viernes, 23 de octubre de 2009

“HONOR Y ORGULLO”

La corrupción en la policía estadounidense se ha tornado un tema recurrente en el cine de ese país en los últimos años; deducimos que como una forma de poner en el tapete este grave problema que afecta no sólo a esa nación, sino a una gran cantidad de estados en el mundo.

El tratamiento cinematográfico es variado, pero no cabe duda que los aspectos fundamentales para evaluar esta cintas son la solidez del guión, la credibilidad de los personajes y una puesta en escena interesante, emotiva y de mucha acción.

Desde este punto de vista, “Honor y Orgullo” (2008), ideada, escrita y dirigida por el cineasta estadounidense Gavin O’Connor, cumple de manera aceptable con estos requisitos, ya que el tema se trata con profundidad, las buenas actuaciones permiten el desarrollo de personajes bien delineados y consistentes y el filme tiene un ritmo intenso que no decae y que lograr mantener al espectador comprometido con el desenlace de las acciones, cuyo trasfondo es fuertemente ético y realista.

O’Connor, de 44 años, había dirigido anteriormente tres largometrajes: “Comfortably Numb” (1995), “Tumbleweeds” (1999) y “Milagro” (2004); de las cuales al parecer ninguno se había estrenado en Chile.

En “Honor y Orgullo, O’Connor demuestra un buen manejo del lenguaje cinematográfico, con una cámara incisiva, buen montaje y un guión inteligente, que va de frente al tema de la corrupción y los dilemas morales que enfrentan policías que, muchas veces, entran a la institución por tradición familiar y por valores que con el tiempo, las cuentas y las tentaciones, corren serios peligros.

Uno de los jefes superiores de la orgullosa policía de Nueva York es Francis Tierney (Jon Voight), que tiene a sus dos hijos en la fuerza: Francis Tierney Jr. (Noah Emmerich), que está a cargo de la Brigada de Narcóticosy tiene a su esposa Abby (Jennifer Ehle) con un cáncer terminal; y Ray (Edward Norton), talentoso detective de Narcóticos, que ha pedido un traslado hace un par de años a Personas Perdidas, por su participación en un confuso caso que llegó a la justicia y que le dejó cicatrices en la cara y en su vida cotidiana, entre ellas una separación, que aún no supera.

Además, también está en Narcóticos, el sargento Jimmy Egan (Colin Farrell), casado con la hermana de Francis y Ray, Megan (Lake Bell); el cual tiene a su escuadrón involucrado en una red de corrupción que financia el narcotraficante Angel Tezo (Ramón Rodríguez), la cual se descubre porque mueren cuatro policías en una redada, de la cual le informó anticipadamente al mafioso un policía del equipo de Egan.

Este hecho, y la investigación a cargo de una fuerza especial a la que destinan al renacido Ray, destapa la infamia y desencadena, en una pasada de cuentas del bien sobre el mal, una serie de consecuencias que ponen en juego los lazos familiares, sentimentales y los valores morales de todos los involucrados y con algún grado de responsabilidad, sobre estos hechos inaceptables.

El dilema moral, y cómo lo resuelven sus actores, a un lado y otro del mal, es el momento más álgido de la cinta; el cual O’Connor lo sostiene con mano firme y precisión, sin facilismos ni concesiones, exigiendo a sus personajes que paguen los costos del oprobio y la complicidad.


Alvaro Inostroza Bidart

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