martes, 16 de mayo de 2017

“MALA JUNTA”

Definitivamente la variedad de temas y preocupaciones le ha hecho bien al cine chileno actual, mostrando al mismo tiempo la diversidad cultural que existe en nuestro país y que cada realidad es posible de ser relatada por el lenguaje cinematográfico, si se cuenta con el talento y la sensibilidad para hacerlo bien.

“Mala Junta” (2016), cinta dirigida, escrita y producida por la cineasta chilena Claudia Huaiquimilla, es un buen ejemplo de esta aseveración; ya enfrenta varios temas novedosos para las salas comerciales, con notable inteligencia y sutileza, sobre todo considerando que éste es el primer largometraje de su autora. Huaiquimilla, de 30 años, sólo había dirigido anteriormente un cortometraje, “San Juan, la Noche más larga” (2012), que ya anunciaba su potencial.

En primer lugar, está el conflicto de Tano (Andrew Bargsted), un adolescente menor de edad que vive en Santiago y que ha caído en el delito; por lo cual su madre lo manda a vivir al campo, al sur de Chile, con su ausente padre, Javier (Francisco Pérez-Bannen), con el cual le costará retomar una relación de confianza y credibilidad.

Y en el sur, para más remate, le caen encima otros problemas: la causa mapuche en su comunidad, a cargo de Pedro (Ariel Mateluna) y que también incluye a su nuevo y joven amigo, Cheo (Eliseo Fernández), que además sufre acoso en el liceo al que van juntos. Como se ve, buena parte de la complejidad del Chile de hoy, tanto en la ciudad como en el campo, con sus conflictos sociales, económicos y culturales.

Lo interesante del filme es que no es discursivo ni ideológico. Los temas van apareciendo naturalmente en la medida que los personajes se van desarrollando y van viviendo y reaccionado de acuerdo a sus perfiles y lógicas internas. Así, por ejemplo, es atractivo ver cómo van evolucionando las relaciones que establece Tano, tanto con su padre como con su amigo Cheo, que lo hacen crecer y madurar, al enfrentar su propia realidad y la del pueblo mapuche.

En este mundo cerrado, queda la sensación de que lo único que puede mejorar sustancialmente son las relaciones interpersonales; ya que tanto la causa mapuche como la marca social de Tano parecen difíciles de superar.

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