viernes, 20 de mayo de 2022

“FRUTOS DEL VIENTO”

Las restricciones de espacio y de número de actores en la filmación de una cinta obliga al director a desplegar todo su talento en el uso del lenguaje cinematográfico; lo cual resulta muy motivador para el espectador que valora este tipo de circunstancias propias de la creación audiovisual. Un buen ejemplo es “Frutos del Viento” (2022), cinta dirigida, escrita y producida por el cineasta estadounidense Charlie McDowell; la cual se podría definir como thriller psicológico, ambientado en una hacienda de descanso, en la cual se cultivan frutales, específicamente naranjas; y en que participan tres personajes. McDowell, de 38 años, había dirigido anteriormente dos largometrajes: “El Unico que Amo” (2014) y “El Descubrimiento” (2017), que junto a éste lo posicionan como uno de los directores interesantes a seguir en su producción. En “Frutos del Viento” poco es lo que parece. El filme comienza en la calma campestre de una finca, con plantación de naranjos, que es recorrida por un ser anónimo (Jason Segel), que luego de un rato nos damos cuenta que busca robar en la casona. Cuando está en eso, llegan inesperadamente el dueño, un magnate inescrupuloso (Jesse Plemons) y su esposa (Lilly Collins); desatándose una curiosa relación entre los tres, ya que deberán pasar juntos más de un día a la espera del dinero acordado como rescate. Ellos son los únicos personajes en pantalla, salvo una breve aparición del jardinero (Omar Leyva), que opera como distractivo, que se disipa rápidamente. En ningún momento conocemos los nombres de los personajes, lo cual no tiene ninguna importancia, porque todos representan algo distinto: el millonario insensible, la esposa arrepentida y el ladrón que busca un desquite; lo cual hace más interesante lo que subyace entre los tres, que lo que se dicen, y la tensión que va en aumento. Con una persistente cámara en mano, el director va registrando los movimientos y saltos emocionales de los protagonistas, provocados por acontecimientos que no manejan y que los conducen como el viento a un abrupto final.

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