jueves, 17 de junio de 2010

“LA VIDA DE LOS PECES”

Matías Bize es uno de los nuevos cineastas chilenos cuya obra reviste mayor interés, por el anuncio ya confirmado de una consecuencia, tanto temática como de lenguaje cinematográfico.

“La Vida de los Peces” (2010) es su cuarto largometraje, lo que habla además de una cierta generosidad creativa, ya que cuenta con sólo 31 años a su haber, lo que también señala claridad en su itinerario productivo. Con anterioridad había dirigido “Sábado” (2002), “En la Cama” (2005) y “Lo Bueno de Llorar” (2006), que marcaron además su salida al exterior y reconocimiento internacional.

Con “La Vida de los Peces” vuelve de alguna forma a Chile y a su idiosincracia, al igual que su protagonista, Andrés (Santiago Cabrera), quien retorna a Santiago después de vivir diez años en Alemania, donde trabaja como periodista para una revista de viajes.

Toda la cinta se concentra en la participación de Andrés en el cumpleaños de uno de sus mejores amigos, con lo cual Bize se obliga a un “tour de force”: un solo espacio dramático. Para esto considera que lo más apropiado es la cámara en mano, la cual se encargará de seguir a Andrés en sus distintos encuentros en la citada fiesta.

Primero es el grupo de amigos, la vieja pandilla; escena que nos hace percatarnos del paso inexorable del tiempo, del distanciamiento inevitable y de los primeros fantasmas: la muerte de Francisco, hermano del festejado, gran amigo de Andrés y en la cual al parecer éste tuvo alguna participación. Además, que llegará a la celebración la antigua novia de Andrés, Beatriz (Blanca Lewin), con la cual claramente hay una asignatura pendiente.

Utilizando casi exclusivamente primeros planos, Bize va construyendo para el espectador tanto la sensibilidad trasplantada de Andrés como la realidad que dejó atrás y que no suelta del todo como lastre. Después de un frío reencuentro con Beatriz, Andrés, supuestamente yéndose a cada momento, recorre la casa demorándose, como si realmente no quisiera partir.

La vieja Nana de la casa, la esposa de uno de sus amigos, la hermana menor de otro, los hijos de sus amigos son un recorrido de espejos que lo enfrentan a lo mejor de sí mismo, a su pasado; pero también a lo que con dolor y calma debe definitivamente dejar atrás o reasumir.

En este ir y venir por la casa, un universo cerrado del cual es imposible escaparse sin tomar una decisión, Andrés se va reencontrando cada vez más seguido y por períodos más largos con Beatriz, hasta que caen las defensas y se ponen sobre la mesa los verdaderos sentimientos y los gestos pasados, reavivándose una pasión que parecía extinta, aunque el compromiso real no necesariamente corre por el mismo carril.

“La Vida de los Peces”, que toma su nombre de una gran pecera que hay en la casa y que en una escena notable mediatiza el distante diálogo entre Andrés y Beatriz, es una historia de amor y desamor, una cinta sobre la dificultad de los sentimientos en la existencia humana; plagada de detalles cotidianos, que si no se valoran en el momento apropiado, pueden resurgir mucho después como fantasmas flotando en la oscuridad.

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