viernes, 23 de octubre de 2009

“EL ORFANATO”

Recientemente señalábamos que están de moda las cintas de fantasmas, a propósito del filme “Apariciones”, con un cierto dejo peyorativo. Hoy ese tono es absolutamente diferente a partir del estreno en Chile de la película española “El Orfanato” (2007), que marca a las claras como el tema puede ser tratado de manera inteligente, sensible y de forma novedosa, sobre todo en lo que respecta al guión y al tratamiento audiovisual de lo misterioso y lo mágico.

“El Orfanato” es el primer largometraje del cineasta español Juan Antonio Bayona, de 33 años, quien estudió en la Escuela de Cine y Audiovisual de Cataluña; y que se había destacado por sus cortometrajes “Mis Vacaciones” (1999) y “El Hombre Esponja” (2002), por sus cintas musicales “Sonorama” (2004), “10 Años con Carmela” (2004) y “Tierra de Hevia” (2005) y por sus trabajos con grupos españoles como Ella Baila Sola, Carmela, OBK y Fangoria.

Para su primer largometraje contó con el apoyo, como productor ejecutivo del cineasta mexicano Guillermo del Toro, quien realizó una exitosa apuesta con Bayona, ya que “El Orfanato”, entre otros galardones, ha recibido siete premios en el Festival de Barcelona y siete premios Goya.

La historia de “El Orfanato” es circular. Comienza en el viejo edificio que albergaba a un hogar de niños huérfanos, cuando la pequeña Laura es adoptada, dejando a sus amigos. Ya adulta Laura (la excelente Belén Rueda) ha adquirido la casona, para instalar allí, junto a su esposo, el médico Carlos (Fernando Cayo), un hogar para menores discapacitados. Su pequeño hijo, Simón (Roger Príncep), que ignora que también es adoptado y portador de Sida, con una sensibilidad manifiesta, de inmediato hace contacto con los fantasmas de los que fueron los amigos de Laura y que fueron protagonistas de un episodio terrible de la casa, relacionado con la aparición en el inmueble de una supuesta asistente social, Benigna (Montserrat Carulla).

La misteriosa desaparición de Simón coloca un nuevo elemento de suspenso en esta cinta, que dosifica bien los elementos del guión, las buenas actuaciones, la puesta en escena, la apropiada música y un modo asertivo y eficaz de poner en pantalla el tema de los espíritus y su conexión con los que efectivamente creen en ellos y son capaces de percibir y comprender sus manifestaciones.

Tal vez el momento más débil de la cinta es cuando Laura acude a la conferencia de un experto en fenómenos paranormales, desesperada porque pasan los meses y no aparece Simón. Este charlista, no del todo creíble, llamado Balabán (Edgar Vivar), le presenta a una médium, Aurora (Geraldine Chaplin), quien realiza una perturbadora sesión en la vieja casona, ante la incrédula presencia de Carlos y de la psicóloga de la policía, Pilar (Mabel Rivera), lo que no impide que graben las voces de los pequeños fantasmas.

A esas alturas, el mayor logro de la cinta, el espectador está convencido de todo el trasfondo paranormal de la historia; a pesar de que la desaparición de Simón toma una carácter mucho más terrenal, pero siempre ligado al pasado de Laura y a las exigencias de los espíritus para lograr no sólo la paz, sino también un futuro como familia en el más allá.


Alvaro Inostroza Bidart

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