jueves, 24 de noviembre de 2022
“AÑOS DE SEQUIA”
Más allá del género utilizado, una buena película permite conocer otras culturas, no sólo por el lenguaje y sus modismos, sino también porque personajes bien construidos posibilita conocer las idiosincrasias de la zona donde se ambienta la cinta, tornándola mucho más interesante.
Esto ocurre con “Años de Sequía” (2020), filme dirigido, escrito y producido por el cineasta australiano Robert Connolly; y que está basado en el libro “The Dry” de la escritora actual del mismo país, Jane Harper; y que se ambienta en el pueblo de Kiewarra, que queda en una zona afectada por una fuerte sequía, en dicha nación de Oceanía.
Connolly, de 55 años, ha dirigido además seis largometrajes: “El Banco” (2001), “Tres Dólares” (2005), “Balibo” (2009), “La Historia de Julian Assange” (2012), “Aviones de Papel” (2014) y “Blue Back” (2022); cintas con poca difusión en nuestro país, a pesar del claro interés de su filmografía; lo cual es de esperar que se solucione luego de este atractivo estreno.
En este caso, “Años de Sequía” nos relata la historia de Falk (Eric Bana), un policía federal de Melbourne, que vuelve al pueblo de su infancia y adolescencia, al funeral de su amigo Luke (Sam Corlett), el que supuestamente mató a su esposa e hijo y luego se suicidó, lo que decide investigar, a petición de los padres de Luke, apoyándose en el policía local, Raco (Keir O’Donnell). Esta investigación, aparte de reencontrarlo con la ex de Luke, Gretchen (Genevieve O’Reilly); lo hará revivir la no resuelta muerte de Ellie (Bebe Bettencourt), que ocurrió hace años, y de la cual estaba enamorado.
Estas dos historias se van entremezclando en la narración a través de raccontos que, no sólo van arrojando luz sobre los acontecimientos, sino que también van entregando antecedentes acerca del estado psicológico pasado y actual de los personajes protagónicos involucrados, especialmente Falk; el cual sufre la incomprensión y el resentimiento de varios habitantes del lugar, por haberse marchado a la gran ciudad, a pesar de que no ha perdido el inconfundible acento del inglés australiano y que no ha olvidado sus viejos afectos; todo lo cual va cambiando con el exitoso avance de la investigación.
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