lunes, 1 de febrero de 2010

“LOS ABRAZOS ROTOS”

En el cine de autor, qué duda cabe, el guión es fundamental. Y se aprecia mucho más aún cuando el propio director es el guionista o el adaptador, ya que deja su impronta no sólo en la particular manera de visualizar y contar la historia, sino también en la visión de mundo que entrega al espectador, con sus gustos y marcas de estilo.

El cineasta español Pedro Almodóvar, a sus 60 años, cumple a cabalidad con este axioma, ya que no sólo dirige sino también escribe sus películas, configurando en ellas un mundo personal y muy ibérico; y además su visión del cine, de la creación y de los constantes conflictos humanos, en este caso reflejados con pasión en sus personajes.

Con diecisiete largometrajes dirigidos desde 1980, “Pepi, Luci, Bon y otras Chicas del Montón”, Almodóvar ha ido construyendo un estilo, cuyas principales características son: personajes apasionados, principalmente femeninos; historias con sino trágico y una constante referencia al cine como lenguaje, ya sea con homenajes y citas o con pequeñas películas al interior de los filmes.

Entre los filmes más notables de su carrera se encuentran “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” (1984), “Matador” (1986), “Mujeres al borde de un ataque de Celos” (1988), “Atame” (1989), “Tacones Lejanos” (1991), “Carne Trémula” (1997), “Todo sobre mi Madre” (1999), “Hable con Ella” (2002) y “La Mala Educación” (2004).

En “Los Abrazos Rotos” (2009) varias de estas características vuelven a repetirse, pero con una indiscutible maestría, tanto en la narración, en la progresión de los conflictos como en el desarrollo de los personajes y citas cinematográficas.

El protagonista, Mateo Blanco (Lluis Homar) es precisamente un director de cine, que se enamora perdidamente de una aspirante a actriz, Lena (Penélope Cruz), pareja a su vez de un millonario obsesivo e inescrupuloso, Ernesto Martel (José Luis Gómez), el cual decide financiar su última cinta, con tal de distanciarse de Lena. Esto da origen a un triángulo condenado a la tragedia, luego de la cual Mateo, al perder la vista, decide matar su identidad y se transforma definitivamente en el guionista Harry Caine, seudónimo que había usado ocasionalmente.

Como coristas de esta tragedia, pero no menos importantes, están Judit García (Blanca Portillo), agente y productora de Mateo y Harry, que lo ama veladamente y que incluso tiene un hijo con él, Diego (Tamar Novas), lo que aquel ignora, a pesar de que es su escriba y discípulo; y el hijo homosexual de Martel, Ray X (Rubén Ochandiano), que está enamorado de Blanco y que inventa que quiere hacer un documental de la filmación para estar cerca de él.

En el plano de las citas y homenajes, Almodóvar se refiere explícitamente a “8 y Medio” de Fellini y a “Fanny y Alexander” de Bergman, lo cual no es tan desatinado, ya que a su particular modo, el manchego ha desarrollado una impecable cinematografía, en la cual los temas recurrentes son la culpa y el destino, la muerte y la pasión, como modos de enfrentar esta corta y sin sentido existencia.

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