lunes, 7 de febrero de 2011

“EL CISNE NEGRO”

La obsesión de perfección en al arte es un camino paralelo a la locura o dicho de otra manera, aquellos elegidos para lograr el verdadero éxito en la creación deben asumir en sí mismos no sólo su lado luminoso, sino también su lado oscuro y la pasión de modo absoluto.

De esto nos cuenta en su última película, “El Cisne Negro”, el cineasta estadounidense Darren Aronofsky, a través de la historia de Nina Sayers, (Natalie Portman), una solista de ballet clásico en Nueva York, obsesionada por la perfección, que tiene su próxima estación en lograr que el director de la compañía, Thomas Leroy (Vincent Cassel), le asigne el papel de la Reina de los Cisnes en el ballet El Lago de los Cisnes, lo que logrará después de una difícil camino de ensayo, disciplina y perseverancia.

Luego de eso vendrá lo más complicado, estar a la altura de lo que le exige la obra, la visión del director y sobre todo, sus propias limitaciones, producto de su crecimiento interior y de la exigencia de expresión y equilibrio de orden y descontrol que impone la obra de arte y su recreación, como en el caso de una bailarina de ballet de primer orden, cual es su ambición.

Aronoksky, de 42 años, por su parte, ha tenido en su propia obra esta obsesión. Sus cintas anteriores, “Pi” (1998), “Réquiem por un Sueño” (2000), “La Fuente de la Vida” (2006) y “El Luchador” (2008) dan cuenta de esta obsesión, pero para decirnos finalmente que ésta es lograr un equilibrio entre control y oscuridad.

En “El Cisne Negro”, Nina grafica los conflictos propios del creador, a través de la relación arquetípica que Nina establece con sus cercanos, metáforas de la existencia de los seres sensibles, que pueden leer la complejidad de la vida. La relación con Thomas manifiesta la exigencia de perfección, del espejo que es el otro. Con su madre posesiva y controladora, Erica (Bárbara Hershey), la relación culposa con su propio cuerpo y su piel, manifestaciones del erotismo, de la madurez y de la pérdida de la virginidad.

Con Beth Macintyre (Winona Ryder), la anterior estrella del Ballet, su relación personifica la admiración, el espejismo de la perfección y el robo, ante la inexistencia de una identidad propia, lo que significa no poder interpretar cada señal, como un reflejo del complejo prisma de la existencia humana. Por último, la bailarina Lily (Mila Kunis), recién llegada de California, simboliza la libertad, la experimentación y la espontaneidad, todo lo que ella no se permite; y que finalmente son señales de su inseguridad y de la competencia que ve en los demás.

El buen trabajo de cámara y el apropiado uso de la música para marcar los conflictos, como efecto dramático en el ballet y en la historia de Nina; hacen más patente el pendular dialéctico entre el cisne blanco y el negro que existe al interior del creador que es Nina (y que Thomas marca como buen maestro); entre la virginidad y la oscuridad, que implican el momento de la madurez vital y erótica de la protagonista; y finalmente, la delgada línea entre obsesión y locura que existe para el involucrado en el proceso artístico, como experiencia vital y misteriosa.

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