martes, 21 de febrero de 2017

“JACKIE”

La verdad me entusiasmaba pensar que el cineasta nacional Pablo Larraín debía su éxito a que trataba con profundidad y realismo temas fundamentales de la identidad nacional; y que el espectador chileno se sentía reflejado en sus cintas y el extranjero maravillado por una visión tan personal y descarnada.

Pero su reciente estreno, “Jackie” (2016), basada en un episodio de la vida de Jacqueline Kennedy, la ex Primera Dama de Estados Unidos, me demuestra una vez más que lo importante para hacer una buena película no es la importancia de la historia ni sus características, sino un buen guion técnico, una buena puesta en escena y un apropiado montaje, para los objetivos que se ha trazado el director.

Larraín, de 40 años, con cintas notables como “Tony Manero” (2008), “Post Mortem” (2010), “No” (2012), “El Club” (2015) y “Neruda” (2016), ratifica sus pergaminos con una historia que podría parecer excéntrica para su filmografía, pero que en realidad no lo es, dado el tratamiento y el enfoque que le da al material narrado.

La película relata el momento inmediatamente posterior al asesinato del Presidente John Kennedy (Caspar Phillipson), pero únicamente desde la perspectiva de su esposa Jackie (Natalie Portman) y se centra obsesivamente en esos días, logrando de este modo una abismante profundidad.

Por otro lado, la cinta está construida con un montaje paralelo. Por un parte está el relato de la entrevista que le realiza un periodista (Billy Crudup) a solas en su casa; y por otro, las imágenes que van surgiendo de sus recuerdos, referidas principalmente a su estadía en la Casa Blanca y al momento exacto en que impactan los dos balazos a su esposo y a los minutos posteriores, como también al espectacular funeral y sus preparativos.

La verdad que el comportamiento de Jackie Kennedy corresponde más al de una reina viuda, que al de una ex Primera dama. Esto se nota en los matices de su voz, en el modo que trata al periodista; pero principalmente en la manera que se relaciona con el nuevo Presidente, Lyndon Johnson (John Carroll Lynch), con su cuñado, el senador Robert Kennedy (Peter Sarsgaard) y con el sacerdote (John Hurt), con quien sostiene interesantes conversaciones, que recuerdan los tiempos de la monarquía.

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