viernes, 24 de febrero de 2023

“BARDO. FALSA CRONICA DE UNAS CUANTAS VERDADES”

Hay directores de cine en producción cuya obra tiene tal consistencia autoral que no queda otra alternativa que señalarlos como artistas y apostar a que su trabajo quedará registrado en la historia del séptimo arte. Uno de ellos es el cineasta mexicano Alejandro G. Iñárritu, que acaba de estrenar su último filme, “Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades” (2022), que relata la historia del exitoso documentalista azteca Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho), que vive hacer quince años en Los Ángeles, Estados Unidos; y que revisa buena parte de su vida en una mezcla inseparable entre sueños y recuerdos; a través de una narración no lineal, que recuerda mucho la estética de Fellini. El realizador en una demostración de prodigio creativo no sólo dirige la cinta, sino que también la escribió, produjo, compuso la música y la editó. G. Iñárritu, de 59 años, había dirigido seis largometrajes: “Amores Perros” (2000), “21 Gramos” (2003), “Babel” (2006), “Biutiful” (2010), “Birdman” (2014) y “El Renacido” (2015), en los cuales demuestra una originalidad argumental notable y un manejo virtuoso de las posibilidades expresivas del lenguaje cinematográfico. En “Bardo”, desde las primeras imágenes, el director nos avisa que nos someteremos a una experiencia diferente, ya que vemos desde arriba una alargada sombra que viaja por el desierto y que cada cierto rato da saltos, desapareciendo unos segundos del cuadro. Luego, aparece Silverio, un personaje entrañable, para el cual es fundamental su familia: su esposa Lucía (Griselda Siciliani); sus hijos veinteañeros Camila (Ximena Lamadrid) y Lorenzo (Iker Solano), su hijo que vivió solo unas horas, Mateo, figura recurrente en el filme; y su padre muerto (Luis Couturier); a pesar de que le recriminan constantemente su obsesión por el trabajo y su egocentrismo. Es difícil saber cuánto de autobiográfico tiene el personal de Gama, pero lo que no cabe duda es que por momentos resulta ser una especie de alter ego de G. Iñárritu; lo que se manifiesta en su retorno a la televisión mexicana, donde trabajó y en su relación con el presentador, Luis (Francisco Rubio), a quien deja plantado y a quien destroza en un diálogo en el Sindicato de Periodistas.

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