), sobre todo este último, simbolizan magistralmente el poder y la falta de consideración con que tratan a los funcionarios, cuando estos se equivocan o no logran las ganancias que se esperan, luego de cada operación financiera en que arriesgan su futuro. Lo único que se podría criticar de la cinta es que en todo momento pareciera que la gran tensión permanente va a estallar en un hecho catastrófico o delictual, que nunca llega; lo que produce una sensación de insuficiencia, digerible al fin y al cabo, por el buen nivel general de la cinta.
Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-75017812754107861462023-12-28T13:08:00.000-08:002023-12-28T13:08:26.519-08:00“YO, TONYA”Hay vidas que parecen marcadas por el destino y que, a pesar de sus grandes talentos y habilidades, no logran llegar a la plenitud y a las cumbres que se merecen. El cine es un buen vehículo para contar estas dramáticas historias, que demuestran que el entorno familiar y social es fundamental para el desarrollo armónico de las personas, incluso las más dotadas.
Es el caso de “Yo, Tonya” (2017), cinta dirigida y producida por el cineasta australiano Craig Gillespie; y que cuenta la vida de la patinadora estadounidense sobre hielo Tonya Harding, que obtuvo grandes logros deportivos; pero que también se vio vuelta en escándalos y problemas, que imposibilitaron que ganara medalla en las dos olimpíadas en que participó.
Gillespie, de 56 años, ha dirigido además siete largometrajes: “Mr Woodcock” (2007), “Lars y Una Chica de Verdad” (2007), “Noche de Miedo” (2011), “El Chico del Millón de Dólares” (2014), “La Hora Decisiva” (2016), “Cruella” (2021) y “Golpe a Wall Street” (2023); la mayor parte comedias entretenidas, bien construidas y con personajes bien desarrollados.
En “Yo, Tonya” demuestra que también puede construir un buen drama; en el cual es clave el reparto y la estructura narrativa, combinando elementos del documental con la ficción. Así como aparecen tres etapas de la existencia de Tonya (una acertada Margot Robbie), desde su infancia hasta su juventud; se intercala una entrevista a ella en su época actual. Estos diálogos se dan también con otros personajes que fueron claves en su historia, como su madre, Lavona (Allison Janney); su marido, Jeff Gillooly (Sebastian Stan); el amigo de éste, Shawn (Paul Walter Hauser); y un periodista que siguió toda su trayectoria, Martin Maddox (Bobby Cannavale).
De esta manera quedan claros tanto los problemas que debió sortear como sus importantes y únicos logros deportivos. La violencia física y psicológica que debió soportar por parte de su madre y de su esposo, la ausencia del padre, la pobreza y la discriminación social del mundillo del patinaje. Por otro lado, fue campeona de Estados Unidos en 1991 y 1994 y medalla de plata en el campeonato Mundial de 1991, año en que logró ser la primera estadounidense en realizar un triple áxel, salto de una dificultad técnica impresionante.
Alvaro Inostroza Bidarthttp://www.blogger.com/profile/00299956994130280735noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-845416317005949390.post-88246340434099549632023-10-10T13:49:00.002-07:002023-10-10T13:49:55.695-07:00“DIALOGO DE EXILIADOS”Raúl Ruiz, el director chileno más importante de la historia, tenía 32 años para el Golpe de Estado del ’73 y tuvo que salir exiliado por sus ideas políticas de izquierda, aunque nunca fue militante y siempre mantuvo una mirada irónica y crítica respecto de la vida partidista y de la mirada ideológica de la realidad cotidiana.
Su primera película en la diáspora, en Francia, fue “Diálogo de Exiliados” (1974), cinta dirigida, escrita y producida por Ruiz; que retrata la vida de un grupo de expatriados en París, principalmente sus costumbres y dificultades, tanto económicas, políticas e idiomáticas.
Ruiz, que vivió 70 años, desarrolló una importante trayectoria antes del Golpe con cintas como “El Tango del Viudo” (1967), “Tres Tristes Tigres” (1968), “La Colonia Penal” (1970), “Nadie Dijo Nada” (1971), “La Expropiación” (1972), “El Realismo Socialista” (1973) y “Palomita Blanca” (1973), aunque estas dos últimas debieron estrenarse después del retorno de la democracia.
Su época post golpe fue aún más fructífera y lo llevó a dirigir más de 50 películas, entre las que destacan “Las 3 Coronas del Marinero” (1983), “La Ciudad de los Piratas” (1983), “La Isla del Tesoro” (1985), “La Telenovela Errante” (1990), “Genealogías de un Crimen” (1996), “El Tiempo Recobrado” (1999), “Cofralandes” (2002), “Días de Campo” (2004), “Klimt” (2006) y “Misterios de Lisboa” (2010), entre otras.
En “Diálogo de Exiliados”, un grupo de chilenos viven y trabajan para la resistencia anti Pinochet, en un departamento, en el cual se desplazan como en un laberinto, reflejo de los vericuetos mentales y existenciales que enfrentan. Los protagonistas son verdaderos exiliados del mundo de la cultura chilena como el fotógrafo Luis Poirot, la actriz Carla Cristi, el productor Percy Matas, el poeta Waldo Rojas, la cineasta Valeria Sarmiento (esposa de Ruiz), entre los más conocidos; los actores franceses Daniel Gelin, Francoise Arnoul y Huguette Faget y el argentino Edgardo Cozarinsky. Un caso aparte es el actor Sergio Hernández, que interpreta al cantante Fabián Luna, el cual llega a Paris a promocionar el gobierno militar, pero que será persuadido por los “compañeros” sin mucha dificultad, entre halagos y alcohol.
El humor negro, las situaciones absurdas y ridículas, el asambleísmo para decidir cuestiones prosaicas, preguntas que se lanzan y no se responden sirven a Ruiz para retratar no sólo la situación de los exiliados, sino también de la identidad permanente de los chilenos, con frases notables como “a Chile no lo entiende nadie” y los frustrados cambios sociales quedarán “para la próxima revolución”, que aún seguimos esperando.
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