martes, 4 de noviembre de 2014

“VOLANTIN CORTAO”

Me impresiona escuchar que aún hay gente que no le interesa ver el cine chileno que se está estrenando, alegando supuestos problemas técnicos o repetición de temas, tratados sin originalidad.

Este estreno, “Volantín Cortao” (2013), dirigido por los jóvenes Aníbal Jofré y Diego Ayala, viene a desmentir una vez más a aquellos que se resisten a verse retratados en este nuevo cine chileno, que ha superado los clichés y que técnicamente ha alcanzado estándares internacionales; logrando de hecho distinciones importantes en el extranjero.

Jofré, 23 años, y Ayala, 25 años, ya habían realizado antes un primer largometraje: “Chaitén” (2012); y “Volantín Cortao” en su cinta de titulación en la carrera de Cine en la Universidad del Desarrollo, lo que habla a las claras de su innegable talento para el séptimo arte.

“Volantín Cortao” cuenta la historia de Paulina (Loreto Velásquez), una estudiante santiaguina de Trabajo Social, que se encuentra haciendo la práctica en un centro periférico del Servicio Nacional de Menores (Sename). Claramente ella no pertenece a ese estrato social, lo que se confirma en las conversaciones familiares y en las escenas en que viaja en el auto junto a su padre (Pablo Krogh), en que se manifiesta además su incomunicación con su familia.

En su trabajo prefiere el trato con los jóvenes con problemas, antes que con sus compañeros de trabajo o con su jefe (Víctor Montero), a quien desprecia al punto de rayarle el auto. En este estado de resentimiento se acerca al joven Manuel (René Miranda), que le permitirá vivir un mundo que no es el suyo, en el cual se sentirá más identificada y más libre, incluso atrayéndose por el delito, como un modo de acceder definitivamente a otra realidad, de la cual no hay regreso.

Impresionan gratamente las opciones estilísticas de Jofré y Ayala, que además resuelven logradamente. La utilización de no actores en los roles protagónicos, para darle mayor realismo a la cinta; el uso de la cámara en mano para seguir las peripecias de Paulina por la ciudad; generalmente de noche y con iluminación natural; y una narración cortada y espasmódica, que refleja el estado de ánimo de la protagonista y su inmersión en los “bajos fondos”, donde tratará forzadamente de hacerse un lugar, con la complicidad de su nuevo pololo, mucho menor que ella, pero que la acompañará lealmente en esta vía sin retorno.

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