Dentro del predecible
panorama de cintas de acción y comedias
de escaso valor, da gusto encontrar un estreno estadounidense que desarrolle el
drama en serio, combinándolo con elementos de humor; tal cual se da en la vida
real, tan ajena al modelo que construye y transmite el cine de Hollywood.
Estamos hablando de “50/50”
(2011) dirigida por el joven realizador Jonathan Levine; que cuenta la historia
de Adam (Joseph Gordon-Levitt), un reportero radial de 27 años, que
repentinamente le diagnostican un extraño cáncer de columna, que cambiará toda
su perspectiva de la vida.
Levine, de 36 años, había
dirigido anteriormente dos largometrajes: “Seducción Mortal” (2006) y “The
Wackness” (2008); y además había sido asistente de dirección prestigioso guionista
y director Paul Schrader.
El título alude precisamente a las probabilidades de vida
que le da el primer médico que lo atiende, el Dr. Ross (Andrew Airlie), que no
le habla directamente, sino que registra en una grabadora frente a él, los
detalles de su extraña enfermedad; lo que da cuenta de lo impersonal que
resulta muchas veces la atención de salud, más aún cuando el paciente puede
morir. Lo curioso es que con el devenir del filme, Adam agradecerá la franqueza
en quienes deben relacionarse con él, pero de forma más humana.
En este aspecto se centra la
película, el modo de enfrentar la posibilidad de muerte por parte de sus
cercanos: su mejor amigo, Kyle (Seth Rogen), otro reportero radial, que tiene
una nivel de complicidad y humor, que hacen más aceptable la vida de Adam; su
madre, Diane (Angélica Huston), un tanto histérica, pero bien intencionada; su
padre, Richard (Serge Hude), enfermo de Alzheimer; su novia y conviviente,
Rachael (Bryce Dallas Howard), que no soporta el estrés de vivir con un enfermo
o que no lo ama tanto y la terapeuta, Katherine (Anna Kendrick), que lo ayudará
a mantenerse centrado y con cable a tierra.
Impresiona gratamente el
tratamiento de la cinta a la terrible enfermedad, sin melodrama y con un
permanente sentido del humor, que da la impresión que resultan claves incluso
para el desenlace final.
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