viernes, 24 de febrero de 2023
“LA CANCION DE LOS NOMBRES OLVIDADOS”
Hay directores que tienen una cierta fascinación por algunos temas, que se repiten una y otra vez en su filmografía; pero de distintos modos, para no cansar al espectador exigente y atento.
En el caso del canadiense Francois Girard es la música, la cual nuevamente es uno de los temas importantes en su última cinta, “La Canción de los Nombres Olvidados” (2019), la cual está basada en la novela del escritor inglés contemporáneo Norman Lebrecht; y que relata la singular historia que unió, en la época de la Segunda Guerra Mundial y después, al violinista polaco judío Dovidl Rapoport (Clive Owen) y al pianista aficionado Martin Simmonds (Tim Roth), en cuya casa vivió Rapoport hasta que se desapareció, el mismo día en que daba su primer concierto profesional, lo que provocó que Martin lo buscara por 35 años por todo el mundo.
Girard, de 60 años, había dirigido anteriormente nueve largometrajes, de los cuales cinco están relacionados con la música: “El Dormitorio” (1991), “Un Retrato de Glenn Gould” (1993), “El Sonido de Carceri” (1997), “El Violín Rojo” (1998) y “El Coro” (2014); por lo cual claramente es una marca de estilo.
En “La Canción de los Nombres Olvidados” la música es clave nuevamente. Los padres de Dovidl, ante el peligro de la invasión alemana a Polonia, lo dejan en casa de los Simmonds, al cuidado del padre, Gilbert (Stanley Townsend), para que pueda continuar sus estudios de violín teniendo doce años, ya que es considerado un genio; causando primero los celos de Martin, pero luego una gran amistad entre ambos, otro de los pilares temáticos de la cinta, al igual que el holocausto que sufrieron los judíos en los campos de concentración nazis.
Con saltos en el tiempo muy bien dosificados, el espectador asiste a tres etapas en la relación entre Martin y Dovidl, la niñez, la primera juventud y la adultez actual, en que dos mujeres tienen papeles claves: la esposa de Martin, Helen (Catherine McCormack) y la que fuera su enamorada en Polonia, Anna (Magdalena Cielecka), cuyas pistas y apoyo permitirán el reencuentro y el pago de las cuentas pendientes entre ambos. La sutil y controlada emotividad del filme es uno de sus aciertos, simbolizada en el tema que compone y toca Rapoport en honor a su familia muerta.
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