lunes, 1 de febrero de 2010

“EL SECRETO DE SUS OJOS”

El cine está dirigido a los sentidos del espectador para producir emociones, ya sean básicas como el terror o más sofisticadas como el asombro o la identificación.

La efectividad de una cinta no está en la profundidad del tema que trata, sino en cómo encarna en imágenes la idea, la intuición, la visión del autor; en este caso el cineasta, el que hace cine.

Esto queda más que demostrado en el filme argentino “El Secreto de sus Ojos” (2009), que fue dirigido, escrito, editado y producido por Juan José Campanella, basado en la novela “La Pregunta de sus Ojos” de Eduardo Sacheri y que ratifica la vitalidad del cine argentino actual.

Campanella, de 50 años, había dirigido anteriormente “El Niño que Gritó Puta” (1991), “Ni el Tiro del Final” (1997), “El Mismo Amor, la Misma Luna” (1999), “El Hijo de la Novia” (2001) y “Luna de Avellaneda” (2007). Gran parte de su carrera la ha realizado en Estados Unidos, donde ha dirigido series como “La Ley y el Orden” y “Doctor House”, lo que le ha dado un manejo técnico que se aprecia en su última cinta y que, sin embargo, está al servicio de la premisa que enunciamos al comienzo de este texto.

En “El Secreto de sus Ojos”, la obsesión es la emoción que Campanella logra transmitir brillantemente al espectador. La obsesión de venganza del empleado bancario Ricardo Morales (Pablo Lago), por el asesinato de su bella y joven esposa Liliana Coloto (Carla Quevedo); y la obsesión de justicia del funcionario de tribunales, Benjamín Espósito (Ricardo Darín), al cual lo perseguirá este caso toda la vida, llegando a escribir una novela sobre éste, una vez que ha jubilado en la administración pública.

Pero también está su obsesión amorosa por la jueza, jefa y amiga Irene Menéndez (Soledad Villamil), la cual a su vez se empecinará en llegar a la verdad y en apoyar a Espósito. Casi a la par con estas fuertes emociones están la amistad del colega de Espósito, Pablo Sandoval (Guillermo Francella), por éste; y el repudio que sienten los protagonistas por el asesino y violador, Isidoro Gómez (Javier Golino), el que determinará sus vidas, transformándose también en víctimas de su delito.

A primera vista la cinta puede parecer sólo una película policial, que lo es; pero a ojos y oídos sensibles, la cinta se despliega, sutilmente, como una suma de detalles que dan cuenta de emociones que mueven y dan sentido a la vida a personajes profundamente porteños, pero tremendamente universales, porque todos nos podemos identificar con ellos.

Campanella, por otro lado, se cuida muy bien de no caer en los sentimentalismos y en el melodrama, expresando estas emociones en pequeños gestos y comprimidos diálogos. La complejidad de las motivaciones y de los sentimientos requerirá años del tiempo real de los protagonistas, para que éstos se desnuden como las hojas del árbol de la memoria.

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