martes, 29 de abril de 2014

“CRYSTAL FAIRY Y EL CACTUS MAGICO”

El viaje físico siempre ha sido un tema importante dentro del cine, tanto que se ha configurado un género al respecto, que se ha llamado road movie, por aquellas películas en que el centro de la acción está constituido por un desplazamiento de los protagonistas. Ahora si este recorrido territorial va acompañado por un viaje interior de los personajes, la cinta resulta mucho más atractiva y profunda.

Esto es lo que ocurre con “Crystal Fairy y el Cactus Mágico” (2013), dirigida y escrita por el cineasta chileno Sebastián Silva; en la cual el protagonista, el joven estadounidense Jamie (Michael Cera) viaja desde Santiago a Copiapó, y luego a la playa Pan de Azúcar, con tres amigos y hermanos, Champa (Juan Andrés Silva), Pilo (Agustín Silva) y Lel (José Miguel Silva), para tener una experiencia alucinatoria al tomar el cactus conocido como San Pedro.

El filme comienza cuando Jamie asiste a una fiesta con Lel, donde conoce en la pista de baile a una gringa bastante excéntrica, llamada Cristal Fairy (Gaby Hoffmann), a la cual, producto de la euforia del momento, invita al otro día a sumarse a la aventura y quedan de encontrarse en la Plaza de Copiapó, donde efectivamente se suma al grupo, convirtiéndose en el agregado necesario para que el viaje tome un carácter místico.

Silva, de 35 años, se ha destacado como uno de los exponentes más interesantes del Nuevo Cine Chileno, con cintas como “La Vida me Mata” (2007), “La Nana” (2009), “Gatos Viejos” (2010) y “Magic Magic” (2013), que aún no se estrena en Chile y en la cual también trabaja con el actor estadounidense Michael Cera, todas ellas escritas por él y que lo ubican como un cineasta original y fuera de los cánones comerciales.

En “Crystal Fairy y el Cactus Mágico” ratifica esta percepción y la profundiza, ya que en esta película aparecen claramente una serie de preocupaciones temáticas y estéticas recurrentes en su filmografía. Entre las primeras están la creación de personajes insatisfechos, que viven situaciones que los enfrentan con sus fantasmas y debilidades; los cuales crecen y maduran gracias a la interacción con el medio y con otros seres.

En lo relativo al estilo, Silva utiliza una cámara poco estructurada, bastante espontánea, lo que provoca que el espectador se sienta partícipe de los acontecimientos y tenga conciencia de que está siendo testigo de una experiencia vital, a través del ojo que es el encuadre cinematográfico.

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