domingo, 30 de marzo de 2008

“VENUS”



Nunca es tarde para el amor ni para conocer el alma femenina. De hecho, dicen, un amor tardío puede darle sentido y un reimpulso a una vida que ya se está jubilando de la existencia y que sólo se limita a esperar la muerte, sin esperanzas.

Esta conclusión principal queda en la mente luego de ver “Venus” (2006) del director sudafricano Roger Michell, que no intelectualiza sobre el tema, sino que lo encarna emotivamente en la historia de dos amigos setentones y actores; que ven transformadas sus apacibles y declinantes existencias con la irrupción de la sobrina nieta de uno de ellos, con toda la fuerza y la irracionalidad de una veinteañera.

Ella, Jessie (Jodie Whitaker) llega desde la provincia a Londres, a vivir con su tío abuelo Ian (Leslie Phillips), con la intención de ser modelo de pasarela. Esta visita genera una tremenda expectativa en su abuelo, aunque en realidad lo que lo motiva es la atracción de la juventud y de lo desconocido, ya que nada sabe de Jessie e imagina su llegada sólo en su propio beneficio y perspectiva, sin contar con la voluntad y personalidad de su sobrina.

Quien sí ve su atractivo y la considera una persona con sus particularidades es su amigo y colega Maurice (un magistral Meter O’Toole), que no con cierta dificultad, se gana el aprecio y el respeto de la joven Jessie; buscándole un trabajo de modelo, pero en una academia de pintura, como un oficio más digno, en el que además podrá valorar su propio cuerpo.

La relación que se establece entre ellos, llena de pequeños detalles y que normalmente podría parecer patética y resultar incomprensible y chocante; es creíble y humana. Incluso emociona la honestidad y la franqueza con que ambos plantean sus necesidades y sus deseos; y logran un espacio en la existencia del otro, realizando algunas concesiones, propias de una pareja que intenta tener un futuro, meta a todas luces imposible, por la avanzada edad de Maurice, que afecta a su salud física, no así a sus tremendas ganas de vivir y de amar.

La clave de esta credibilidad reside en la verosimilitud de los personajes, en la excelente actuación de los actores protagónicos, que manifiesta la mano del director; y en el buen guión de Harif Kureishi. De hecho, Michell, de 51 años, luego de estudiar en la Universidad de Cambridge, participó como actor y director en el Teatro de la Corte Real de Gran Bretaña, antes de dedicarse a dirigir cine, donde había hecho seis largometrajes: “Mi Noche con Meg” (1996); “Titanic Town” (1998) con Julie Walters; “Notting Hill” (1999) con Julia Roberts y Hugo Grant, que lo hizo conocido; “Al Límite de la Verdad” (2002) con Ben Affleck y Samuel L. Jackson; “La Madre” (2003) con Daniel Craig y “El Intruso” (2004) también con Craig.

Otra lectura del filme es la de un homenaje a la carrera teatral del gran Meter O’Toole (“Lawrence de Arabia”, “El Hombre de la Mancha”); que a pesar de sus 75 años y de su claro envejecimiento, mantiene intactas sus dotes actorales y su prestancia; y en este personaje de actor viejo nos hace imaginar las peripecias que debe vivir no sólo él mismo, sino todos los actores que deben o quieren seguir trabajando hasta sus últimos días, con la dignidad y humanidad de una vida que ha sido plena.

Alvaro Inostroza Bidart

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