martes, 13 de febrero de 2018

“LAS HORAS MAS OSCURAS”

Hace rato que las buenas películas sobre hechos o personajes históricos ya no tiene ese carácter épico y grandilocuente de las cintas de mediados del siglo pasado, sobre batallas o conflictos políticos, en que los personajes son inalcanzables o son maquetas extraídas de los libros de texto.

“La Horas Más Oscuras” (2017), cinta dirigida por el cineasta británico Joe Wright, y que relata el período como Primer Ministro de Winston Churchill en Gran Bretaña (un magnífico Gary Oldman), desde que debe asumir el cargo en 1940, hasta el glorioso rescate de los 300 mil soldados ingleses de Dunkerque, por un creativo plan del propio Churchill.

La gracia es que el filme no sólo muestra su tremenda capacidad oratoria y retórica, manifestada en sus famosos discursos ante el Parlamento, cuando convence a Gran Bretaña de que no deben negociar con Hitler, sino todo lo contrario, luchar y resistir para vencer y no rendirse jamás, recogiendo el sentir del pueblo inglés. Además, la cinta muestra a Churchill en la relación con su esposa, Clemmie (Kristin Scott Thomas); con su secretaria, Elizabeth Layton (Lily James), con el Rey Jorge VI (Ben Mendelsohn) y con sus rivales políticos de su mismo partido, Neville Chamberlain (Ronald Pickup) y el Vizconde Halifax (Stephen Dillane), en un retrato integral del hombre, del líder, del político, que fue clave para que los Aliados ganaran la Segunda Guerra Mundial.

Wright, de 45 años, había dirigido seis largometrajes anteriormente, de los cuales no todos son conocidos en Chile. Sin embargo, gozaba de una importante fama por cintas como “Orgullo y Prejuicio” (2005), “Expiación, Deseo y Pecado” (2007) y “Anna Karenina” (2012), en las cuales demostró talento para adaptar importantes obras literarias, aunque su debilidad podría ser cierta tendencia a la ampulosidad y el efectismo.

En “Las Horas Más Oscuras” resiste de gran manera caer en la grandilocuencia, a pesar de que el personaje de Churchill se presta para ese camino fácil. Wright prefiere construir una representación del personaje en base a pequeños detalles, como su franqueza al conversar, sus costumbres etílicas y gastronómicas, su lucidez e inteligencia, el amor por su esposa y su preocupación permanente por la gente común y corriente de su querida Inglaterra, más que por las maquinaciones e intrigas de sus colegas políticos y lo que pudieran decir de él en el Palacio de Buckhingam.

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