martes, 25 de marzo de 2014

“EL HIJO DE TRAUCO”

La capacidad mágica de evocación y recreación del cine es ideal para llevar a la pantalla las leyendas universales; y por qué no las del archipiélago de Chiloé, tan ricas en imágenes paganas y que generan un temor ancestral entre sus habitantes y entre los continentales.

“El Hijo de Trauco” (2014), escrita y dirigida por el cineasta chileno Alan Fischer, combina inteligentemente una historia de adolescentes en el ficticio pueblo chilote de Punta Chucao con las leyendas de esa zona, que de tan acendradas en su cultura, forman parte de la vida cotidiana de su gente y sirven para explicar todas aquellas situaciones que no están muy claras.

El protagonista es un joven liceano de catorce años, Jaime (Xavier Usabiaga), a quien le gusta escribir y que sueña con irse a Valparaíso, para ser poeta, donde se supone que vive su padre. Su madre, Aurelia (Daniela Ramírez) le dice que es el hijo del Trauco para hacerle desistir; pero será peor, ya que esto lo llevará a iniciar una investigación para saber la verdad, ya que no cree en las leyendas. En esta travesía interior y territorial será acompañado por una compañera de colegio, Violeta (Ignacia Téllez), quien tampoco sabe quién es su padre y a quien le han dicho lo mismo que a Jaime, para justificar extraños hechos, que no quieren ser asumidos.

En esta aventura de búsqueda tendrán un rol fundamental Alejo, (Luis Dubó), una suerte de cacique huilliche; la machi Moira (María Izquierdo) y el abuelo de Jaime, Leopoldo (Alejandro Trejo), quienes por momento hacen que la trama se complique más de lo necesario y recomendable, cuando lo más interesante del filme es el trasfondo de misterio arraigado en la naturaleza y en los hechos sin explicación lógica.

En este sentido, resultan sugerentes y perturbadoras las recreaciones, que no se sabe si son sueños de algún personaje, de seres míticos como el Basilisco, el Trauco o la Fiura o una mezcla de todos ellos y que, al insertarlas varias veces el director en la narración, se instalan en forma omnipresente sobre todos los acontecimientos de la cinta.

Fischer, de 34 años, logra en su primer largometraje un filme interesante, que conjuga bien una historia de búsqueda interior y de compañerismo y amor entre dos adolescentes; con la fuerza del paisaje y la naturaleza de Chiloé, que se traduce en una mitología popular y pagana, que traspasa y explica la existencia y el destino de sus habitantes.

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