martes, 4 de enero de 2011

“PARTIR”

Enamorarse es una enfermedad y la pasión uno de sus principales síntomas, temas ambos recurrentes en la historia del cine.

El tratamiento trágico del enamoramiento remonta inequívocamente a “Romeo y Julieta” de William Skakespeare. La cinta “Partir” (2009) de la escritora y directora francesa Catherine Corsini ofrece una variación, ya que los enamorados no son dos jóvenes que deben sufrir la ceguera de la rivalidad entre dos familias; sino dos adultos, que deben sufrir el machismo y el autoritarismo del esposo abandonado.

Corsini, de 54 años, había dirigido con anterioridad seis largometrajes, de los cuales ninguna se estrenó comercialmente en Chile y este primero manifiesta un innegable talento para al exposición de conflictos y temáticas existenciales.

Los protagonistas, de “Partir” son por definición seres trasplantados y desadaptados. Suzanne (Kristin Scott Thomas) es una kinesióloga británica, que no ejerce su profesión, y que vive en Nimes, Francia, con su esposo, el médico Samuel Vidal (Yvan Attal) y sus hijos adolescentes David (Alexandre Vidal) y Marion (Daisy Broom). Se siente insatisfecha con su vida dependiente y rutinaria y de hecho quiere volver a ejercer, por lo cual está tomando cursos de actualización y su marido le está construyendo una consulta.

Allí conoce al obrero español Iván (Sergi López), separado, con una hija pequeña y con una condena previa, con el cual se produce una atracción inmediata, que no tardará en traducirse en una breve relación de amantes, ya que luego Suzanne confesará a su marido y ante la reacción violenta de éste, abandonará el hogar, para irse a vivir con Iván, desarrollándose entre ambos una pasión verdadera y profunda.

Samuel, clasista y machista, con ambiciones políticas (es amigo del alcalde y evalúa candidatearse para concejal) no acepta que su esposa lo abandone y menos por un obrero y les cierra todas las válvulas laborales y económicas a la nueva pareja, obligando a Suzanne, muy a su pesar, a volver al hogar, para salvar a Iván, sufriendo la peor de las degradaciones, una verdadera violación, lo que desencadenará la tragedia, como único modo de recuperar la dignidad.

Llama la atención el desarrollo de los personajes, que con pequeños gestos se van desenmascarando y retratando en toda su grandeza, en un caso, y en toda su pequeñez en el otro. Samuel da la impresión, por momentos de ser un animal que defiende a su presa o a su propiedad privada, tan distinta de la imagen que proyectan los enamorados en sus horas de felicidad que, lamentablemente, se intuyen como efímeras e insostenibles.

Las excelentes actuaciones de los tres protagonistas son importantes en el resultado final de este drama, que actualiza el tema del adulterio y que manifiesta que, en la culta Europa, aún hay barbarie e intolerancia hacia los sentimientos más básicos de la pareja y especialmente de la mujer.

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