jueves, 28 de marzo de 2024
“SHIRLEY”
Hay un cine independiente que recoge cada vez más historias que tienen que ver con los territorios y con las luchas sociales y políticas, por temas de género y de etnias, y que vienen ganando espacio lentamente en las audiencias masivas.
“Shirley” (2024), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense John Ridley; pertenece a esta tendencia; ya que cuenta la historia de Shirley Chisholm (Regina King), una de las primeras diputadas negras del país del norte y que fue precandidata a la presidencia de la república en 1972 por el Partido Demócrata, con todas las dificultades que eso pudo implicar, en un país tan racista y machista.
Ridley, de 59 años, había dirigido cuatro largometrajes: “Sangre Fría” (1997), “Jimi: Todo es por mi Lado” (2013), el documental “Déjalo Caer: Los Angeles 1982-1992” (2017) y “Needle in a Timestack” (2021); en los cuales demuestra un interesante manejo del lenguaje cinematográfico y una preocupación por temas culturales y socio-políticos de la etnia afroamericana.
En “Shirley” nos muestra precisamente la red de colaboración que construye primero para llegar a ser diputada y luego su crecimiento para ser la primera precandidata de color a la Presidencia. Aquí destacan el apoyo de su esposo, Conrad (Richard Cherrie); de Arthur Hardwick Jr. (Terrence Howard), de Wesley Holder (Lance Reddick); del abogado blanco Robert Gottlieb (Lucas Hedges) y de Bárbara Lee (Christina Jackson); los cuales, gracias a ella, lograron con los años importantes carreras políticas y profesionales.
Porque, aunque finalmente no logró ser candidata, marcó una huella y un modo de hacer política, transparente y comprometida con el pueblo, que fue una verdadera escuela para sus colaboradores y un hito en la historia de Estados Unidos. En este sentido, es un ejemplo de valores, la visita que realizó al Gobernador George Wallace (W. Earl Brown), luego de que éste sufriera un atentado, a pesar de ser su contrincante político. También la cinta es un crudo retrato del modo que se negocian los acuerdos al interior de un mismo partido, por intereses cortoplacistas, como lo hicieron los diputados Walter Fauntroy (André Holland) y Ron Dellums (Dorian Missick), a pesar de haberle prometido sus votos a Shirley en la carrera presidencial.
“DAMSEL”
Son pocas las películas, cuyo objetivo principal es la entretención, que alcanzan un nivel estético interesante; lo cual no tiene por qué ser una regla, ya que una cinta bien construida y con buen uso del lenguaje cinematográfico, más allá del tema que trate y la historia, siempre resulta agradable al espectador atento y sensible.
Lamentablemente “Damsel” (2004), cinta dirigida por el cineasta español Juan Carlos Fresnadillo, cae dentro del primer grupo, es decir cintas meramente de entretención, lo que antiguamente se conocía como filmes de matiné, a la que se acostumbraba llevar a los niños y preadolescentes para que salieran a tomar un poco de aire y no molestaran tanto en la casa.
Fresnadillo, de 56 años, en todo caso, no es ningún principiante. Ya había dirigido tres largometrajes; “Intacto” (2001), “28 Semanas Después” (2007) e “Intrusos” (2011); por lo cual, al parecer, para volver a la dirección tuvo que aceptar este proyecto bastante comercial, de cine de fantástico.
El personaje central es Elodie (Millie Bobby Brown), hija mayor de Lord Bayford (Roy Winstone), señor feudal cuyo pueblo está sumido en la pobreza y pasando hambre; por lo que recibe con alegría la oferta de casarla con el príncipe Henry (Nick Robinson), heredero de un poderoso y rico reino vecino, que es conducido por la reina Isabel (Robin Wright) y el Rey Roderick (Milo Twomey). La familia de Elodie; que completan su madrastra, Lady Bayford (Angela Bassett) y su hermana menor, Floria (Brooke Carter) viajan encantadas a la boda, sin saber que a Elodie la espera un terrible destino, asociado a un temible y vengativo dragón.
Hasta ahí, todo más o menos bien para una cinta liviana, de aventuras y con mucho colorido; pero con el correr de los minutos, con el enfrentamiento entre Elodie y el dragón, la primera se va convirtiendo en una verdadera guerrera amazona; hasta llegar al punto de asociarla más con un personaje de historieta, una súper heroína; que con una persona de carne y hueso, como se pretendía en la introducción de la película, cuando aparecía preocupada por los pobres sin alimento del feudo de su padre, cortando ella misma la leña para poder calentarlos y cocinar.
“OPERACIÓN MONUMENTO”
El guion es uno de los elementos claves en el lenguaje cinematográfico, a pesar de que los puristas indican que el montaje y el uso de la cámara son factores más específicos de la lingüística audiovisual. Efectivamente, el guion tiene un origen literario; pero la estructura narrativa de una cinta y la historia que la justifica son fundamentales en el interés de la misma; como factores iniciales para una buena filmación y una posterior y determinante edición de la película.
Esto queda clarísimo en “Operación Monumento” (2014), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta y actor estadounidense George Clooney y que está basada en el libro “The Monuments Men” de Robert M. Edsel y Bret Witter; y que relata el trabajo que realizó la Comisión de Monumentos, Bellas Artes y Archivos de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial y cuyo principal trabajo fue recuperar la mayor cantidad posible de obras de arte que se robaron los alemanes, durante las invasiones que realizaron en Europa, para devolverlas a sus legítimos dueños.
Clooney, de 62 años, ha desarrollado una interesante carrera como director, con cintas como ”Confesiones de una Mente Peligrosa” (2002), “Buenas Noches y Buena Suerte” (2005), “Los Idus de marzo” (2008), “Suburbicon” (2017), “El Bar de las Grandes Esperanzas” (2021) y “Los Chicos en el Bote” (2023), entre otras; donde claramente su intención es rescatar pequeños relatos épicos o historias alternativas a los grandes hitos militares y políticos del siglo XX y del acontecer reciente.
“Operación Monumento” responde a esta misma lógica. Un grupo de profesionales del arte y la arquitectura vuelve a vestir de militar, pero esta vez para intentar recuperar valiosas obras de arte, como la “Madona de Brujas” de Miguel Angel o el políptico de Gante de los hermanos Van Eyck. A cargo del teniente Frank Stokes (George Clooney), el equipo lo integran los estadounidenses James Granger (Matt Damon), Richard Campbell (Bill Murray), Walter Garfield (John Goodman) y Preston Savitz (Bob Balaban); el inglés Donald Jeffries (Hug Bonneville) y el francés Jean Claude Dermont (Jean Dujardin), en una combinación de pasión y compromiso, que emociona al espectador; y que tuvo la ayuda clave de la conservadora del Museo Jeu de Paume, Claire Simone (Cate Blanchett).
“REPTILES”
Hay óperas primas que sorprenden por su alto nivel de realización y el buen manejo del lenguaje cinematográfico; y que nos hablan de un aprendizaje anterior, que muchas veces se efectúa no precisamente en la dirección de largometrajes de ficción, pero que resulta igual de efectivo a la hora de construir una cinta como corresponde, y además con una mirada personal y una marca de estilo.
Esto ocurre con “Reptiles” (2023), cinta dirigida y escrita por el cineasta estadounidense Grant Singer, de 38 años; el cual entre 2012 y 2022 desarrolló una interesante carrera como director de videoclips; lo que sin duda lo capacitó en materia de montaje cinematográfico, en lo que se refiere a capacidad de síntesis y en la utilización de la elipsis como recurso narrativo del lenguaje audiovisual. Además, en 2020, dirigió un largometraje documental sobre la vida del músico popular canadiense Shawn Mendes, lo que le dio aún más experiencia previa.
En “Reptiles”, un thriller policial muy bien construido y cargado de sutilezas, la historia se centra en el asesinato de una agente inmobiliaria, Camille Grady (Frances Fisher), la cual muere con más de treinta puñaladas; donde los sospechosos son varios: su esposo y colega, Will (Justin Timberlake) y la tía de éste, Deena (Catherine Dyer); su exmarido, Sam Gifford (Karl Glusman) y un vecino con cuentas pendientes con la familia, Eli Phillips (Michael Pitt).
Por otro lado, la investigación está a cargo de los detectives Tom Nichols (Benicio del Toro) y Dan Cleary (Ato Essandoh); cuyo entorno está conformado por la esposa del primero, Judy (Alicia Silverstone); el policía Wally (Domenick Lombardozzi), el capitán Allen (Eric Bogosian) y el Jefe Grieber (Mike Priewski). En esta galería de personajes, cada cual está involucrado, en mayor o menor medida, en una red que considera el asesinato, corrupción, narcotráfico y encubrimiento; con elementos del pasado y del presente que afloran en las pesadillas de Tom y en la pesquisa actual. Con retazos, el director va armando en forma paralela, y como una sola unidad, un complejo rompecabezas, cuyas principales piezas son el misterio del asesinato de Camille y su relación con una historia de corrupción que involucra a un grupo de la policía y a la familia Grady.
“FRACTURA”
Todo es realidad. Todo lo vivimos. Todo lo vemos. El día a día está poblado de acciones, pensamientos, recuerdos, fantasías, sueños; para configurar una gran realidad que es lo que nos define a cada uno de nosotros; con nuestros miedos, traumas; pero también alegrías y pequeñas y grandes satisfacciones, que finalmente son lo que construyen nuestras vidas y nuestra percepción de lo que existe y es.
Esta podría ser una de las conclusiones de “Fractura” (2019), cinta dirigida por el cineasta estadounidense Brad Anderson; y que a través de la historia de Maxi Monroe (Sam Worthington), un padre de familia, que sufre un accidente junto a su hija pequeña Peri (Lucy Capri) y su esposa, Joanne (Lily Rabe), nos demuestra que la realidad no es algo tan claro, sino que depende de la interpretación de cada personaje; y por supuesto del espectador, con el cual el director puede jugar a su antojo, dependiendo del talento del mismo en el uso del lenguaje cinematográfico.
Anderson, de 59 años, tiene una vasta filmografía, en la cual destacan filmes como “Accidentes Felices” (2000), “Sesión 9” (2001), “El Maquinista” (2004), “Transiberiano” (2008), “Vanishing 7h Street” (2010), “La última Llamada” (2013), “Asylum” (2014), “El Rehén” (2018) y “Sangre” (2022); en las que ha demostrado un gran manejo del suspenso y de las escenas de acción; con personajes que luchan por cambiar el destino aparente.
En “Fractura”, Maxi, luego del accidente, llega a un hospital perdido en mitad de una carretera, junto a su esposa; para internar a su hija, para que le examinen un brazo que tiene aparentemente fracturado. Aparte de la burocracia normal, el espectador siente que algo extraño está en progreso; lo cual se verifica con la desaparición de madre e hija, luego de horas después de haber ingresado para una resonancia magnética a la menor.
De ahí en más, la cinta toma un aire definitivamente extraño y viciado; y Maxi debe luchar contra todos para intentar recuperar a su familia, con la negación de los médicos, de los administrativos y los guardias; aunque, como señalamos, comenzamos a percibir que la realidad no es lo que parece, sino lo que percibimos dependiendo de quien la cuente o interprete.
“LOS DESCENDIENTES”
Los accidentes graves de algunos de sus integrantes muchas veces producen importantes crisis en las familias y el replanteamiento de decisiones que parecían tomadas y que afectan a todos sus miembros.
Esta podría ser una de las conclusiones de “Los Descendientes” (2011), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Alexander Payne; y que está basada en la novela homónima de la escritora hawaiiana contemporánea Kaui Hart Hemmings y que está ambientada en ese archipiélago, uno de los cincuenta Estados del país del Norte.
Payne, de 63 años, ha dirigido además ocho largometrajes; entre los que destacan “Elección” (1999), “Acerca de Schmidt” (2002), “Entre Copas” (2004), “Nebraska” (2013) y “Los que se Quedan” (2023), que se caracterizan por una aguda mirada a las relaciones interpersonales y a la sociedad de su país; muchas veces con un humor bastante negro y sarcástico.
En “Los Descendientes” esta marca de estilo se repite, aunque quizás algo más suavizada, por la tragedia que está en el origen de la cinta: la madre de la familia, Elizabeth (Patricia Hastle) sufre un grave accidente en una moto de agua, quedando en estado de coma. La noticia de que morirá pronto, que le entrega el médico al marido, Matt King (George Clooney); hará que éste se acerque a sus hijas, la adolescente Alexandra (Shailene Woodley) y la pequeña Scottie (Amara Miller), tratando de tener una relación que nunca ha tenido con ellas.
Por otro lado, el abogado Matt es el fideicomisario de un gran terreno de la sucesión King, que perteneció a los monarcas de las etnias polinésicas originarias de Hawaii, con quienes se emparentaron hace muchas generaciones,
y que están a punto de vender, para hacer un gran resort; decisión que revisará a partir de esta crisis familiar; y que lo hará enfrentarse con sus nueve primos, que encabeza Hugh (Beau Bridges).
El remate de esta espiral trágica será enterarse de que su esposa le era infiel, obsesionándose con conocer al amante, Brian Speer (Matthew Lillard); escena final que solo se entiende a través de los impulsos masoquistas, que tenemos a veces cuando estamos sumidos en la peor de las desgracias.
“RUSTIN”
El cine también puede servir para resaltar personajes de la Historia poco conocidos, pero que, por sus virtudes, bien merecerían un lugar más destacado entre las personas que han aportado al desarrollo de la condición humana.
“Rustin” (2023), cinta dirigida y producida por el cineasta estadounidense George C. Wolfe, destaca la vida de Rustin Bayard (1912-1987), activista norteamericano, que luchó toda su existencia en el Movimiento de los Derechos Civiles de los habitantes del país del Norte y que incluso asesoró a Marthin Luther King (Aml Ameen); en la opción de No Violencia Activa, como gran admirador de Mahatma Ghandi que era Bayard.
Wolfe, de 69 años, había dirigido anteriormente tres largometrajes: “Noches de Tormenta” (2008), “Siempre Estaré Contigo” (2014) y “La Madre del Blues” (2020); cintas en las cuales maneja de buena manera las emociones humanas, especialmente los lazos sentimentales.
En “Rustin” agrega a esta característica, una preocupación por los aspectos sociales de la vida en su país. Y Bayard (Colman Domingo) es un excelente ejemplo para la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. No sólo antirracista, también luchó toda su vida por los derechos de los homosexuales, comunidad a la cual pertenecía; lo cual le significó estar preso en diversas ocasiones y mayores dificultades para realizar su trabajo de activista; condición que le fue enrostrada incluso por compañeros de bando, como el diputado Adam Clayton (Jeffrey Wright) y por Roy Wilkins (Chris Rock); aunque siempre fue defendido por otros como A. Philip Randolph (Glynn Turman) y Cleve Robinson (Michael Potts); y el propio Luther King, sobre todo después de organizar la gran Marcha a Washington de 1963, a la cual asistieron 250 mil personas y que fue todo un éxito.
Uno de los méritos de la cinta es lo bien construido que está el personaje central; siempre polémico, pero también acertado en sus análisis políticos y respecto de las consecuencias de las acciones públicas del movimiento por los derechos de las personas de raza negra y de gays y lesbianas; lucha que mantuvo hasta el final de sus días; y que lo llevaron a recibir póstumamente, en 2013, la Medalla Presidencial de la Libertad.
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