lunes, 27 de diciembre de 2021

“CRY MACHO”

Muchos grandes directores han podido cumplir sus fantasías más íntimas y profundas a través de historias y personajes que han llevado a la pantalla grande, lo que perfectamente podría ser una de las características distintivas del llamado cine de autor. “Cry Macho” (2021), cinta dirigida y producida por el cineasta estadounidense Clint Eastwood, podría ser perfectamente la concreción del sueño final de este gran realizador, que a las claras vive sus últimos años creativos. Y no sólo como director. Se da el gusto de interpretar al protagonista, Mike Milo, un mítico ex domador de caballos salvajes; que debe viajar a México a rescatar a Rafo (Eduardo Minett), un adolescente, hijo de Howard Polk (Dwight Yoakam), con el cual tiene una deuda que le obliga a pagar. Eastwood, de 91 años, es uno de los directores estadounidenses vivos más importantes. Con 50 años dirigiendo, tiene cintas imperdibles: “El Forajido Josey Wales” (1976), “El Jinete Pálido” (1985), “Bird” (1988), “Cazador Blanco, Corazón Negro” (1990), “Un Mundo Perfecto” (1993), “Poder Absoluto” (1994), “Los Puentes de Madison” (1995), “Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal” (1997), “Crimen Verdadero” (1999), “Río Místico” (2003), “Million Dólar Baby” (2004), “Cartas desde Iwo Jima” (2006), “Gran Torino” (2008), “Invictus” (2009), “El Francotirador” (2014), “Sully” (2016) y “La Mula” (2018), entre otras. En “Cry Macho” resurgen los viejos dilemas morales, que han alimentado buena cantidad de las cintas de Eastwood: la protección a los desprotegidos, sobre todo sin son menores de edad; y la opción por un tipo de vida y de mujer, que se valora solo cuando se ha alcanzado la sabiduría. Por un lado, está la oferta pecaminosa de la madre de Rafo, la mexicana Leta (Fernanda Urrejola); y por otro lado la también mexicana Marta (Natalia Traven), viuda como él, con hijas y nietos, amable pero decidida, y con la cual baila unos románticos boleros, en escenas sacadas del subconsciente de Milo, alter ego del propio Eastwood. Para esto, narra con toda naturalidad, sin apuro ni grandes artilugios visuales. La sencillez formal deja de manifiesto que lo importante es lo que ocurre frente a la cámara, ya que no queda tiempo para errores ni omisiones.

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