lunes, 25 de junio de 2007

“ERAGON”



Las sagas cinematográficas de Harry Potter y El Señor de los Anillos abrieron una veta comercial y temática que seguramente producirá todavía una gran cantidad de películas de diversa calidad e interés; que responden, por lo demás, a una necesidad mundial y transversal de fantasía y esoterismo, como contrapeso en un mundo cada vez más materialista y pragmático.

“Eragon” (2006) se inscribe en esta línea de cine fantástico y la verdad es que el resultado no está a la altura de los modelos, a pesar de que contiene elementos logrados, sobre todo en lo que respecta a la dragona Saphira (en la voz de Raquel Weisz) y sus evoluciones, tanto aéreas como de crecimiento, en compañía de su jinete, el joven Eragon (un no tan acertado Edward Speleers, que resulta un poco tieso para el papel), pareja que es la única esperanza para el reino mítico de Alagaesia, donde transcurre la acción del filme.

En este mundo fantástico, después de años de prosperidad y armonía, producto del cuidado y protección de los dragones y sus jinetes, como caballeros del bien, impera el reinado de Albatorix (John Malkovich), un jinete traidor y ambicioso, que creía haber destruido a todos los demás dragones y jinetes, hasta la aparición de Eragon y Saphira, que reactivarán e impulsarán la resistencia a la tiranía, apoyando a los clandestinos vardenos, caballeros ocultos en las montañas, al mando de Ajihad (Djimon Hounsou) y a los refugiados elfos, uno de los cuales, Arya (Sienna Guillory), se encargará de que el huevo azul de Saphira llegue a su jinete elegido, el adolescente Eragon.

Toda esta historia está basada en la novela del mismo nombre del joven escritor norteamericano Christopher Paolini, que fue publicada en el 2004 y que es la primera de la trilogía “El Legado”. Sus anunciadas secuelas, “Eldest” y “Empire”, sin duda serán llevadas a la pantalla grande, como continuación de “Aragon”. De hecho, el final de ésta, deja claro que Albatorix recurrirá a su dragón para superar la primera derrota a manos de Eragon y Saphira, que se produce después de una serie de avatares y aventuras, que son el meollo de esta cinta, que genera una serie de expectativas, tanto por el reparto como por la publicidad, y que sólo se cumplen a medias.

Otros dos personajes claves en esta superproducción son el antiguo jinete y maestro de Eragon, Brom (un acertado Jeremy Irons) y el poderoso hechicero Durza (Robert Carlyle), sombra maligna al servicio del rey Albatorix, y que debe tratar de destruir tanto a Saphira como a Eragon, conflicto que será el nudo argumental de este filme. Precisamente aquí radica la principal debilidad de la película, ya que Durza y sus esbirros, supuestamente un ejército imbatible por su perversidad y fuerza, que recuerdan inevitablemente a los guerreros monstruosos de El Señor de los Anillos, son vencidos fácilmente por Eragon y compañía, convirtiéndose en verdaderos títeres del mal, sobre todo en manos de un poco convincente Eragon.

Tal vez la razón de esto está en la inexperiencia y juventud del autor (la novela fue escrita entre los quince y los dieciocho años de Paolini) y en que el director de “Eragon” carece del talento y visión panorámica de Peter Jackson, el director de la saga de “El Señor de los Anillos”. El director de Eragon es el norteamericano Stefen Fangmeier, de 46 años, que sin embargo hace su debut con esta cinta; porque su especialidad anterior eran los efectos especiales, aspecto en el que “Eragon” aprueba con distinción, pero en desmedro de la intensidad de los personajes, de la densidad de la historia y de su credibilidad simbólica.

Fangmeier ha sido supervisor de efectos especiales en cintas como Terminator 2, Jurassic Park, Casper, Twister, Salvando al Soldado Ryan, La Tormenta Perfecta, Signos, La Identidad Bourne y El cazador de Sueños, entre otras,antes de llegar a la dirección, lo que demuestra su pericia en esta área del cine; pero que lamentablemente no garantizan un genuino talento en la creación de realidades audiovisuales, densas y potentes, como para producir una experiencia estética en el espectador.

Alvaro Inostroza Bidart

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