martes, 25 de febrero de 2014

“EL SUEÑO DE WALT”

Hay personajes entrañables que son parte de la familia del escritor que los creó y cuando se realiza la adaptación cinematográfica de ellos, el autor busca conservar la esencia de estos caracteres y que no sean desvirtuados en versiones superficiales y fatuas.

Este es el meollo de la trama de “El Sueño de Walt” (2013), cinta dirigida por el estadounidense John Lee Hancock; que cuenta la historia de la escritora australiana P.L. Travers, creadora del personaje Mary Poppins; y que Walt Disney tardó veinte años en convencer para su adaptación al cine, precisamente por los reparos que señalábamos anteriormente.

Hancock, de 57 años, y que había dirigido antes cuatro largometrajes, entre ellos “El Alamo” (2004) y “Un Sueño Posible” (2009); nos ofrece la perspectiva de Travers (Emma Thompson) y no la de Disney (Tom Hanks), como se podría pensar por el título del filme. De hecho el título original de la película es “Salvando a Mr. Banks”, el personaje de Mary Poppins basado en el padre de Travers y cuya identidad la escritora quiere salvar a toda costa, como una forma de lealtad a la persona que más amó, como finalmente termina de entender el propio Disney.

La cinta tiene un montaje paralelo, entre la infancia de Travers en Australia, cuando su padre, Travers Goff (Colin Farrell) la llamaba Ginty (Annie Rose Bucley) y la trataba como a una princesa, sembrando en ella el sueño de que podía imaginar su vida y realizarla; y su presente en 1961, en su casa en Londres, cuando su agente literario la convence de viajar dos semanas a Los Angeles, California, para trabajar en el guión de “Mary Poppins”.

El agotador y exigente trabajo de estas dos semanas, en que sólo hace un amigo, el fantástico conductor de la limusina que la trae y la lleva todos los días desde el hotel, Ralph (Paul Giamatti), le trae permanentes recuerdos de su padre y de su madre, Margaret (Ruth Wilson); y de sus hermanas pequeñas; pero por sobre todo sirven para que el espectador sea testigo y entienda el valor que algunos personajes tienen para su autores.

Con su estilo inglés, sutil, irónico y circunspecto, Travers no cede ante las majaderías de los demás guionistas, músicos y secretarias de Disney; y éste mismo debe darse cuenta de que no está ante una persona común, sino frente a una verdadera artista, que llevó al máximo sus talentos y potencialidades, como se lo inculcó su padre, y como una forma de exorcizar, pero también de cuidar sus propios fantasmas.

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