viernes, 10 de septiembre de 2010

“LA CIUDAD DE LAS TORMENTAS”

El cine de denuncia siempre ha sido una veta importante dentro del séptimo arte. Las opciones para trabajarlo son el tono documental, en el que se pretende mantener un cierto grado de objetividad, de acuerdo a los antecedentes existentes; y un tono más ideológico, en el cual el cineasta se compromete más y claramente lo que presenciamos es una posición interpretativa de la realidad expuesta.

Paul Greengrass, cineasta británico de 55 años, cuando ha explorado la denuncia ha optado por un semidocumentalismo, que ha dotado de verismo sus cintas, como es el caso de “Domingo Sangriento” (2002), “United 93” (2006) y ahora “La Ciudad de las Tormentas” (2010), sobre la Guerra de Irak y basada en el libro de Rajiv Chandrasekaran.

Greengrass ha dirigido también los largometrajes de ficción “Resurrected” (1989), “Extraña Petición” (1998), “La Supremacía Bourne” (2004) y “Ultimátum Bourne” (2007), en los cuales se manifiestan otros elementos propios de su estilo: la acción y la violencia, como manifestaciones de poder y de la condición humana.

En “La Ciudad de las Tormentas”, Greengrass denuncia la inexistencia de armas químicas en Irak, argumento que fue utilizado por Estados Unidos para justificar la invasión a ese país del Medio Oriente. El procedimiento narrativo es la historia del Jefe Miller (Matt Damon), oficial del Ejército estadounidense que está a cargo de detectar las famosas armas biológicas, de acuerdo a los informes de inteligencia aportados por el Departamento de Defensa.

Este se sorprende ya que en cada operación realizada no encuentran absolutamente nada y en una de estas acciones se involucra con un informante iraquí, Freddy (Khalid Abdalla), que lo lleva a una reunión en que participa el general Al Rawi (Yigal Naor), el segundo hombre después de Sadam Hussein.

Su sospecha de la versión oficial le hace ser contactado por un agente de la CIA, Martin Brown (Brendan Gleeson), quien lo recluta para ubicar a Rawi; lo que lo lleva a chocar con el responsable de la desinformación, Clark Poundstone (Greg Kinnear), alto jefe del Departamento de Estado, que además debe instalar en el nuevo gobierno iraquí a Ahmed Zubaidi (Raad Rawi), político absolutamente proclive a Estados Unidos.
Esta es la base argumental del filme, en el cual se entrelazan además el rol de los medios de comunicación, las rencillas entre las facciones étnicas iraquíes, las disputas entre el Departamento de Estado y la CIA; y principalmente la urgencia de Miller por llegar a la verdad, ya que como oficial necesita una justificación para la guerra, lo que lo hace distinto al prototipo del soldado que sólo obedece órdenes.

En este sentido, el filme podría pecar de ingenuo o de fantasioso; o también de ideológico, ya que, a pesar de todo, Miller se sale con la suya: averigua lo que tiene que saber, lo informa a sus superiores e incluso a los medios y aparentemente sale indemne, en un final abierto que lo deja con su conciencia tranquila, a pesar de que el daño es irreversible.

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