domingo, 30 de marzo de 2008

“LA PASION POR BEETHOVEN”



Hay cintas semibiográficas que claramente son un homenaje al personaje central y que no pretenden tener una exhaustiva rigurosidad histórica. El cineasta opta por una mirada con una perspectiva específica sobre el protagonista y selecciona una período puntual de su vida, que sin embargo tiene el objetivo de iluminar su personalidad completa y la totalidad de su obra.

Este es el caso de “La Pasión por Beethoven” (2006), dirigida por la polaca Agnieszka Holland; que coincide con el aniversario de los 180 años de muerte del gran genio alemán (1770-1827); y que se concentra en los tres últimos años de vida del maestro, cuando ya estaba sordo; y desde la perspectiva de una supuesta copista de sus partituras, la joven compositora Anna Holtz (Diane Kruger); que le habría ayudado con el trabajo de escritura de la Novena Sinfonía y de sus últimos cuartetos para cuerdas, donde destacan los movimientos Canción de Agradecimiento y la Gran Fuga, verdadero testamento musical de Beethoven y que influyeron a muchos compositores posteriores, como Bela Bartok, entre otros.

Holland, de 59 años, estudió Cine en Praga, Checoslovaquia; y en sus inicios fue asistente Krzisztof Zanussi y co-guionista de Andrzej Wajda, su mentor, ambos directores fundamentales del cine polaco. Sus cuatro primeros largometrajes los dirigió en Polonia: “Prueba de Pantalla” (1977), “Actores de Provincia” (1979), “Fiebre” (1981) y el documental “Kultura” (1985). Ese mismo año dirigió en Alemania, “Cosecha de Ira” con Armin Mueller-Stahl, para internacionalizarse con cintas como “Complot” (1988) con Christopher Lambert y Ed Harris; “Europa Europa” (1990) con Julie Delpy; “Olivier, Olivier” (1992); “El Jardín Secreto” (1993) con Maggie Smith e Irene Jacob; “Eclipse Total” (1995) con Leonardo di Caprio y David Thewlis; “Washington Square” (1997) con Jennifer Jason Leigh y Albert Finney; “El Ultimo Milagro” (1999) con Ed Harris y “El Retorno de Julia” (2002) con Miranda Otto, cintas en las que se aprecia una clara preocupación por temas de la cultura y la historia.

“La Pasión por Beethoven” se inicia en Viena cuando el músico (un excelente Ed harris) ya estaba componiendo la novena sinfonía Coral y su viejo copista Schlemmer (Ralph Riach) ya no estaba dando resultados; el cual decide enviarle a Anna, que tiene el secreto anhelo de mostrarle al maestro sus propias obras. En esta ficcionada y casi sentimental relación se sustenta la cinta, que pretende demostrar el gran genio de Beethoven, pero también su mal humor, su sensibilidad que se combinaba con brutalidad; su afición al vino, reflejada en sus arrancadas a la taberna de su amigo Krenski (Angus Barnett) y la difícil y posesiva relación con su sobrino Karl (Joe Anderson).

La verdad que, más allá del rigor histórico de la cinta, se justifica porque queda claro en ella el genio musical de Beethoven; su conocido mal humor, producto en parte de la sordera, su soledad y sus avanzadas ideas musicales, que quería concretar antes de morir; y como espectadores logramos emocionarnos con el proceso creativo del maestro; logrando, incluso, recrear y hacernos participar de los memorables estrenos de la novena sinfonía, una de sus obras cumbres; y de la Gran Fuga, demasiado vanguardista para comienzos del siglo XIX.

Alvaro Inostroza Bidart

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