Cada vez más hay cintas que dejan muy en claro que existe una línea diferenciadora entre el cine comercial y el cine de autor. Una de las opciones del cine comercial frente a la penetración y masificación de alternativas de entretención, como la televisión y los videojuegos, han sido las llamadas megaproducciones
Una de las principales características de éstas es precisamente la eliminación del estilo de dirección, banalizando el trabajo del cineasta y estandarizando la producción, de modo que no se note una autoría en el filme, logrando un producto tal que, supuestamente, garantizará la masiva afluencia de público.
“X-Mens Orígenes: Wolverine” (2009), precuela de las anteriores cintas sobres los famosos mutantes, cumple a cabalidad con esta definición, por varias razones que saltan a la vista: personajes superficiales, desaprovechamiento de los elementos de interés de la historia; abuso de las escenas de acción; utilización recurrente de efectos especiales para aumentar la espectacularidad, más que para reforzar el contenido del filme.
Esto a pesar de que contaba con una serie de antecedentes que podrían haber posibilitado, más allá del millonario presupuesto invertido en ella, la realización de una cinta interesante y con un sello distintivo. Entre ellos, el nombre de su director, Gavin Hood, director sudafricano de 46 años, que había dirigido cuatro cintas, tres de ellas en su país y la última de éstas, “Tsotsi” (2005), había ganado el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Pero, al parecer, Hollywood lo absorbió rápidamente con su maquinaria comercial y desnaturalizadora.
Otro dato importante es que ésta era la cuarta entrega sobre la historia de los X-Mens o Mutantes, personajes del cómic del mismo nombre de la compañía Marvel, creados en 1963 por Stan Lee y Jack Kirby; y que en las tres versiones cinematográficas anteriores (2000-2006) había mantenido un nivel bastante digno, tomando una opción por el cine de género, con clara alusión a la adaptación de la historieta, enfatizando el carácter arquetípico de los personajes, inscritos en el Bien y el Mal.
En esta entrega, la elección de la producción fue darles características más humanas, tanto a Logan/Wolverine (Hugo Jackman) como a su novia Kayla (Lynn Collins) y al resto del equipo especial del Ejército: Víctor, hombre lobo y hermano de Logan (Liev Schreiber), el rápido e invisible John Wraith (Will i Am), Gambito (Taylor Kitsch), entre otros; todos a cargo del desquiciado coronel Stryker (Danny Huston).
Esto, a las claras, resultó un error, ya que cuesta identificar a estos personajes humanizados con los vistos en las anteriores versiones, notoriamente salidos del cómic, a pesar de que se supone que esta historia ocurre antes en una línea de tiempo sobre el desarrollo de los míticos personajes; no obstante la fugaz y carente de sentido aparición final del maestro Charles Xavier.
Más que optar por hacer una cinta fantástica de acción, la producción debiera haber elegido enfatizar las características míticas y complejas de los personajes y sus conflictos, a través de una concepción visual respetuosa del mundo original de la historieta; para lo cual era sano y prudente la visión personal de un cineasta, lo cual lamentablemente no ocurre en esta cinta.
Alvaro Inostroza Bidart
Una de las principales características de éstas es precisamente la eliminación del estilo de dirección, banalizando el trabajo del cineasta y estandarizando la producción, de modo que no se note una autoría en el filme, logrando un producto tal que, supuestamente, garantizará la masiva afluencia de público.
“X-Mens Orígenes: Wolverine” (2009), precuela de las anteriores cintas sobres los famosos mutantes, cumple a cabalidad con esta definición, por varias razones que saltan a la vista: personajes superficiales, desaprovechamiento de los elementos de interés de la historia; abuso de las escenas de acción; utilización recurrente de efectos especiales para aumentar la espectacularidad, más que para reforzar el contenido del filme.
Esto a pesar de que contaba con una serie de antecedentes que podrían haber posibilitado, más allá del millonario presupuesto invertido en ella, la realización de una cinta interesante y con un sello distintivo. Entre ellos, el nombre de su director, Gavin Hood, director sudafricano de 46 años, que había dirigido cuatro cintas, tres de ellas en su país y la última de éstas, “Tsotsi” (2005), había ganado el Oscar a la Mejor Película Extranjera. Pero, al parecer, Hollywood lo absorbió rápidamente con su maquinaria comercial y desnaturalizadora.
Otro dato importante es que ésta era la cuarta entrega sobre la historia de los X-Mens o Mutantes, personajes del cómic del mismo nombre de la compañía Marvel, creados en 1963 por Stan Lee y Jack Kirby; y que en las tres versiones cinematográficas anteriores (2000-2006) había mantenido un nivel bastante digno, tomando una opción por el cine de género, con clara alusión a la adaptación de la historieta, enfatizando el carácter arquetípico de los personajes, inscritos en el Bien y el Mal.
En esta entrega, la elección de la producción fue darles características más humanas, tanto a Logan/Wolverine (Hugo Jackman) como a su novia Kayla (Lynn Collins) y al resto del equipo especial del Ejército: Víctor, hombre lobo y hermano de Logan (Liev Schreiber), el rápido e invisible John Wraith (Will i Am), Gambito (Taylor Kitsch), entre otros; todos a cargo del desquiciado coronel Stryker (Danny Huston).
Esto, a las claras, resultó un error, ya que cuesta identificar a estos personajes humanizados con los vistos en las anteriores versiones, notoriamente salidos del cómic, a pesar de que se supone que esta historia ocurre antes en una línea de tiempo sobre el desarrollo de los míticos personajes; no obstante la fugaz y carente de sentido aparición final del maestro Charles Xavier.
Más que optar por hacer una cinta fantástica de acción, la producción debiera haber elegido enfatizar las características míticas y complejas de los personajes y sus conflictos, a través de una concepción visual respetuosa del mundo original de la historieta; para lo cual era sano y prudente la visión personal de un cineasta, lo cual lamentablemente no ocurre en esta cinta.
Alvaro Inostroza Bidart
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