martes, 19 de junio de 2007

“CARTAS DESDE IWO JIMA”


Cada vez queda más claro que la guerra es un absurdo sin parangón; pero también que la paz sigue siendo una utopía y que la violencia ha sido y sigue siendo generalmente el mecanismo por el cual se producen los grandes cambios históricos en la humanidad.

El cine no está ajeno a esa premisa; con la posibilidad, por sus características, de mostrar de manera mucho más completa y diversa no sólo el conflicto mismo, sino también el alcance e impacto que tiene para sus protagonistas y el proceso de transformación que ellos viven, a medida que avanza la batalla. Además, cada país, y por lo tanto cada ejército, vive de manera distinta la guerra; por lo cual se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que la guerra misma es una manifestación cultural.

La reciente producción cinematográfica del director estadounidense Clint Eastwood ratifica esta visión, ya que “La Conquista del Honor” (2006) y “Cartas desde Iwo Jima” (2006) forman parte de un díptico sobre la Segunda Guerra Mundial, que pretende recrear la Batalla de Iwo Jima, desde la perspectiva norteamericana y japonesa, respectivamente; logrando el cineasta dos películas de gran calidad; y en el caso de “Cartas desde Iwo Jima”, una verdadera obra maestra, por su lucidez, sutileza y por sus imágenes cargadas de intensidad trágica.

El otro logro importante de esta cinta es que logra transmitir acertadamente la idiosincrasia japonesa y su especial manifestación en tiempos de guerra, cuando lo más importante es el honor y el respeto de los valores milenarios de la cultura nipona, simbolizados paradigmáticamente en el personaje del General Kuribayashi (un formidable Ken Watanabe), oficial a cargo de la defensa de la isla japonesa de Iwo Jima de la entonces inminente invasión norteamericana, ya que era el punto clave para el avance final de las tropas aliadas en el Pacífico y que significaría el comienzo de la derrota de la nación oriental, antes de los lanzamientos de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.

Eastwood, que en mayo cumplirá 77 años, después de una larga y exitosa carrera como actor, que se inició en la década del ’50, comenzó a dirigir en 1971, con “Escalofrío en la Noche”, con él mismo como protagonista, característica que se repetirá a lo largo de su obra como director, la que alcanza a 27 largometrajes.

Entre los más destacados están “Primavera en Otoño” (1973) con William Holden; “Licencia para Matar” (1975); “Bronco Billy” (1980); “El Jinete Pálido” (1985); “Bird” (1988) sobre el jazzista Charlie Parker, con Forest Whitaker, y que lo consagró definitivamente; “Cazador Blanco, Corazón Negro” (1990); “Un Mundo Perfecto” (1993) con Kevin Costner; “Los Puentes de Madison” (1995) con Meryl Streep como co-protagonista; “Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal” (1997) con John Cusack y Kevin Spacey; “Crimen Verdadero” (1999); “Río Místico” (2003) con Sean Penn, Tim Robbins y Kevin Bacon; y “Million Dollar Baby” (2004) con Hilary Swank y Morgan Freeman como co-protagonistas, en una obra caracterizada por la consistencia de los guiones, que plantean interesantes conflictos valóricos y existenciales de personajes creíbles y complejos.

En “Cartas desde Iwo Jima”, Eastwood ratifica el carácter de clásico que ha alcanzado su mejor cine. Con una estructura basada en cartas que envían Kuribayashi y un soldado raso, Saigo (Kazunari Niromiya), a sus respectivas familias, nos coloca en medio de la guerra, pero desde una perspectiva humana y emotiva, involucrando al espectador en sus desventuras y sentimientos. Kuribayashi, en el tráfago de la batalla, era capaz de dibujar pequeños cuentos, que enviaba a sus hijos; y Saigo representa al valor de la vida, ya que lo único que quiere es sobrevivir para reencontrarse con su joven esposa y conocer a su primogénito, que ha nacido mientras participa en la guerra.

Estos dos personajes simbolizan, de distintas maneras y posiciones, lo mejor de la cultura japonesa y hacen sentir al espectador, de modo notable y profundo, el sin sentido de la guerra y el valor inconmensurable de la vida y de los valores ancestrales que la sustentan y justifican en cada sociedad.



Alvaro Inostroza Bidart

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