viernes, 18 de julio de 2025

“DIAMANTE EN BRUTO”

Para las jóvenes atractivas, antes eran los concursos de belleza y el modelaje como manera rápida de conseguir fama y dinero. Ahora, el camino es ser influencer y triunfar en un reality; aunque los riesgos de estas opciones siguen siendo los mismos: la fugacidad de la atención conseguida y el peligro permanente de regresar abruptamente al anonimato; con los riegos psicológicos que aquello implica. Esta podría ser la tesis de “Diamante en Bruto” (2024), cinta dirigida y escrita por la cineasta francesa Agathe Riedinger; cuya protagonista es una bonita joven de 19 años, Liane Pougy (Malou Khebizi); que lo único que quiere es emigrar de la casa materna, ya que su madre es una “perdedora”; a pesar de tener una hermana menor, a la cual quiere mucho, y que claramente seguirá sus pasos cuando crezca. Riedinger, anteriormente, había dirigido tres cortometrajes y varios videos musicales y comerciales; por lo cual esta cinta es su ópera prima; con la cual demuestra un talento innegable en el desarrollo de personajes, con un estilo narrativo ágil y moderno, que da cuenta del ritmo de vida de los jóvenes actuales, marcado por la inmediatez y la transitoriedad; principalmente en sus relaciones interpersonales, laborales y del día a día. Liane, por ejemplo, se reencuentra con un amigo íntimo de su infancia, Dino (Idir Azougli); pero no terminan nunca por establecer una relación seria, y finalmente ella huye, ya que no quiere que nada la distraiga de su objetivo: fama y dinero fáciles. Aunque es innegable que esta convicción la ayuda para lograr sus metas: tiene 50 mil seguidores en Instagram y supuestamente la ha ido bien en el casting para quedar seleccionada en el reality “La isla de la Fantasía”, aunque la demora en la respuesta casi la desequilibra más allá de la cuenta. Riedinger para graficar lo impersonal de este mundillo de la televisión y de las redes sociales, hace que el espectador nunca vea a la directora de casting, Alexandra Ferrer (voz de Antonia Buresi), la cual siempre está detrás de la cámara. En el caso de las redes sociales, cada cierto rato muestra las frases que le suben a Liane en su instagram, las cuales oscilan entre la absoluta fascinación a obscenidades y amenazas de muerte.

“MEMORIA”

Gracias a las plataformas podemos ver películas que jamás llegarán a las salas comerciales; porque no son cintas comunes y responden a una visión personal del realizador, producidas fuera de los cánones del mercado y la masividad. “Memoria” (2021), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul; es uno de estos filmes; que sin embargo lejos está de ser una cinta poco entretenida o interesante, para los ojos y oídos de los espectadores sensibles e inteligentes y que ven al cine como un lenguaje creativo, que da cuenta de elementos de la realidad, que tiene que ver con el misterio y la complejidad de la existencia. Weerasethakul, de 54 años, había dirigido anteriormente nueve largometrajes; entre los que destacan “Felizmente Tuyo” (2002), “Enfermedad Tropical” (2004), “Síndromes y Un Siglo” (2006), “La Leyenda del Tío Boonmee” (2010) y “Cementerio de Splendor” (2015), que se caracterizan por sus imágenes oníricas, la presencia de lo mágico y por narraciones poco convencionales. En “Memoria” esas marcas de estilo se profundizan, sumándose a la lista de sus cintas más logradas. La protagonista es la británica Jessica (Tilda Swinton), que vive en Medellín, Colombia; y que se encuentra de visita en Bogotá, en la casa de sus amigos Juan (Daniel Giménez Cacho) y Agnes (Jeanne Balibar). Jessica comienza a oír un sonido como de un balazo de alto calibre; como si fuera normal, pero le intriga de dónde pueda venir. Por este motivo visita a un ingeniero de sonido, Hernán (Juan Pablo Urrego), que logra, con bastante acierto, replicar este ruido, con quien entabla una rápida amistad, aunque luego Hernán desaparece misteriosamente. La parte final es una larga secuencia en la selva colombiana, en la cual Jessica se encuentra con un individuo que vive a la orilla de un río; y que le dice que lo que ella escucha es parte de su memoria, produciéndose una conexión inmediata entre ambos, que se expresa en imágenes de la naturaleza, como las nubes, los cerros y los árboles; y por un hecho sobrenatural, que el director logra que parezca totalmente corriente, ya que tiene sumido al espectador en una atmósfera y un ritmo maravillosos. “Memoria” es una cinta que nos habla del recuerdo como una manifestación del inconsciente colectivo de la especie.

“BABYGIRL”

La sexualidad ha dejado de ser un tema tabú en muchas familias y especialmente en los jóvenes, que lo asumen como un tema bastante normal, como algo que hay que vivir sin tanta culpa y como una manera de conocer mejor a su pareja y proyectar hasta dónde pueden llegar juntos. “Babygirl” (2024) cinta dirigida, escrita y producida por la cineasta holandesa Halina Reijn; nos relata el encuentro entre una madura alta ejecutiva, con una sexualidad reprimida, Romy (Nicole Kidman) y un joven y atractivo pasante en la empresa, Samuel (Harris Dickinson), aparentemente muy seguro de sí mismo en lo corporal. Muy bien contada, la película sumerge al espectador, desde las primeras imágenes, en un mundo en el cual la sexualidad es fundamental. Romy hace el amor con su esposo, Jacob (Antonio Banderas), director teatral; y pareciera que fueran felices en el tema erótico. Reijn, de 49 años, dirigió anteriormente dos largometrajes: “Instinto” (2019) y “Muerte, Muerte, Muerte” (2022), en las cuales el tema de la sexualidad también está presente, configurándose en una marca de estilo de la realizadora; pero siempre en relación con los alcances morales que tiene el tópico. En “Babygirl” el interés central está en la insatisfacción sexual de Romy, la que la lleva a sufrir una atracción inmediata por Samuel, el cual le coquetea abiertamente, al llegar la empresa, líder en robótica y automatización, como espejo de la vida moderna y despiadada, en que están insertos los protagonistas. En un momento, Romy intenta que su marido la satisfaga como ella necesita, pero el machismo de Jacob es superior y no ve las señales; lo que gatilla la relación clandestina de su mujer; que no teme poner en riesgo el matrimonio, a pesar de tener dos hijas: la adolescente Isabel (Esther McGregor), que repara en su crisis; y la menor Nora (Vaughn Reilly), que se mantiene inocente de la situación. En Romy se configura un ser femenino en franca lucha por vivir con libertad su cuerpo. Samuel, por su parte, intenta por todos los medios satisfacerla, jugando con el sometimiento y la sumisión, en una dialéctica que tiene que ver con la libertad y el cumplimiento de modelos de lo femenino y lo masculino, que van mutando con el tiempo, pero que igual siguen siendo patrones a seguir.

“HIROSHIMA, MON AMOUR”

Una historia de amor intenso pero fugaz nunca pasa de moda. Más aún, si tiene de telón de fondo una ciudad como Hiroshima, 14 años después de que se lanzara allí una de las bombas atómicas que significaron la rendición absoluta de Japón, durante la Segunda Guerra Mundial. Esta puede ser la primera lectura de “Hiroshima, Mon Amour” (1959), cinta dirigida por el cineasta francés Alain Resnais y con guion de la escritora gala Marguerite Duras; y que, en una segunda lectura, trata sobre el juego dialéctico entre la memoria y el olvido, cuando lo imposible y lo doloroso dominan una relación sentimental. Resnais (1922-2014) fue uno de los directores más importantes de la Nueva Ola Francesa, junto con Truffaut, Rohmer, Chabrol y Godard. En su vasta filmografía destacaron filmes como “El Año Pasado en Marienbad” (1961), “Muriel” (1963), “La Guerra ha Terminado” (1966), “Te Amo, Te Amo” (1968), “Providence” (1977) “El Amor ha Muerto” (1984), “Las Malas Hierbas” (2009) y “Amar, Beber y Cantar” (2014), entre otras; en las cuales desarrolló un estilo intimista, con especial importancia del montaje y el trabajo de cámara. En “Hiroshima, Mon Amour”, un verdadero clásico, Resnais desarrolla todos los elementos propios de su cine posterior. En los primeros minutos del filme, de forma casi abstracta, hace experimentar al espectador las terribles consecuencias de la bomba en la ciudad nipona; hasta que irrumpe sorpresivamente una historia de amor entre una actriz francesa (Emmanuelle Riva), que se encuentra filmando una película sobre la paz; y un arquitecto japonés (Eiji Okada); que se conocen casualmente, enamorándose en un fuego abrasador. Ambos están casados, pero lejos de sus parejas; lo que no impide que se comuniquen profundamente. De hecho, la segunda parte de la cinta va intercalando los recuerdos de ella, en la ciudad francesa de Nevers, durante la guerra, cuando tuvo un amante alemán (Bernard Fresson), en una relación tan intensa como la actual; pero que le significó la deshonra de ser tratada como traidora y además haber sufrido el asesinato de su amor germano.

“CRIMENES DEL FUTURO”

Hay un selecto grupo de directores de cine de autor que se mantiene leal a sus preocupaciones estéticas, existenciales y filosóficas; a pesar del paso de los años y de los avatares de la industria. Uno de ellos es el canadiense David Cronenberg, cuya cinta “Crímenes del Futuro” (2022), plantea una visión singular del tiempo por venir, respecto de la sexualidad humana, con su ya tradicional estética oscura y perturbadora. Cronenberg, de 82 años, tiene una trayectoria de más de 50 años y una filmografía que supera los veinte títulos; entre los que destacan “Scanners” (1981), “Videodrome” (1983), “La Zona Muerte” (1983), “La Mosca” (1986), “El Almuerzo Desnudo” (1991), “Madame Butterfly” (1993), “Crash” (1996), “Una Historia de Violencia” (2005) y “Promesas del Este” (2007), entre otras. Sus cintas oscilan entre el cine de horror y la violencia, como aspectos fundamentales de la vida moderna, que reflejan la soledad y las desgarradoras relaciones humanas. En “Crímenes del Futuro”, ambientada en un futuro indeterminado, el protagonista es un mítico artista del performance, Saúl Tenser (Viggo Mortensen); que se hace cirugías en público, en las que se extrae órganos que van mutando, en una extraña mezcla de dolor y placer; y que a los espectadores provoca una fuerte atracción erótica, ya que esta es la nueva manera en que los seres humanos viven su sexualidad. El propio Tenser en un momento indica que ya no domina la vieja expresión erótica, cuando sus admiradoras logran besarlo. Su asistente, Caprice (Léa Seydoux) mantiene una singular relación con él, de respeto y de deseo contenido; que la lleva a buscar caminos de exploración y búsqueda propia; como por ejemplo disecar en público el cuerpo de un niño, que por mutación puede comer plástico y que fue sacrificado por su madre. La burocracia está representada por los funcionarios del Registro de la Belleza Interior, Timlin (Kristen Stewart) y Wippet (Don McKellar); que no pueden resistir la atracción que les causan las actuaciones de Saul y Caprice, cada vez más arriesgadas y autoflagelantes. Llama la atención que, a pesar de los límites légales y éticos que habitualmente están rozando Tenser y Caprice, son respetados absolutamente como artistas, como visionarios del futuro y del alma humana, en sus manifestaciones tanto del intelecto como de la pasión.

“MIKAELA”

Hay dos elementos claves para que una película de acción trascienda y entretenga realmente al público más exigente: un guion inteligente y dinámico y personajes bien desarrollados, que manifiesten sus motivaciones y objetivos para sus opciones vitales, que muchas rayan en la violencia y la autodestrucción. Estas premisas no están del todo presentes en “Mikaela” (2025), cinta dirigida por el cineasta español Daniel Calparsoro; que tiene todos los elementos de un filme de acción, pero que no entusiasma porque los personajes son superficiales y el guion es predecible y no reviste mayor originalidad. Calparsoro, de 57 años, tiene una trayectoria de 30 años y ha dirigido más de quince largometrajes; pero la verdad es que esta experiencia no se manifiesta con fuerza en esta última cinta. Entre 1995 y 2000 dirigió cuatro largometrajes con la destacada actriz española Najwa Nimri como protagonista, que le dieron una merecida fama: “Salto al Vacío” (1995), “Pasajes” (1996), “A Ciegas” (1997) y “Asfalto” (2000), películas más personales que comerciales. Luego, inició la etapa actual, en la que sus proyectos cinematográficos se han dividido entre películas de acción y thriller; entre las que se han destacado “Cien Años de Perdón” (2016) y “Todos los Nombres de Dios” (2023), justamente porque se acercan más a los supuestos que señalamos al inicio. En “Mikaela”, la acción se centra en un atasco en una carretera en la noche de vísperas de Reyes, cuando el veterano inspector de policía Leo Font (Antonio Resines), se dirige a la playa para estar con su familia. Allí, una banda delictual de la mafia rusa, decide asaltar un camión blindado que transporta dinero; pero no les sale del todo bien, por la presencia de Font y de una novata guardia civil, llamada Mikaela (Natalia Azahara), igual que la tormenta de nieve que azota a la zona; los que se transforman en repentinos e inesperados héroes. La trama se hace menos creíble cuando en el grupo ruso asume como jefe el joven Erik (Pavel Anton) y su novia, Ivana (Cristina Kovani), logra eludir a la policía escondiéndose en un camión de carga. Para mayor aderezo, el teniente de policía Jon (Roger Casamajor) y la funcionaria de vialidad Alicia (Adriana Torrebejano) sufren un flechazo instantáneo, en una nota final de comedia.

“LA VENGANZA DEL MUERTO”

Clint Eastwood acaba de cumplir 95 años y qué mejor oportunidad para ver de nuevo una de sus primeras películas como director y que ya establecieron algunos elementos distintivos de lo que sería su gran obra, que fusiona aspectos del cine de género con una visión personal del realizador, relacionada con la ética y los códigos de honor, con que se debe atravesar los más dignamente posible esta dura existencia que nos toca vivir. Se trata de “La Venganza del Muerto” (1973), cinta dirigida y protagonizada por Eastwood; y que se podría inscribir en el género western; sobre todo en lo que tiene que ver con la importancia del paisaje y la constitución ética del personaje central, que justifica su accionar; a pesar de que tiene todas las características del antihéroe. Eastwood, con una trayectoria como director de más de 50 años, tiene una abundante filmografía; en la que destacan cintas como “Licencia para Matar” (1975), “El Jinete Pálido” (1985), “Bird” (1988), “Un Mundo Perfecto” (1993), “Los Puentes de Madison” (1995), “Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal” (1997), “Río Místico” (2003), “Million Dollar Baby” (2004), “Gran Torino” (2008) y “Richard Jewell” (2019), entre otras. En “La Venganza del Muerto”, Eastwood encarna a una suerte de fantasma vengador del sheriff Jim Duncan, que fue cobardemente asesinado, con la complicidad de los vecinos de Lago, un pueblo lacustre en medio de la nada. Las primeras imágenes del filme, que también lo cierran, son de este jinete cabalgando en un paisaje desértico, casi como un espejismo; lo que tiene un doble sentido: la fuerza de la naturaleza y un elemento sobrenatural de este personaje arquetípico y paradójico Porque es un cowboy de pocas palabras, que despliega su rapidez para desenfundar sin aspavientos. Por supuesto es buen bebedor y galán. Caen en sus brazos las bellas Callie Travers (Marianna Hill) y Sarah Belding (Verna Bloom), a pesar de su resistencia inicial; y acepta la defensa del pueblo ante el seguro asalto de Stacey Bridges (Geoffrey Lewis) y sus secuaces, siempre y cuando el pueblo y sus líderes se involucren en su defensa; y de algún modo expíen la cobardía pasada, que este jinete extraño busca vengar.