martes, 15 de julio de 2014

“ISMAEL”

Hay cineastas cuyas principales preocupaciones son las relaciones interpersonales y cómo la ocurrencia de sucesos extraordinarios las marcan y las transforman, mejorando de paso a quienes las protagonizan.

Esto ocurre con la filmografía del cineasta argentino Marcelo Piñeyro, quien a sus 61 años, con ocho largometrajes, ha demostrado que la existencia humana y sus avatares es el centro de su trabajo cinematográfico. Estas cintas son “Tango Feroz. La Leyenda de Tanguito” (1993), “Caballos Salvajes” (1995), “Cenizas del Paraíso” (1997), “Plata Quemada” (2000), “Kamchatka” (2002), “El Método” (2005), “Las Viudas de los Jueves” (2009) y la reciente “Ismael” (2013), que dirigió y escribió.

En esta última, el detonante es un niño de ocho años, Ismael (Larsson do Amaral), que vive en Madrid, junto a su madre, Alika (Ella Kweku) y su padrastro, Luis (Juan Diego Botto); y que decide ir a conocer a su padre sanguíneo, Félix (Mario Casas), que vive solo en una pequeña cabaña, en una playa de la costa de Barcelona, junto a un hotel que dirige un amigo suyo, Jordi (Sergi López), otro solitario, que abandonó la música.

A este reducido grupo de personajes se suma la madre de Félix, Nora (Belén Rueda), viuda que dirige un restorán en Barcelona y que conoce a Ismael cuando éste llega a su casa buscando a su hijo y que decide llevarlo en su auto, para que conozca a su padre, a pesar de que ella no sabía de la existencia de este nieto.

Resultan muy interesantes y estremecedores los juegos de relaciones que se originan entre estos personajes y que en algunos casos se reactivan, como entre Nora y Félix, que se ven poco y están distantes; y entre éste y Alika, que no se ven hace ocho años y los cuales aún están enamorados. Por otro lado, la relación entre Nora e Ismael es afectiva desde el primer instante, ya que éste último es de una espontaneidad, inteligencia y simpatía a toda prueba.

Entre los nuevos encuentros, el más esperado y emotivo es el de Ismael con su padre, Félix, a quien lo encuentra más solo y necesitado que a sí mismo; por lo cual decide “enseñarle a ser padre”. Como agregado que no se espera, surge una atracción inmediata entre la atractiva Nora y el encantador Jordi; que deberán superar sus respectivos miedos para encontrarse en una larga noche de conversaciones y música; en una cinta que demuestra la maestría de Piñeyro para hacernos creer que el mundo y sus habitantes pueden ser mejores.

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