Hay cintas que logran conjugar
una buena idea y una buena resolución; y, como si fuera poco, que apelan y
gatillan los mejores sentimientos y emociones de la existencia humana. Son
piezas curiosas de la sensibilidad humana, tanto por su nivel de realización
como por el mundo único en el cual introducen al espectador.
“La Extraña Vida de Timothy
Green” (2012) es una de esas películas, la cual fue dirigida y escrita por el
estadounidense Peter Hedges, a partir de una historia de Ahmet Zappa. Hedges,
quien también es novelista, se hizo reconocido por haber escrito el guión del
interesante filme “¿A Quién Ama Gilbert Grape?” de 1993. Luego de eso, Hedges, de 50 años, dirigió
las cintas “Retrato de April” (2003) y “Como la Vida Misma” (2007), que
mantienen el mismo estilo original y sorprendente.
En el caso de “La Extraña Vida de
Timothy Green”, relata la historia de una pareja, Jim Green (Joel Edgerton) y
Cindy (Jennifer Garner), que viven en un pueblo cuya principal actividad es una
fábrica de tradicionales lápices de grafito, y que no pueden tener hijos. La
estructura narrativa del filme consiste en largos raccontos, en que cuentan su
historia con Timothy (CJ Adams) en una audiencia para demostrar que están
preparados para adoptar.
Timothy, de unos once años, es
una suerte de ángel que les llegó en el peor momento y tiene hojas en los pies,
que va regalando junto con su hermosa y efímera vida; que significará además la
maduración como padres de Jim y Cindy y su redescubrimiento como personas
orgullosas de sus diferencias y particularidades.
Personajes memorables son también
la niña con la que traba amistad, Joni (Odeya Rush), y que también se siente
diferente; y Bernice Crudstaff (Dianne Wiest), una de las propietarias de la
fábrica y jefa de Cindy en el museo que cuenta la historia de la tradicional
compañía.
La cinta emociona por la
humanidad de sus personajes, sobre todo el pequeño Timothy; pero también Cindy
y Jim, con sus errores y compromisos, que encarnan y representan, a aquellos
padres que dan lo mejor de sí mismos en ese rol, aunque muchas veces pequen de
sobre protectores y proyecten sus propios anhelos, como pesados fardos, en las
vidas de sus hijos.
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