martes, 6 de julio de 2021

“EX MACHINA”

Un tema que se viene desarrollando con fuerza desde el milenio pasado, con visos de ciencia ficción, por lo impresionante que resulta, es la Inteligencia Artificial; y que por supuesto también llegó al cine. Cabe recordar solamente la cinta “Inteligencia Artificial” (2001) de Steven Spielberg, entre las más emblemáticas y recientes. “Ex Machina” (2014), cinta dirigida y escrita por el cineasta británico Alex Garland, es un interesante aporte al tema; en el cual queda claro que cualquier creación humana siempre va a ser finalmente reflejo de las virtudes y limitaciones de nuestra propia especie. Garland, de 51 años, se estrena como director con esta cinta; lo que le da más valor al resultado; luego de lo cual dirigió “Aniquilación” (2018). Con anterioridad desarrolló una importante trayectoria como guionista y novelista de obras como “La Playa”, “The Tesseract” y “The Coma”, varias de las cuales han sido llevadas al cine. En “Ex Machina” nos relata la historia de un joven y talentoso programador, Caleb (Domhnall Gleeson), que trabaja en la empresa Blue Book, el principal motor de búsqueda del mundo, y que gana un concurso interno para vivir una semana con el dueño de la compañía, Nathan (Oscar Isaac), en su casa en Alaska, que está apartada del mundo; y donde deberá someter a la Prueba de Turing, a la última creación de su excéntrico y genial jefe, con un contrato de absoluta confidencialidad. Desde el momento en que se conocen con la creación robótica, Ava (Alicia Vikander), se produce una química notable entre ambos; lo que generará el principal conflicto de la cinta; junto con los secretos objetivos que tiene el millonario para dicho encuentro, condimentado por la presencia de un robot sirvienta, Kyoko (Sonoya Mizuno), de inquietantes resonancias sexuales. La estructura narrativa del filme se construye en torno a la relación y a las actividades que van desarrollando día a día Caleb y Ava, los cuales son monitoreados por Nathan; aunque, al igual que entre los humanos, no se pueden predecir ni controlar todas las emociones y sus no siempre diáfanas motivaciones.

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