martes, 24 de julio de 2007

“TRANSAMERICA”


De tanto en tanto el cine independiente y de bajo costo de Estados Unidos produce cinta realmente interesantes y que demuestran que el talento y las buenas historias no están asociados solamente a la gran industria de Hollywood.

Es el caso de “Transamérica” (2005), primer largometraje del director y guionista Duncan Tucker, que ya ha ganado el Premio Teddy del Festival de Berlín, el Premio a la Mejor Película del Festival de San Francisco y el Premio al Mejor Guión del Festival de Deauville. “Transamérica” cuenta la historia de Bree (una asombrosa Felicity Huffman) un transexual, que vive en California y que lucha en varios frentes: en el psicológico, en el familiar y en el médico, para que los psiquiatras le autoricen a realizarse la intervención quirúrgica para cambiarse de sexo, de hombre a mujer.

En esta especial circunstancia de su vida se encuentra Bree cuando comienza el filme. Hasta ese momento está todo relativamente bien, su psiquiatra personal, Margaret (Elizabeth Peña), ya le dado la autorización; así como el psiquiatra de la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos, que reconocen la transexualidad como una disforia sexual y una enfermedad mental grave. El problema es que recibe una llamada desde la cárcel de Nueva York, donde le informan que un hijo adolescente de 17 años, Toby (Kevin Zegers), que desconocía tener, está preso por posesión de drogas y por prostitución.

Esto produce un desbarajuste emocional en Bree y la exigencia de su psiquiatra, de que debe resolver esta parte de su vida, antes de operarse. Aquí comienza la parte medular de la película. El viaje que realiza por tierra con Toby, desde Nueva York a California, luego de pagar su fianza, haciéndose pasar por una samaritana religiosa. En este “road movie”, en que atraviesan desde el noreste al suroeste de Estados Unidos, Bree y Toby se conocen y se descubren, pero principalmente se reconocen a sí mismos en sus verdaderos afectos, tan alejados de la vida de rechazo y desadaptación que ambos han llevado hasta ese momento.





Uno de los elementos característicos de la cinta hace su más fuerte irrupción en este viaje: el humor. A pesar de todas las situaciones que les toca vivir, la narración y ambos personajes mantienen un nivel de ironía y ligereza que hacen llevadero, humano y digerible las escenas más crudas y descarnadas. En este viaje de aprendizaje y crecimiento, se cruzan con Calvin (Graham Greene), una mezcla entre cowboy e indio navajo, sumamente caballero, que se enamora de Bree; pasan a ver al desequilibrado padrastro de Toby; y a los tradicionales padres de Bree, Elizabeth (Fionnula Flanagan) y Murray (Burt Young) y a su hermana Sydney (Carrey Preston).

Estos encuentros serán fundamentales para entender el perfil psicológico de los protagonistas; lo que demuestra tanto la asertividad como la inteligencia del guión y de la dirección de Tucker, que desarrolla personajes creíbles, con fuerte base en la realidad.

Tucker estudió Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Nueva York y posteriormente realizó un cortometraje, “El Rey de la Montaña” (2000), derivado precisamente de la investigación que realizó con adolescentes como Toby, que tienen problemas de imagen, que juegan con drogas peligrosas y que tienen problemas para relacionarse con los adultos de una forma que no sea el sexo.

Aparte del interesante viaje por el territorio estadounidense, que tiene un paralelo en el viaje que los protagonistas realizan por su propios sentimientos y modos de ser; la cinta plantea la realidad de los transexuales, que consumen hormonas para acentuar el sexo que quieren alcanzar, que se depilan eléctricamente, que se maquillan y se visten de un modo especial y que muchas veces realizan cirugías de feminización facial, antes de la operación de “reasignación sexual” como se le llama eufemísticamente.

En todo caso, más allá de este interesante tema, que no se ha aclarado si es biológico o psicológico; el fondo de la cinta apunta a la importancia de los lazos familiares y específicamente a la relación padre (madre) – hijo, como una relación dinámica, que debe constantemente cuidarse y cultivarse.


Alvaro Inostroza Bidart

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