miércoles, 4 de mayo de 2011

“AGUA PARA ELEFANTES”

El circo en Charles Chaplin y en Federico Fellini tiene un cariz melancólico y poético, ligado a las remembranzas de la infancia, por lo tanto al tiempo ido y a manifestaciones culturales en vías de extinción.

También hay una vertiente que liga al circo a un espacio de aventura nómade y de artistas con características especiales, que los hace inalcanzables y propios de un mundo maravilloso e idealizado. En esta línea podemos citar el filme “El Gran Pez” de Tim Burton.

“Agua para Elefantes” (2011), dirigida por Francis Lawrence, y basada en la novela de Sara Gruñe, mezcla ambas perspectivas y le agrega un toque de romanticismo, ya que este filme es básicamente una historia de amor; pero no sólo entre la estrella del circo, Marlena (Reese Witherspoon) y el veterinario del mismo, Jacob Jancowski (Robert Pattinson); sino de amor por el circo y sus animales y su vida trashumante, en este caso en un tren que recorre Estados Unidos, instalándose por unos días en cada pueblo que pueda llenar la gran carpa.

La estructura narrativa de la cinta corresponde a un gran racconto, que realiza el viejo Jacob (Hal Holbrook), cuando se acerca a un circo para ver el desfile de los artistas, pero llega tarde y se pone a conversar con el propietario; el cual, al darse cuenta de su experiencia en el rubro, le pide que le cuente la historia de su vida.

Lawrence, cineasta austríaco avecindado en Hollywwod, de 41 años, ya había demostrado sus capacidades narrativas en cuatro cintas: “Constantine” (2005), “Soy Leyenda” (2007), “Eddie Dickens and the Awful End” (2008) y “Soy Leyenda: la Nueva Era” (2010), que señalan claramente su origen comercial, pero que manifiestan una buena factura y un punto de vista más personal.

En “Agua para Elefantes”, ambientada en la época de la Depresión en Estados Unidos, se retrata de fondo las dificultades que ha tenido para desarrollarse los inmigrantes y las clases populares, representados por los desocupados cada vez que quebraba un circo, los cuales eran lanzados sin tapujos desde el tren en movimiento o recogidos como despojos por circos sobrevivientes, como mano de obra barata.


En este ámbito de dificultad se desarrolla historia de Jacob, que debe abandonar la universidad antes de titularse, debido a la muerte de sus padres; y por casualidad se sube al tren del circo, escapando de su apremiante realidad, incorporándose a un microcosmos que simboliza al país completo.

Porque aparte de su amor por los animales, los nuevos amigos y su deslumbramiento inmediato por Marlena, Jacob deberá sufrir el autoritarismo y el abuso del dueño del circo, el esposo de su obsesión, August (Christopher Waltz), símbolo del poder discrecional, antítesis de la imagen del circo como un lugar mágico y comunitario, que mueve a la nostalgia y la esperanza.

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