Para algunos cineastas dirigir un largometraje es algo parecido a lo que le ocurre a algunos poetas con publicar un libro: esperan pacientemente que pasen años de decantación y dan a conocer una nueva producción sólo cuando la necesidad de expresión es inevitable y se tiene la certeza de que se aportará a la historia de la cultura en la que se está inserto.
Esto ocurre con el cineasta chileno Jorge Durán, exiliado en Brasil después del golpe militar de 1973 y que cada cierto tiempo nos visita, sobre todo para los festivales de cine nacionales. Ahora nos llega su último y sólo tercer largometraje, “Prohibido Prohibir” (2007), a pesar de que tiene una larga carrera, primero ligada al teatro y luego al cine, donde ha ejercido como guionista, productor y asistente de director.
Durán, de 66 años, estudió Teatro en la Universidad de Chile, ha dirigido antes dos largometrajes: “El Elegido de Lemanjá” (1978) y “El Color de su Destino” (1986); y ha sido asistente de dirección de importantes cineastas chilenos y brasileros, como Aldo Francia, Helvio Soto, Bruno Barreto y Héctor Babenco; por lo cual tiene un depurado oficio, que ratifica en su última cinta.
“Prohibido Prohibir” (título que recuerda uno de los slogan más famosos de la Revolución de Mayo) es la historia de amistad y compromiso de tres jóvenes universitarios de Rio de Janeiro: Paulo (Caio Blat), estudiante de medicina; León (Alexandro Rodrigues), alumno de sociología; y Leticia (María Flor), estudiante de arquitectura, que entrelazan sus destinos por amor, amistad y por su sensibilidad ante el panorama social, que afecta a los habitantes de las favelas cariocas.
Paulo tiene un rol protagónico en la cinta. De hecho, ésta comienza cuando este joven se apresta a entrar a un hospital, a su residencia médica, luego de ingerir unas pastillas de colores, que le ayudan a soportar el panorama de sufrimiento y el tedio que lo agobian. Estas píldoras las complementa con importantes cantidades de marihuana, la cual fuma habitualmente; lo que no impide que sea un buen alumno y que tenga buena capacidad de diagnóstico y una notoria sensibilidad clínica.
Su compañero de departamento y su amigo del alma, León, es más ordenado y menos anárquico; pero esto no impide que tenga un entrañable afecto por Paulo. La aparente discordia se produce con la irrupción de Leticia, la novia de León, la cual atrae de inmediato a Paulo y viceversa. Este es el nudo narrativo de la cinta, pero esta es mucho más que un triángulo entre jóvenes que están descubriendo la realidad laboral, la realidad de las relaciones sentimentales y la realidad de su querida ciudad, de su país y de Latinoamérica, en el fondo.
“Prohibido Prohibir” es una cinta sobre la amistad, sobre el compromiso ético y político que deben tener los ciudadanos y que los jóvenes encarnan tan bien; sobre las estructuras de poder que imperan en nuestros países y que asfixian a los más pobres; y sobre la corrupción existente en la policía, como un símbolo de la represión para mantener en el tiempo los sistemas socioeconómicos imperantes e impedir la movilidad social y la esperanza de cambio.
Lo interesante es que todo este contenido no es discurso en el filme. Se encarna en la existencia concreta y creíble de estos tres personajes que, a pesar de la agobiante realidad, logran establecer una cuota de esperanza, a través de la consecuencia y de la conciencia de sí mismos y del entorno.
Alvaro Inostroza Bidart
Esto ocurre con el cineasta chileno Jorge Durán, exiliado en Brasil después del golpe militar de 1973 y que cada cierto tiempo nos visita, sobre todo para los festivales de cine nacionales. Ahora nos llega su último y sólo tercer largometraje, “Prohibido Prohibir” (2007), a pesar de que tiene una larga carrera, primero ligada al teatro y luego al cine, donde ha ejercido como guionista, productor y asistente de director.
Durán, de 66 años, estudió Teatro en la Universidad de Chile, ha dirigido antes dos largometrajes: “El Elegido de Lemanjá” (1978) y “El Color de su Destino” (1986); y ha sido asistente de dirección de importantes cineastas chilenos y brasileros, como Aldo Francia, Helvio Soto, Bruno Barreto y Héctor Babenco; por lo cual tiene un depurado oficio, que ratifica en su última cinta.
“Prohibido Prohibir” (título que recuerda uno de los slogan más famosos de la Revolución de Mayo) es la historia de amistad y compromiso de tres jóvenes universitarios de Rio de Janeiro: Paulo (Caio Blat), estudiante de medicina; León (Alexandro Rodrigues), alumno de sociología; y Leticia (María Flor), estudiante de arquitectura, que entrelazan sus destinos por amor, amistad y por su sensibilidad ante el panorama social, que afecta a los habitantes de las favelas cariocas.
Paulo tiene un rol protagónico en la cinta. De hecho, ésta comienza cuando este joven se apresta a entrar a un hospital, a su residencia médica, luego de ingerir unas pastillas de colores, que le ayudan a soportar el panorama de sufrimiento y el tedio que lo agobian. Estas píldoras las complementa con importantes cantidades de marihuana, la cual fuma habitualmente; lo que no impide que sea un buen alumno y que tenga buena capacidad de diagnóstico y una notoria sensibilidad clínica.
Su compañero de departamento y su amigo del alma, León, es más ordenado y menos anárquico; pero esto no impide que tenga un entrañable afecto por Paulo. La aparente discordia se produce con la irrupción de Leticia, la novia de León, la cual atrae de inmediato a Paulo y viceversa. Este es el nudo narrativo de la cinta, pero esta es mucho más que un triángulo entre jóvenes que están descubriendo la realidad laboral, la realidad de las relaciones sentimentales y la realidad de su querida ciudad, de su país y de Latinoamérica, en el fondo.
“Prohibido Prohibir” es una cinta sobre la amistad, sobre el compromiso ético y político que deben tener los ciudadanos y que los jóvenes encarnan tan bien; sobre las estructuras de poder que imperan en nuestros países y que asfixian a los más pobres; y sobre la corrupción existente en la policía, como un símbolo de la represión para mantener en el tiempo los sistemas socioeconómicos imperantes e impedir la movilidad social y la esperanza de cambio.
Lo interesante es que todo este contenido no es discurso en el filme. Se encarna en la existencia concreta y creíble de estos tres personajes que, a pesar de la agobiante realidad, logran establecer una cuota de esperanza, a través de la consecuencia y de la conciencia de sí mismos y del entorno.
Alvaro Inostroza Bidart
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