martes, 28 de abril de 2015

“EL BOSQUE DE KARADIMA”

Las palabras finales de esta cinta, que confirman que los hechos relatados son tomados de la realidad, son fundamentales, debido a que un espectador desinformado le costaría creer que lo que acaba de ver son acontecimientos reales y no salidos de la mente afiebrada de algún comecuras.

Porque uno de los grandes méritos de “El Bosque de Karadima” (2015), cinta dirigida y producida por el cineasta nacional Matías Lira, es que es una denuncia, pero en ningún caso panfletaria o vulgar; sino que realizada con alto nivel estético y utilizando de gran modo el lenguaje audiovisual.

El filme se centra en la acusación formal de pedofilia que realizó Thomas Leyton (Benjamín Vicuña) a partir del 2004, personaje inspirado en James Hamilton, en contra del sacerdote de la iglesia de El Bosque en Santiago, Fernando Karadima (un notable Luis Gnecco), ante el cura y Promotor de Justicia asignado a su caso (Francisco Melo).

La narración intercala estas escenas de confesión e interrogatorio con la historia de Leyton, desde que se acerca a la iglesia y a Karadima, estableciéndose de inmediato una fuerte atracción entre ambos. Aquí radica otro de los aciertos de la cinta: es notable como nuestra el control mental que Karadima establecía con sus discípulos, que se configuraban en un círculo de hierro. El lenguaje verbal y de gestos de la clase alta era clave para establecer el fuerte vínculo. Desde el patronal “mijito”, pasando por los besos en la mejilla, hasta gestos impropios, que ponían a prueba a los jóvenes aspirantes a sacerdotes.

La película muestra la cárcel mental en la que cayó preso el joven Leyton, prisionero de la retórica y de la manipulación psicológica que realizaba Karadima, que les llevaba a taparse los ojos a sus novicios. Ejemplo de esto es la escena en que el cura Andrés (Marcial Tagle) trata de convencer a la esposa de Thomas, Amparo (Ingrid Isensee), para que no sigan adelante con estas “calumnias”.

Lira, de 40 años, construye un mundo cerrado y asfixiante, que hace sentir al espectador repudio y náuseas, filmando con luz natural mayormente en espacios cerrados., creando una atmósfera claustrofóbica y enrarecida. Lira anteriormente sólo había dirigido un largometraje, “Drama” (2010), lo que hace aún más meritorio los logros de este estreno.

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