
Hay cosas que son muy molestas. Como la traición, que nos secuestren a un hijo o que nos restrinjan la libertad.
Recrear esas sensaciones en la pantalla y lograr que el espectador pueda sentir la opresión y el dolor de vivirlas es, sin duda, un logro; que no produce placer al observador cómodo y superficial, pero sí al cinéfilo que valora las posibilidades provocadoras del lenguaje cinematográfico.
Este es el principal mérito de “Acorralados” (2007), del director británico Mike barrer; cuyo título original es “Mariposa bajo una Rueda”, haciendo alusión a un acto de agresión reparatoria de gran magnitud; en este caso por una traición sentimental; que incluye, como dijimos, el secuestro de una hija pequeña y la imposición de actos desagradables y vejatorios.
En esta sucesión de pruebas y exigencias, los retenidos deben pasar por sobre su orgullo, sus temores, sus traumas; sentir la degradación y sufrir la humillación, controlando la rabia; por un objetivo superior, en este caso la pequeña niña, inflingiéndoles en pocas horas una verdadera lección de vida, que les costará olvida a los protagonistas, ya sea que estén a uno u otro lado de la opresión.
Baker, de 42 años, había dirigido anteriormente cinco largometrajes: “Eddie y los Bufones de
“Acorralados” corre por el mismo carril. Su tema es la traición y la venganza, sentimientos que justifican hora y media de cinta; pero cuya resolución visual y espacio-temporal no logra que sea una película inolvidable; y que se sostiene en gran medida por las buenas actuaciones, por el acertado ritmo y por los inesperados giros argumentales.
Como corresponde, la película comienza en una situación de aparente calma, que pre-anuncia el thriller psicológico. Un exitoso e inescrupuloso publicista, Neil Randall (Gerard Butler) vuelve a su hermosa casa, en el cumpleaños de su atractiva mujer, Abby (María Bello), quienes viven con su pequeña hija, en supuesta felicidad, declarada por la propia esposa; aunque sin mucha convicción, señal de la verdad que estallará después, lenta y subterráneamente.
Enfrentados a un fin de semana normal, marcado por el trabajo y la amistad, surge lo extraordinario: agazapado en el jeep esperaba armado el secuestrador, Tom (Pierce Brosnan); con cuya irrupción la cinta toma su verdadero sentido y ritmo: hacer sentir al culpable y al espectador es desagrado y el dolor, que provoca la traición, la mentira y el desamor.
Como agregado, el filme demuestra que la verdad presenta signos, que hay que saber leer e interpretar; porque o si no, el engaño y las falsas imágenes pueden primar y triunfar, salvo que los afectados tomen la reparación, aunque desproporcionada, en sus propias manos.
Alvaro Inostroza Bidart
No hay comentarios:
Publicar un comentario