viernes, 23 de octubre de 2009

“199 RECETAS PARA SER FELIZ”

Las crisis personales son momentos excepcionales que ponen a prueba las relaciones de pareja y relativizan valores como la fidelidad, la comunicación y la transparencia.

Esta es una de las lecturas que posee el contenido de la cinta “199 Recetas para ser Feliz” (2008), segundo largometraje del cineasta nacional Andrés Waissbluth, co-producción chileno-española, que ratifica el talento de su director y co-guionista.

Waissbluth, de 35 años, estudio Ingeniería Comercial en la Pontificia Universidad Católica de Chile y luego Cine en la prestigiosa Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Su primer largometraje fue “Los Debutantes” (2003), interesante cinta sobre los bajos fondos santiaguinos, que lo reveló como una promesa del cine nacional.

Con su nueva cinta, basada en el cuento “Noticias de Milo” de Marcelo Leonart, otro de los co-guionistas de la película, Waissbluth da un paso adelante en el desarrollo de una filmografía personal, que además aporta a retratar la identidad nacional y algunos aspectos más universales de la conducta humana, como ocurre con su último estreno.

En “199 Recetas para ser Feliz”, una pareja de jóvenes periodistas chilenos, conformada por Helena (Tamara Garea) y Tomás (Pablo Macaya) viven hace cuatro años en Barcelona. Tomás es asesor de marketing en una editorial que publica libros de autoayuda, donde precisamente se ha impreso el título que le da nombre a la cinta. Recientemente ha fallecido Milo, hermano menor de Helena, en un accidente en Chile, lo que tiene sumida a la pareja en una depresión que ha puesto en jaque la relación.

Este precario equilibrio se termina de quebrar cuando aparece, de una día para otro, en su casa catalana, la ex polola de Milo, Sandra (Andrea García-Huidobro), que de inmediato produce una extraña atracción sentimental y erótica, tanto en Tomás como en Helena, lo que se explica por la debilidad emocional en que se encuentran.

Este triángulo se va desarrollando en forma paulatina y subterránea, lo que es uno de los aciertos de la cinta; y los personajes tienen cada uno su modo de asumir este magnetismo, que inexorablemente terminará por eclosionar y poner a prueba el statu quo en que se haya la pareja, producto del remezón que les ha producido la muerte de Milo, lo que se refrenda con su “aparición” en diversas escenas, como testigo y fantasma que aún no abandona sus vidas.

Inteligentemente la cinta concentra en un personaje, Tomás, el peso de la crisis existencial por la que atraviesa el grupo; dejándole a él no sólo las reflexiones y conversaciones de fondo, sino también la resolución de esta situación insostenible y transitoria. Tomás no está conforme con su trabajo y sueña con ser contratado en una editorial de obras de ficción, por lo cual aparecen intercaladamente sus problemas laborales y una entrevista de postulación a un puesto más atrayente.

Además, casi como un paradoja, tiene que ser oreja de los problemas amorosos y creativos del autor del libro de autoayuda, Jordi (Alex Brendemühl); y toparse en cada lugar de la ciudad con pendones de las recetas para ser feliz, recurso de marketing que él mismo ha ideado y que lo enfrenta a cada momento con sus propias dudas.


Alvaro Inostroza Bidart

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