“EL RASCACIELOS”

El cine inglés se caracteriza por el humor negro y la ironía; y por tener una mirada crítica al sistema imperante, que impone claras jerarquías sociales y privilegios para los que están arriba. Un buen ejemplo de este cine es “El Rascacielos” (2015), cinta dirigida por el cineasta británico Ben Wheatley y basada en la novela “High-Rise” del escritor inglés contemporáneo J.G. Ballard (1930-2009); en la cual, a través de una distopía, en un “futuro que ya pasó”, se simboliza la sociedad capitalista a través de un edificio de 40 pisos, que supuestamente albergará el cambio, pero que termina siendo una reproducción de la estratificación social moderna, con todos los vicios y la decadencia propios de la condición humana descontrolada y sin principios éticos. Wheatley, de 48 años, ha dirigido además ocho largometrajes: “Terraza de Abajo” (2009), “Lista de Asesinatos” (2011), “Turistas” (2012), “Un Campo en Inglaterra” (2013), “Fuego Libre” (2016), “Feliz Año Nuevo, Colin Burstead” (2018), “Rebecca” (2020) y “En la Tierra” (2021); sin emigrar aún a Hollywood y manteniéndose fiel a este modo británico de hacer cine. El protagonista de “El Rascacielos” es el doctor Robert Laing (Tom Hiddleston), profesor universitario en la Escuela de Fisiología, quien se compra un departamento en el piso 25 de este vanguardista edificio que tiene 40 y en cuyo penthouse, con una terraza con animales y árboles, vive el arquitecto de todo el proyecto, Royal (Jeremy Irons) y su insatisfecha esposa, Ann (Keeley Hawes). En el piso 26 vive la bella Charlotte (Sienna Miller), siempre asediada por Wilder (Luke Evans), cuya esposa Helen (Elizabeth Moss) está por parir, pero que prefiere a Laing. El edificio pasa en fiestas, que solo sirven para reafirmar las jerarquías sociales y para dejar en exposición los problemas de funcionamiento del mismo (la basura y la electricidad), los defectos de los vecinos y su arribismo; y sobre todo la devastación paulatina que los sume, en un plazo de tres meses, el filme es un largo racconto, en la más completa autodestrucción moral y física, ya que ir a contracorriente es prácticamente imposible.