martes, 17 de marzo de 2015

“SIEMPRE ALICE”

La memoria tiene dos niveles, fundamentales ambos para llevar una vida con sentido e independencia. El primero tiene que ver con la identidad, aquello que recordamos de nuestra historia nos configura como personas únicas e irrepetibles. El segundo; más pedestre, pero no por eso menos importante, tiene que ver con la facultad de recordar lo que dijimos recién y lo que tenemos que hacer a continuación, como parte del comportamiento diario.

El mal de Alzheirmer afecta los dos niveles de la memoria, transformando a la larga al enfermo en un ser que no sabe quién es y que es incapaz de arreglárselas solo en el mundo; por lo tanto en una estado de inconciencia e indefensión absoluta.

Esta realidad muestra acertadamente el filme “Siempre Alice” (2014), dirigido y escrito por los cineastas Richard Glatzer y Wash Westmoreland, basado en la novela de la escritora estadounidense Lisa Génova. Glatzer, de la misma nacionalidad, falleció el 10 de marzo pasado, a la edad de 63 años. Westmoreland, inglés de 49 años, ha dirigido cuatro largometrajes, todos en co-dirección con Glatzer: “The Fluffer” (2001), “Quinceañera” (2006), “Lo Último de Robin Hood” (2013) y este estreno. Glatzer había dirigido anteriormente en solitario una cinta: “Grief” (1993).

En “Siempre Alice” la protagonista es Alice Howland (Julianne Moore), una destacada profesora de Lingüística de la Universidad de Columbia en Nueva York, que repentinamente empieza a olvidar palabras y que comienza a perderse en lugares absolutamente familiares. Se le diagnostica Alzheimer temprano hereditario, una enfermedad muy poco común y que no tiene remedio.

Felizmente casada con John (Alex Baldwin) y con tres hijos: Anna (Kate Bosworth), Tom (Hunter Parrish) y Lydia (Kristen Stewart), se sumirá en una profunda crisis ya que, como experta en la comunicación humana, sabe a cabalidad lo que implicará la enfermedad en su vida intelectual y cotidiana.
Resulta emocionante ver cómo despliega toda su inteligencia para prolongar lo más posible su conciencia, inventándose ejercicios para estimular la memoria, aunque el deterioro es inevitable. Altamente emotiva y eficaz es la escena en que da una charla en la Asociación sobre este mal, en que va subrayando su intervención, para no repetir las mismas frases eternamente.

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