martes, 20 de octubre de 2015

“EL BOTON DE NACAR”

Cada vez me convenzo más de que para Chile es verdad ese refrán que dice “nadie es profeta en su tierra” y especialmente en lo que se refiere a sus artistas. El caso de Patricio Guzmán lo confirma. Este cineasta vive en Francia y se ha aburrido de ganar premios internacionales por sus documentales; a pesar de que en nuestro país su obra es muy poco conocida.

“El Botón de Nácar” (2015) es su último filme y es de esperar que esta vez tenga la acogida que su gran calidad se merece. Los más destacados documentales de Guzmán, de 74 años, son: “El Primer Año” (1972), trilogía “La Batalla de Chile” (1975-1979), “En Nombre de Dios” (1987), “La Cruz del Sur” (1992), “Pueblo en Vilo” (1995), “La Memoria Obstinada” (1997), “La Isla de Robinson Crusoe” (1999), “El Caso Pinochet” (2001), “Madrid” (2002), “Salvador Allende” (2004) y “Nostalgia de la Luz” (2010), que configuran una memoria histórica y política del país; y que recientemente además ha agregado una visión naturalista y mágica en sus trabajos.

En “El Botón de Nácar”, Guzmán hace un puente entre lo natural y lo político. Plantea una visión sobre el agua y su importancia no sólo estratégica, sino mítica y de identidad, a pesar de que en la historia nacional le hemos dado siempre la espalda al mar, salvo los antiguos pueblos originarios de nuestra Patagonia. Luego, recuerda que durante la dictadura militar sirvió como cementerio para cerca de mil 500 ejecutados políticos, lo que respalda su afirmación de que “el agua es la memoria de los pueblos”.

Con un gran trabajo fotográfico y de sonido, Guzmán construye un documental que relaciona el agua como elemento primordial con las estrellas y la observación astronómica que se hace en el norte de Chile con la historia de opresión a los aborígenes del extremo sur y a los simpatizantes del gobierno de Allende, en el cual las antiguas etnias estaban recuperando sus derechos y sus tierras. Guzmán conversa con tres de los 20 sobrevivientes de los yámanas, kawéskar, selk’nam y aónikenk, que aún mantiene sus lenguas en forma oral y que fueron pueblos que prácticamente vivían en el mar.

Por otra parte, apoya su visión histórica y cosmogónica con entrevistas al antropólogo Claudio Mercado, al poeta Raúl Zurita y al historiador Gabriel Salazar, que otorgan más contundencia a su pausado y sabio discurso.

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