martes, 13 de agosto de 2024

“THE TRUMAN SHOW”

El próximo 21 de agosto cumple ochenta años uno de los directores contemporáneos más importantes del cine mundial y qué mejor manera de celebrarlo que ver una de sus cintas más destacadas y originales. Se trata de “The Truman Show” (1998), cinta dirigida por el cineasta australiano Peter Weir; que cuenta la historia del agente de seguros Truman Burbank (Jim Carrey), que lleva una vida rutinaria e intrascendente, hasta que comienza a darse cuenta de que es protagonista de un reality, en el cual su vida es grabada y transmitida durante las 24 horas del día por la televisión, desde que era un feto en el vientre de su madre, sin que nadie se lo hubiera dicho; percatándose, por lo tanto, de que su vida no le pertenece. Weir posee una vasta filmografía, en la que destacan filmes como “El Misterio de las Rocas Colgantes” (1975), “La Última Ola” (1977), “Gallipoli” (1981), “El Año que Vivimos en Peligro” (1982), “Testigo en Peligro” (1985), “La Costa Mosquito” (1989) y “La Sociedad de los Poetas Muertos” (1989), que se caracterizan por la originalidad de sus historias y guiones, con personajes desarrollados con profundidad y un trabajo de cámara y dirección artística fuera de lo común. En “The Truman Show”, Weir ratifica todo su talento, obteniendo de Carrey, generalmente sobreactuado, una de sus interpretaciones más sobresalientes, el cual construye un personaje inolvidable. A través de él se expresa una profunda crítica al negocio de la televisión, reflejo fiel del pragmatismo e insensibilidad del capitalismo; que se encarna en el director del programa de televisión sobre Burbank, Christof (Ed Harris), que se asocia inmediatamente con Cristo, ya que es un verdadero Dios, que decide los destinos y hasta los detalles más cotidianos de la vida de Truman. Esto se manifiesta en todas las relaciones interpersonales de Truman, incluso con su esposa, Meryl (Laura Linney) y con su mejor amigo, Marlon (Noah Emmerich); que hacen lo imposible por enrielarlo, cuando el protagonista comienza no sólo a darse cuenta de que es un verdadero “títere” televisivo, sino que se rebela ante esta realidad impuesta y asfixiante; en un acto de libertad emocionante y maravilloso.

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