martes, 10 de octubre de 2023

“LO QUE QUEDA DEL DIA”

Da gusto ver y rever una buena adaptación cinematográfica, que sirve para reflexionar por qué funciona bien esta alianza entre obra literaria original y el producto audiovisual final, que transmite acertadamente el sentido y la profundidad de la novela; creando una nueva obra, que radica en la imagen y sonido del filme. Esto ocurre con “Lo que Queda del Día” (1993), cinta dirigida por el cineasta estadounidense James Ivory y que está basada en la novela homónima del escritor japonés Kazuo Ishiguro, Premio Nobel 2017; y que cuenta la historia de un mayordomo de un gran palacio inglés, Stevens (Anthony Hopkins); y de su ama de llaves, miss Kenton (Emma Thompson), en un período que va desde antes de la Segunda Guerra Mundial hasta veinticinco años después. Ivory, de 95 años, ha realizado una impresionante carrera como director, con grandes títulos, que la mayoría son adaptaciones de obras literarias: “Pasaje a Bombay” (1970), “Los Europeos” (1979), “Cuarteto” (1981), “Oriente y Occidente” (1983), “Los Bostonianos” (1984), “Una Habitación con Vista” (1985), “Maurice” (1987), “Esperando a Mr. Bridge” (1990), “Regreso a Howards End” (1992), “Sobrevivir a Picasso” (1996), “La Copa Dorada” (2000) y “La Condesa Rusa” (2005), entre otras. En “Lo que Queda del Día” es clave el casting, con actores que son capaces de construir personajes entrañables. Aparte de los citados, están Lord Darlington (James Fox) y Lewis (Christopher Reeve), los dos amos del palacio; el ahijado del primero, Cardinal (Hugh Grant); el padre de Stevens (Peter Vaughan); y el esposo de mis Kenton, Benn (Tim Pigott-Smith). Por otro lado, la estructura narrativa. La cinta comienza en el presente, en que Stevens tratará de recuperar laboralmente a miss Kenton, después de largos años de no verse; con un gran racconto de la época de gloria de Darlington y de la relación entre ambos empleados; para terminar con el reencuentro entre ellos. Su relación es el centro del filme. Una historia de sentimientos no expresados, de amor no dicho; con un fuerte tono de melancolía por el tiempo ido, las oportunidades no aprovechadas y las decisiones no bien meditadas, que ya no se pueden cambiar.

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