martes, 5 de diciembre de 2017

“DETROIT: ZONA DE CONFLICTO”

No basta con denunciar, a través del cine, situaciones injustas e indignantes para que la película sea un éxito y logre impactar a un gran número de espectadores. Así como en el melodrama, los filmes de denuncia deben ser ponderados, mostrar los hechos de forma imparcial y sobre todo, utilizar de buena forma el lenguaje cinematográfico; ya que la unidad y armonía de fondo y forma son fundamentales en toda obra con ambiciones estéticas.

“Detroit: Zona de Conflicto” (2017), cinta producida y dirigida por la cineasta estadounidense Kathryn Bigelow; es un gran ejemplo de estas máximas, ya que se trata de un filme de denuncia sobre el racismo en el país del norte, a partir de un caso ocurrido en 1967 en la ciudad de Detroit, y en el cual resultaron muertes tres jóvenes negros por la brutalidad y descriterio de la policía local.

Bigelow, de 66 años, tiene una importante carrera como directora, que se remonta a 1981 con “The Loveless”; pero ha recibido el reconocimiento que se merece sólo a partir del 2008 con su cinta “Vivir al Límite” y luego con “La Noche más Oscura” (2012). Pero no menos importantes son sus películas anteriores: “Cuando Cae la Oscuridad” (1987), “Blue Steel” (1989), “Punto de Quiebre” (1991), “Días Extraños” (1995), “El Peso del Agua” (2000) y “K-19: El Viudo” (2002), que la han posicionado como una directora seria, talentosa y con un punto de vista personal y comprometido con la realidad que expone en sus cintas.

En “Detroit: Zona de Conflicto” logra un trabajo de primer nivel, en el cual el espectador siente en carne propia el conflicto racial en Estados Unidos. Todo comienza con una redada en un local nocturno, que no cuenta con patente para vender alcohol y que es frecuentado principalmente por gente de raza negra. La detención de todos sus clientes genera un malestar explosivo entre los vecinos del lugar, los cuales comienza a quemar todo el barrio, iniciándose además una ola de violencia, saqueos y malestar generalizado hacia el poder abusivo de los blancos. En este contexto, tres policías blancos absolutamente racistas, Krauss (Will Poutler), Flynn (Ben O’Toole) y Demens (Jack Reynor) realizan la detención arbitraria de un grupo de negros que se encontraban en un motel, junto con dos chicas blancas, buscando al autor de unos disparos con un arma de fogueo, transformándose en un espiral esquizofrénico de abuso homicida.

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