martes, 24 de julio de 2007

“LA MALDICION DE LA FLOR DORADA”


Después de la Revolución Cultural surgió una generación de cineastas en China, de la cual Chen Kaige, Wu Tianming y Zhang Yimou, el director de “La Maldición de la Flor Dorada”, son sus máximos representantes; siendo este último el que ha tenido mayor resonancia en Occidente, por los premios que ha obtenido en los principales festivales europeos y en Estados Unidos.

Sin ir más lejos, su primera cinta, “Sorgo Rojo” (1987) con Li Gong, su actriz amuleto, ganó en el Festival de Berlín, lo que de inmediato lo catapultó a la fama, en el círculo de los entendidos. Luego vinieron “Acción Puma” (1989), “Ju Dou” (1990), que ganó en el Festival de Cannes; “La Linterna Roja” (1991), que ganó en el Festival de Venecia y fue nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera; “La Historia de Qiu Ju” (1992), que también ganó en Venecia; “Vivir” (1994), que ganó en Cannes; “La Joya de Shanghai” (1995), que también ganó en Cannes; “Mantén la Calma” (1997), “Camino a Casa” (1999), que ganó en Berlín; “Ni uno Menos” (1999) que ganó en Venecia; “Tiempos Felices” (2000); “Héroe” (2002), ganadora en Berlín y nominada al oscar como Mejor Película Extranjera; “La Casa de las Dagas Voladoras” (2004) y “La Búsqueda” (2005), la mayor parte de ellas exhibidas en Chile.

Han pasado veinte años desde su ópera prima y se puede decir que Yimou, de 55 años, ha ganado todos los premios imaginables. Cabe preguntarse entonces si Yimou tiene los merecimientos necesarios para dicha fama y si la respuesta es afirmativa –que lo es-, cuáles son las características que lo colocan como el cineasta chino más importante en la historia de su país, a pesar de que algunos lo tildan como europeizante y que algunas de sus cintas se han interpretado como críticas al sistema.

En “La Maldición de la Flor Dorada” (2006) se pueden apreciar algunas de esas características, que tienen que ver con lo formal y también con los contenidos de sus filmes. En este sentido, en primer lugar, se puede decir que Yimou no escabulle ningún tipo de tema, ya sean los problemas sociales y culturales de su país en la actualidad como las historias del Imperio, donde se apreciaban otro tipo de diferencias y privilegios, como es el caso de su última película, ambientada en plena corte, en la Dinastía Tang (siglos VII al IX después de Cristo).



En esta cinta, que además produjo y co-escribió, Yimou nos muestra al Emperador Ping (Yun-Fat Chow), que escaló a esa posición como capitán de ejército y casándose con la hija de un rey, la bella Emperatriz Phoenix (Li Gong), con tres hijos, uno de los cuales, el príncipe heredero, Wan (Ye Liu), era fruto de una pretérita relación con la actual esposa del médico imperial, Jiang Chan (Man Li), a la cual el emperador ha declarado muerta y que sólo desea vengar la antigua traición.

Este conflicto básico demuestra que en la realeza se producen las mismas intrigas y conspiraciones que entre la gente común, peor incluso señalan los más radicales. Y la verdad es que si nos atenemos a los hechos mostrados por el filme, éstos tienen razón; ya que además el emperador envenena lentamente a la emperatriz, con la complicidad del médico Jiang (Dahong Ni) y la segunda hija de éste (Jin Chen) está enamorada del príncipe Wan, su medio hermano, incubándose una tragedia de proporciones, acorde al tamaño de la infamia; a la cual se suman el Príncipe Jai (Jay Chou), apoyando la conspiración de su madre y el joven Príncipe Yu (Junjie Qin), sustentado en sus propias ambiciones de poder.

En este entramado, Yimou, como en todas sus cintas, realza el importante rol de la mujer en el desarrollo de las acciones y de la sociedad, sea cual sea su tipo. En lo formal, Yimou pone gran énfasis en la puesta en escena, con un manejo magistral de las escenas masivas; en este caso las batallas, alcanzando cumbres visuales inigualables el combate final entre las fuerzas del emperador y las amotinadas, leales a su esposa, y lideradas por el príncipe Jai. En todo caso hay que dejar claro, y ese es uno de los aspectos más notables del filme, que el director logra esa misma intensidad en el manejo de las escenas íntimas, demostrando que su maestría recorre todo el espectro, tanto en lo formal como en la exposición de sus preocupaciones temáticas.


Alvaro Inostroza Bidart

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