miércoles, 16 de agosto de 2017

« Z, LA CIUDAD PERDIDA »

Hay vidas que bien valen una novela o una película, para rescatarlas del olvido. Una de ellas es la de Percy Fawcett (1867-1925), explorador y oficial británico, que se hizo famoso en su tiempo por sus expediciones a Sudamérica en búsqueda de una ciudad que demostrara el alto nivel cultural de las etnias pre hispánicas del Amazonas.

Fawcett (Charlie Hunnam) es el protagonista de la cinta “Z, la Ciudad Perdida” (2016), dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense James Gray y basada en la novela homónima de David Grann; cuando era un mayor del Ejército británico y es enviado a la Amazonia como cartógrafo para aportar en un conflicto de límites entre Bolivia y Brasil. Gray construye un filme que apasiona, sobre todo por lo inevitable del destino de Fawcett, que viaja tres veces en su vida a esa zona mágica, de la cual nunca volvió, transformándose en una leyenda.

Gray, de 48 años, había dirigido anteriormente cinco largometrajes: “Cuestión de Sangre” (1994), “La Otra Cara del Crimen” (2000), “La Noche es Nuestra” (2007), “Los Amantes” (2008) y “El Sueño de Ellis” (2013), que le cimentaron un prestigio como cineasta de autor, el cual se ve ratificado con su último estreno. El mayor mérito de la cinta es que muestra a cabalidad el influjo que ejerce la selva amazónica sobre Fawcett cuando la conoce por primera vez, a comienzos del siglo XX, junto a sus inseparables compañeros, Henry Costin (Robert Pattinson) y Manley (Edward Ashley), que incluso pedirán su traslado en la Primera Guerra Mundial para combatir al lado del mayor Fawcett.

Es tal el influjo de la jungla amazónica, que será su hijo, Jack (Tom Holland), quien lo conminará a hacer juntos un viaje final en los años veinte, con la anuencia de su apoyadora y visionaria esposa, Nina (Sienna Miller), la que nunca se conformará con el no regreso de su esposo y de su hijo mayor desde esas inexploradas tierras.

Impresiona al espectador el respeto con que Fawcett siempre, en cada uno de sus viajes, se relacionó con los aborígenes con que se encontraba, mal llamados “salvajes” por los europeos, sin disparar una bala, a pesar de no ser bien recibido en todas las ocasiones, aunque al final se supone que encontró un lugar junto a su hijo en esa maravillosa naturaleza, conducido por los chamanes que apreciaron sus almas.

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