martes, 24 de julio de 2007

“MARIA ANTONIETA”


Hacer una película sobre hechos históricos tiene una doble dificultad: primero, recrear una época pretérita, lo que implica recrear ambientación, vestuario, decorado, iluminación, música y una idiosincrasia especial, dependiendo del país y la época; lo que ya de por sí es un desafío no menor.

La segunda dificultad, a mi juicio, la más interesante, es que el director asuma un punto de vista particular, que nos permita visualizar hechos históricos desde una perspectiva nueva y singular, con la posibilidad de ver acontecimientos sobre los cuales existen diversidad de datos, como si estuviéramos ahí y a través de una mirada comprometida con los sucesos.

En “María Antonieta” (2006), de la directora estadounidense Sofía Coppola, basada en la vida de la polémica reina de Francia (1755-1793), que fue casada a los quince años, por sus padres, los emperadores de Austria, con el delfín y futuro Luis XVI (Jasón Schwartzman); y que murió guillotinada, condenada por la Convención, luego de la Revolución Francesa; ambas dificultades son superadas con talento e inteligencia.

En primer lugar están muy bien captadas las idiosincrasias de las monarquías austríaca y francesa, con una soterrada rivalidad, a pesar del Tratado que las unía. Luego, todo el protocolo, derroche y formalismo de ambas cortes, precisamente uno de los orígenes de la Revolución, y que tuvo en María Antonieta uno de sus mayores exponentes, tanto que fue conocida como madame déficit y aborrecida por muchos franceses, que no tenían ni para comer pan.

La música de Jean-Philippe Rameau; la iluminación con velas; la riqueza de los vestidos, la decoración y la arquitectura están logrados con precisión y forman parte del ambiente agobiante y opresivo de la corte francesa de la época, excesiva y formal en sus hábitos y costumbres, que siempre incomodaron a María Antonieta (una inspirada Kirsten Dunst) y la llevaron a refugiarse en el palacio Trianon, donde realizaba báquicas fiestas con sus amigos y pretendía llevar una vida campestre.

En segundo lugar, Coppola, quien además fue guionista y productora de la cinta; nos cuenta todos estos hechos históricos, desde la singular mirada femenina y adolescente de María Antonieta, marcada por una infancia de privilegios, mimos y admiración, suscitada por su belleza, que a la larga se volvió en su contra por las envidias y conspiraciones.
La directora nos entera a través de sus ojos de las imposiciones protocolares que le imponía la Condesa de Noailles (Judy Davis); de las infidelidades del rey Luis XV (Rip Torn) con su amante pública, madame du Barry (Asia Argento); de su amistad con la más desenfrenada duquesa de Polignac (Rose Byrne), que fue la primera guillotinada de la nobleza; y de sus conversaciones con el embajador austríaco Mercy (Steve Coogan), en algunos momentos su único refugio en una corte intrigante y que la odiaba cada vez más, por considerarla extranjera y extraña.

Con sutileza y aguda visión, Coppola permita que el espectador penetre en las conductas y preocupaciones de su María Antonieta, subjetiva pero consistente. Coppola, de 35 años, estudió Fotografía en la Universidad Mills de Oakland, California; y Pintura en el Instituto de Artes de California. Este es su tercer largometraje. Antes había dirigido las interesantes “Las Vírgenes Suicidas” (1999) con Kirsten Dunst y “Perdidos en Tokio” (2003) con Bill Murray y Scarlett Johansson, que son muestras de su particular estilo, en que resaltan su sensibilidad hacia el mundo femenino y su capacidad para bucear en las motivaciones de su personajes, históricos o ficticios, que adquieren una creíble realidad vistos por el ojo de su cámara.

“María Antonieta” interesa profundamente por lo retratado, porque ilumina de una manera nueva una realidad histórica; pero principalmente porque nos permite seguir conociendo de la particular visión de Sofía Coppola, que desmenuza y escudriña en sus temas humanos, como un pulcro cirujano, que sin embargo guarda un estilo propio y distintivo.


Alvaro Inostroza Bidart

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