martes, 6 de julio de 2021

“A VIGILANTE”

La violencia intrafamiliar es un tema recurrente en el cine actual, el cual ya no tiene temor a desenmascarar lacras sociales, que antes se guardaban debajo de la alfombra. Este es el principal objetivo de “A Vigilante” (2018), cinta dirigida y escrita por la cineasta australiana, pero avecindada en Estados Unidos, Sara Daggar-Nickson; que tiene varias particularidades que lo hacen un filme destacable; sobre todo considerando que es la opera prima de la realizadora. Lo primero es el punto de vista de la película, que opta por la perspectiva de la justiciera; ya que la protagonista, Sadie (una excelente Olivia Wilde), es víctima de la violencia de su esposo (Morgan Spector), pero aparte de concurrir periódicamente a un grupo de apoyo, a cargo de una hábil consejera (Tonye Patano); se dedica a prestar ayuda a mujeres y niños abusados, dándole escarmiento a los agresores, para lo cual lleva a cabo un permanente entrenamiento físico y tiene toda una técnica de disfraces, para no ser descubierta. La otra particularidad es el tratamiento audiovisual de la narración. Con muy pocos diálogos y un sonido contrastante, la cámara escudriña con reiterados primeros planos el estado emocional de Sadie; producto de lo cual el espectador intuye emocionalmente los terribles sucesos que ha vivido Sadie en su propia vida familiar, lo que termina de hacerse patente cuando ayuda a un niño, Zach (Kyle Catlett), que junto a su hermano menor, son abusados por su madre drogadicta. La segunda parte hace explícita su terrible historia personal. Con la confesión que Sadie hace en el grupo de ayuda, donde da a entender que su esposo mató a su hijo, se inicia lo que será un desenlace dramático pero liberador, y para lo cual la protagonista se venía preparando hace tiempo: el retorno de su marido, para intentar nuevamente esclavizarla y humillarla. La cinta evita, de manera inteligente, una perspectiva puramente de género; ya que lo que importa es castigar a los abusadores y proteger a los abusados, más allá de que los primeros sean hombres o mujeres; y que los segundos cuenten a los cuatro vientos lo que están sufriendo y pidan apoyo para salvarse.

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