martes, 10 de mayo de 2016

“AL FINAL DEL TUNEL”

El azar teje extrañas historias, que muchas veces pueden cambiar las vidas de los involucrados en los acontecimientos.

Esta podría ser la conclusión de la cinta “Al Final del Túnel” (2016), dirigida y escrita por el cineasta argentino Rodrigo Grande; que relaciona casualmente la vida de Joaquín (Leonardo Sbaraglia), parapléjico que vive solo en un gran caserón de Buenos Aires; y una banda que quiere robar un banco que queda en la propiedad vecina de Joaquín y que está a cargo de Galereto (Pablo Echarri).

Inteligentemente hay un nexo entre ambas realidades y que no resulta forzado, cual es que Joaquín tiene en arriendo una pieza, la que es rentada por Berta (Clara Lago), y su pequeña hija; y que es la novia y cómplice de Galereto; y que debe cerciorarse de que Joaquín no sospeche nada del atraco, ya que construirán un túnel subterráneo y podrían hacer un ruido tal que los delate.

Grande, de 42 años, había dirigido anteriormente dos largometrajes: “Rosarigasinos” (2001) y “Cuestión de Principios” (2009), que no fueron estrenados en la región de Valparaíso. En “Al Final del Túnel”, demuestra buen manejo narrativo, originalidad en los giros de la historia y capacidad para el empleo del suspenso y de la emoción contenida, con pocos personajes y restricción espacial, ya que las acciones ocurren preferentemente en la casa de Joaquín y en el túnel construido para el robo. Los restantes miembros de la banda son el “español” (Javier Godino), el “muñeco” (Ariel Núñez di Croce) y el Pichi (Cristóbal Pinto), los que correrán distinta suerte. En general, el nivel actoral está a la altura de la historia, salvo la niña que encarna a la pequeña hija de Berta; que no habla hace dos años por un trauma y que no resulta del todo convincente.

Evidentemente, como toda cinta policial y de suspenso que se precie de tal, los acontecimientos no saldrán ni como los planea Galereto ni Joaquín ni la propia Berta, intricándose en un nudo difícil de desamarrar, tanto para los protagonistas como para el espectador. Quizás un exceso de vueltas de tuerca a los hechos es lo único que se le puede reprochar a la cinta; sobre todo en el desenlace, en el cual tiene un rol fundamental un corrupto inspector de policía (Federico Luppi), que catalizará las acciones hasta el paroxismo.

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