Un guión inteligente en el cine debe estructurarse de tal modo que los contenidos del filme aparezcan al espectador a través de las imágenes y los silencios, más que de los diálogos y la música, aunque no se debe desestimar la labor complementaria de estos últimos.
Esto es algo que tienen claro muchos autores cinematográficos, que entienden bien lo que es propio del lenguaje audiovisual; y que el uso de estos recursos logra de mucho mejor manera emocionar al espectador, y luego hacerlo pensar; fines últimos del buen cine.
Un excelente ejemplo de estas premisas es la cinta “Hace mucho que te Quiero” (2008), dirigida y escrita por el cineasta francés Philippe Claudel, en lo que es su primer largometraje. Claudel, de 47 años, con anterioridad había escrito y publicado varias premiadas novelas, ejercido la cátedra de Literatura en la universidad de Nancy y había escrito algunos guiones, modo por el cual se relacionó con el cine.
“Hace Mucho que te Quiero” está centrada en la historia reciente de la médico Juliette Fontaine (una magistral Kristin Scott Thomas), que acaba de salir de la cárcel después de quince años; a pesar de que el espectador no sabe cuál fue su delito. Sólo que es recogida, al salir libre, por su hermana varios años menor, Léa (Elsa Zylberstein), quien la llevará a vivir transitoriamente a su casa, donde también residen su esposo Luc (Serge Hazanavicius); su padre, que sólo se dedica a leer, con una sonrisa permanente; y dos hijas vietnamitas, pequeñas y adoptadas.
Temas como el dolor y la eutanasia son tratados con gran sutileza, a través de los silencios y miradas de Juliette, que vive estoicamente la dificultad de reinsertarse socialy emocionalmente, más aún cuando los posibles empleadores y los demás se van enterando que fue culpada del asesinato de su hijo de seis años, el cual tenía un cáncer terminal galopante, cuyo sufrimiento la llevó a ayudarlo a morir.
Curiosamente los únicos apoyos en esta nueva etapa de su vida, aparte de su incondicional hermana, son el capitán de policía Fauré (Frédéric Pierrot) y un profesor universitario, colega de Léa, Michel (Laurent Grévil), cuyos destinos demuestran la soledad y los caminos propios que la vida tiene reservada para cada uno de nosotros, en una visión pesimista, de la cual sólo se escapan los niños, los ancianos y los enamorados.
Claudel, sin caer en el intelectualismo, fija claramente sus referentes culturales. En el cine, en la cena campestre de todos los amigos de Léa, uno de ellos defiende vehementemente el cine de Eric Rohmer, viejo maestro de 89 años, quien fuera jefe de redacción de la revista Cahier du Cinema y uno de los mayores exponentes de la Nouvelle Vague francesa.
En lo literario y en lo moral, las referencias a la novela “Crimen y Castigo” del ruso Fedor Dostoievski y a la obra del novelista francés Jean Giono (1895-1970) completan esta visión de la realidad actual, donde los personajes se debaten entre el ejercicio de la libertad y las cargas penosas que llevan dentro, que muchas veces significan prisiones mayores que aquellas que tienen barrotes y cadenas.
Alvaro Inostroza Bidart
jueves, 24 de diciembre de 2009
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